Inteligencia emocional

¡Afila tu curiosidad!

Nacemos curiosos. No es un extra. Traemos esa característica de serie. Pero mantener sus prestaciones exige cuidados. Precisa tiempo y dedicación. 

Insaciable en tu infancia, este sistema operativo necesita ser permanentemente actualizado. Adolece de obsolescencia programada. 

Demasiado sensible al refranero “curiosicida” que advierte de “la curiosidad que mata al gato”. Primo hermano del “creaticida” “déjame hacer de abogado del diablo”. Ambos forman un tándem letal.

Nacemos científicos y como tales operamos en este gran lab que es el mundo. ¡Cuánta razón tenía G. Kelly! Nos pasamos media vida construyendo hipótesis con las que anticipar un desconocido futuro (que mal lo llevamos). Y, la otra media, refutándolas. Ensayo y error. y ensayo. “Con inclinación por aprender lo que no conoces”. Absolute beginners!

Curiosidad agradable como la alegría, te contagia seguridad. Te atrae y atrapa como la sorpresa. Como la admiración. Acertada combinación de dopamina y serotonina. Energizante como super ratón. 

Y dejamos de serlo cuando olvidamos afilar este sentido. Todo pasa. Golpe a golpe, la vida cincela tu curiosidad hasta hacer de ella su caricatura. Y nos dejamos llevar por “lo de siempre”. ¡Viva la zona de alcanfor! 

Y justificamos nuestra discreción en la moderna “economía de la atención” y sus mandatos del “focus”: sé cuidadoso en qué centras tu valiosa atención y tendrás más control sobre tu vida. ¡Estate a lo que estás! ¡No te disperses!

Y, ese día, nos parapetamos en certezas que afilados algoritmos confirman una y otra vez. Y confundimos ventanas con espejos. Y renunciamos a la duda, “la más sutil ganzúa de la curiosidad para saber cuánto quisiere” (Baltasar Gracián).

Y, entonces, nos toca afinar la escucha. Para no volver a caer en el edulcorado dulzor de lo ya conocido. Y buscar al afilador de la curiosidad.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Confianza online