Inteligencia emocional

En tierra de nadie

 

Por Rogelio Fernández Ortea

Existe una zona de incertidumbre e inconsciencia que separa la tierra del bienestar social del oscuro dominio la exclusión social, de una participación activa y plena o marginal en la sociedad. Se trata de tres estratos sociales: la inclusión, la exclusión y el riesgo de caer en esta.   La cuestión es… ¿qué emociones prevalecen a cada lado de esa fina línea?, ¿cómo se ve la vida en cada una de ellas?, ¿cómo se interpreta el día a día?

Es habitual cuando explicamos el efecto de nuestras emociones utilicemos la metáfora “tiñen, aportan el color con el que apreciamos la realidad” o “son el velo que  cubre nuestros ojos a través del cual interpretamos lo que os ocurre”. Siendo esto así, cuan diferente se verá la realidad en qué punto del bienestar te encuentres, qué sentimientos de fondo te acompañarán a lo largo del día.

Según el informe “El Estado de la Pobreza. Seguimiento de los indicadores de la Agenda UE

2030.  2015-2022” de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en España (EAPN-ES), en 2021, en España el 44,9% de la población tenía alguna clase de dificultad para llegar a fin de mes; aproximadamente 10,3 millones de personas estaban en riesgo de exclusión social, lo que representa el 21,7% de la población; 4,8 millones de personas (10,3% de la población) vivían con privación material y social severa, y la renta agrupada del 10% más rico de la población multiplica por 11,8 la del 10 % más pobre, 1,3 puntos más que el año anterior (EAPN, 2022: 30).

No es voluntad en estas líneas ser prolijos en conceptos y datos, para eso está el citado informe y este vídeo aclarativo, sino reflexionar sobre las diferencias en la emocionalidad que subyace a cada dato, a cada forma de vivir la vida, de sentir la vida.

Me da mucho vértigo acercarme a las diferentes percepciones vitales que se pueden dar en un grupo diverso de personas, en un aula universitaria, en un concierto de música y que se pueden ir desde una visión general centrada en las emociones del triángulo virtuoso de la felicidad, el amor y la felicidad como son la relajación, plenitud, equilibrio, ternura, ilusión, entusiasmo u optimismo, a la sensación de vivir en el triángulo perverso de la ira la tristeza y el miedo con sentimientos como la agresividad,  el rencor, el desaliento, el pesimismo, la amargura, la ansiedad, el desasosiego o la desesperación.

Pero más vértigo me da que no seamos conscientes de ello. Que la necesaria cosificación de “las gentes” para nuestra supervivencia diaria nos hagan perder pie a la hora de empatizar con esas otras personas, con esas otras realidades que conforman la nuestra. Apreciar que no seamos lo suficientemente humanos como para poder mejorar los datos arriba expuestos para que esa tierra de nadie se convierta en tierra de todos.

He escrito este texto el día de las elecciones generales. Ojalá los resultados nos generen esperanza y seguridad para poder, como dice Mary Gordon, encontrarnos los unos a los otros, de ser un poco más humanos.

 

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