Inteligencia emocional

Inteligencia Emocional: Coste de oportunidad

Por Rogelio Fernández

La semana pasada, en una reunión de consultores acerca de la aplicación en la empresa de los postulados de la IE como herramienta de innovación en la gestión, Javier Riaño, de Fondo Formación Euskadi, me comentaba siguiente.

Para este consultor, la bondad del planteamiento emocional en las organizaciones pasaba por un estudio de los indicadores “duros” de la empresa. Entre ellos estaban el absentismo laboral, la productividad, el clima laboral, los costes empresariales, las competencias laborales, los cambios demográficos en las organizaciones, la retención del talento y el discurso institucional.

En cuanto al absentismo, Javier comentaba que en Euskadi el absentismo ha pasado del 4% al 7% en los diez últimos años, siendo el estrés (ansiedad, estados depresivos…) la razón que explica este fenómeno en un 30%. Además, la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el trabajo apunta a que este desorden piscosocial origina unos costes de unos 20.000 millones de euros anuales en la UE en concepto de absentismo laboral.

  

Por otro lado, un estudio sobre calidad laboral y productividad reflejaba que la calidad laboral en el trabajo explicaba el 12% de las diferencias en cuanto a la productividad en España, estando muchos de los conceptos incluidos en la variable calidad conectados con la salud emocional de los trabajadores.

Relacionado con esto, Javier decía que los empleados incentivados generan un 60% más de rendimiento que los que carecen de un aliciente en su puesto de trabajo, lo que aumenta la rotación de los trabajadores con el consabido coste para la empresa con lo que, además, se pierde una importante fuente de ventaja competitiva que es la retención del talento dentro de las organizaciones.

Asimismo, el acoso psicológico laboral (moobing) es uno de los factores de riesgo psicosocial con el consabido incremento en los costes por baja laboral que han ascendido a valores que van de 240 a 770 millones de euros, siendo el consumo en fármacos por estas personas y las que sufren depresión en Euskadi de entre 2,8 y 9 millones de euros.

Para terminar su argumentación, este conocido consultor, y buen amigo, se refirió a lo que él denominaba “discurso oficial”, que no es otro que la opinión del Parlamento Europeo y del Consejo. Para estos organismos, las competencias clave para la ciudadanía activa, la empleabilidad y la adaptabilidad son: la comunicación el lengua materna; la comunicación en lenguas extrajeras; la competencia matemática y competencias básicas en ciencia y tecnología, la competencia digital; aprender a aprender; competencias interpersonales, interculturales y sociales, y competencia cívica; espíritu de empresa y expresión cultural lo que significa que las competencias intrapersonales e interpersonales de la inteligencia emocional tienen mucho que aportar en este sentido

Con toda esta información, mi conclusión, a la espera de un futuro artículo de Javier Riaño desarrollando estas realidades, es la siguiente: Con este argumentario, que además seguro que aumenta en el devenir de la Economía…

¿pueden nuestras organizaciones, y nuestra sociedad en general, permitirse el coste de no incluir la Inteligencia Emocional como uno de sus procesos organizativos y aplicarla en todas sus rutinas?

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