Inteligencia emocional

Y tú, sin darte cuenta …

Aprendes en cuatro pasos, en cuatro estaciones. Como el clima, como los conciertos para violín de Vivaldi. … A lo largo y ancho de tu vida. Queriendo y sin querer. Has nacido con ese don por cultivar.

Equipado con este “motor de cuatro tiempos”, comienzas tu singladura en el muelle del “no sabe no contesta” y capeas el temporal del “solo se que no se nada”. Más tarde, navegas “concentrado como conductor novel con su L en día de atasco”- hasta que arribas al puerto de la experiencia óptima, de la expertise. Y -entonces- te sientes fluir. Y es el momento de volver a empezar.

Ahora bien, cuando de sobrevivir se trata, algunos aprendizajes, “los traes de serie” desde muy lejos en la historia de la especie. Si tuvieras que aprenderlos en “cuatro movimientos”, no habrías llegado hasta aquí. Aunque estos “aprendizajes” necesitan ser cultivados, el terreno estaba antes que la semilla.

Y en ese “fondo de armario” dispones de algunas respuestas básicas para sobrevivir. Como succionar y tantas otras … Algunas desaparecen al poco de nacer. Otras “crecen y se multiplican”. Como nuestras aliadas: las emociones.

Emociones, como respuestas a situaciones específicas que te hacen “competente sin darte cuenta”, sin comprensión. Que te ayudan a huir o luchar cuando un monstruo se acerca. Que te ayudan a prevenir y alejarte del peligro.

Emociones universales que muestran una tremenda plasticidad y se propagan a la velocidad de la luz. Tan contagiosas como la alegría. Característica que comparte con el enfado, pero -en este caso-, contaminante como el chapapote del Prestige.

Emociones que en ocasiones te esclavizan cuando te muestran gigantes en cada molino, y cuyo código de barras tienes que aprender a descifrar para crecer “como personas intentando ser personas.

Emociones que conviene desarrollar hasta alcanzar la naturalidad andarina del ciempiés, que sincroniza el movimiento de todas sus patas. Pero que, en un alarde reflexivo, dejó de caminar cuando un escarabajo le preguntó cómo conseguía andar tan elegantemente. ¡Ay la parálisis por análisis!

Emociones por integrar en tu comportamiento, paso a paso. Como el abejorro que, cada vez que vuela, desafía las leyes de la aerodinámica. Como tú cuando logras tu mejor versión, sin darte cuenta. Porque afortunadamente con las emociones “Naces y devienes”, donde predisposición y experiencia se condicionan mutuamente configurando tu particular estilo emocional (Emociones. Instrucciones de uso. G. Nardone).

Y todo eso, casi sin darte cuenta.

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