Inteligencia emocional

Un libro blanco para acoger

He ido a dar un paseo por el monte Avril, en las cercanías de Bilbao, un otoñal domingo de noviembre.  Admiraba los árboles, que en otoño son una maravilla.  He podido contemplar cada árbol, cada uno es distinto: su altura, las características de sus ramas, la posición de sus hojas, incluso la forma de perderlas.

Mientras caminaba, me cayó al pecho, cerca al corazón, una hoja marrón. Un árbol que perdía una hoja, un árbol que me regalaba una hoja.

Mientras paseaba y contemplaba ese paisaje, me venían a la mente una serie de personas cercanas: hombres y mujeres cercanas, cada una con su nombre y su historia, que me regalan continuamente sus hojas al igual que aquel árbol. Personas que comparten conmigo sus vidas, sus lágrimas, sus alegrías, sus sueños, su dolor, su amor y me lo envían directamente a mi pecho: a mi corazón.

En febrero de este año, escribí una entrada en este blog sobre la necesidad de detenerme y escuchar, responder, detenerme ante el otro y escucharle a fondo (Restrepo, 2023). Sin embargo, cada vez más, soy consciente de que el mundo, y con ello digo las personas que lo habitamos, aunque creemos escuchar, hacemos más hincapié en la necesidad de ser escuchadas, y creo, que esta necesidad, la suplimos escuchándonos principalmente a nosotros mismos, a nosotras mismas.

Después de escuchar la entrevista a Pablo D´Ors sobre el “arte de perdonar” (El secreto a la felicidad, 2023), me preguntaba ¿Y yo dónde estoy? ¿Sé recibir esos dones que me hacen estas personas? ¿Sé acoger la narración de las demás personas o me quedo con mi propio relato?

Todas las personas tenemos nuestro propio relato, nuestra realidad, nuestra historia, nuestra vivencia, nuestra percepción.  Y ello nos lleva a elaborar juicios.  Y aunque queramos estar abiertos a las demás personas sin juicios, abiertas a su relato, a su historia, a sus vivencias, a su percepción, a sus sentimientos, lo cierto es que tenemos un filtro que colorea la narración de la otra persona según nuestro pozo personal.

No tengo una varita mágica para proponer, ya muchas personas y muchas corrientes lo han hecho. Pero mi reflexión, tras la escucha de la mencionada entrevista a Pablo D’Ors, me orientaba a dos puntos importantes:

Reconocer que tengo un filtro, reconocer mi carencia: eso implica humildad. No siempre somos un libro en blanco donde la otra persona pueda escribir, donde la otra persona pueda depositar lo que vive, lo que siente, lo que es. Pablo D’Ors , afirma “que lo primero que tenemos que hacer es permitir que el otro sea quien es, que no ha llegado donde está por casualidad, y muchas veces queremos que el otro sea como nosotros queremos y eso no es amor”.

Reconocer esta realidad, es un primer paso, que nos ayuda a reconocer sobre todo si pensamos que vivimos en una sociedad competitiva, donde el prestigio, el conocimiento, el reconocimiento, el éxito son los valores que nos rigen, con los que hemos sido educados, y con los que educamos a nuestras hijas e hijos.  A veces saber decir “no lo sé”, “tienes razón”, “explícamelo de nuevo”, puede ser un primer paso para una escucha auténtica, para una acogida auténtica.

Buscar silencio: vivimos en una sociedad de ruido interior y exterior que nos impide conectar con nosotros y nuestra esencia y con las demás personas. Hoy mientras paseaba por el monte, la ausencia de silencio externo, me llevó inicialmente a mucho ruido interior, pensamientos que iban y venían; poco a poco, fue llegando también el silencio interior: concentrarme sólo en la respiración, en los pasos, en el ruido del viento jugando con las hojas.

El silencio interior ayuda a acoger a la otra persona, así como es, con sus dolores y alegrías, con su sonrisa y su llanto, y sobre todo, sin juzgarle.

Estas dos reflexiones, estos dos pensamientos, me sirven para saber que aún me queda mucho por aprender, que tengo que ser un espejo para la persona que tengo en frente. Que muchas veces carezco de empatía, que no siempre soy asertivo, y que no siempre escucho, incluso a veces ni oigo [1]¸ que no siempre he perdonado.

Seguramente lo que hoy he querido compartir en este blog, lo habrán escrito grandes sabios, desde hace ya muchos años.  Para mí, simplemente es mi experiencia de hoy y con humildad quiero compartirla. Es mi reto personal, y sólo quería compartirlo.

Referencias

[1] Existe una diferencia entre escuchar y oír.  La RAE presenta las siguientes definiciones:    Oír: percibir por el oído [un sonido] o lo que [alguien] dice. Escuchar: prestar atención a lo que se oye. En líneas generales, el acto de escuchar, está orientado a interesarse por la otra persona, a compartir sus sentimientos y a entender lo que vive.

 

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