Inteligencia emocional

¡Señores: aquiescencia!

Fue como si los palos, los golpes, las patadas, lo puñetazos me los dieran a mí. Sentí como si los sufriera directamente en mis carnes y en mis huesos. Un duro y frío escalofrío me recorrió el cuerpo al mismo tiempo que un enorme desasosiego me invadía. Mis ojos negándose a seguir viendo aquella barbarie miraron para otro lado buscando algo agradable y hermoso.

Esto me ocurría viendo un reportaje televisivo, real, muy real, tan real como la vida misma. La brutal paliza que un grupo de personas estaba dando a un hombre, solo, indefenso. Paliza hasta la muerte en las calles de Chicago.

Pero bien pudiera tratarse de cualquier punto del planeta. La violencia, la agresión, la brutalidad, la más absoluta falta de respeto a la vida no tiene fronteras.

No tenemos más que ver los telediarios, leer la prensa diaria para constatar la permanente violencia humana. Guerras, asesinatos, terrorismo, matanzas y todo tipo de agresiones y violencia, incluida la de género que nos trae desgraciadas noticias a diario.

Hoy sin ir más lejos la prensa publica esta noticia: “El ejército baña en sangre Guinea Conakry”. Pero es una más de las muchas que acontecen diariamente en un continuo despliegue de cólera, ira, rabia, amenaza, miedo y vergüenza.

Y esto me hace recordar la acertada intervención de Igor Fernández (Sycom) en la presentación de un bonito proyecto de aplicación práctica de Inteligencia  Emocional en un ámbito muy dado a desarrollar actitudes violentas y agresivas, el deporte.

El comentario en concreto fue: “Nuestro cerebro – el de la especie humana –  no se ha adaptado a una situación de Paz. Sigue funcionando primariamente“.

¿Qué nos ocurre en el cerebro?. ¿Por qué nos es tan difícil a los humanos trabajar, cooperar y colaborar en paz y para la paz, comportarnos pacíficamente?

Una de las máximas aspiraciones de los humanos es la búsqueda de la felicidad, entonces, ¿por qué andamos el camino en dirección contraria?

¿Por qué hay tanta agresión en el mundo?.¿Es posible alcanzar la felicidad plena?

Nos dice Zigmunt Bauman en “El Arte de la Vida” que estas preguntas han dejado de importarles a los jóvenes. Y nos aporta una interesante reflexión: “Si continuamente nos preguntamos ¿de dónde viene la agresión? es porque tenemos ganas de hacer algo al respecto. Queremos saber dónde están las raíces de la agresión porque nos produce un fuerte y negativo sentimiento, queremos luchar contra ella, no podemos soportar un mundo lleno de agresividad, inadecuado para la vida humana y por esta razón injusto.

Desde que el hombre es hombre (si es que los somos) toda la historia está jalonada de hitos y efemérides basadas en la violencia; continuas y permanentes guerras, invasiones y asedios. Si en algún momento ha existido la mínima posibilidad de cambio, oscuros intereses han hecho revertir la situación por medios macabros y violentos. ¡Y es de obligado aprendizaje en la escuela!.

Si hay guerra en algún punto del planeta, la ONU envía “un contingente de fuerzas de pacificación”. ¡Toma ya!, con medios y armamento bélico y con absoluta disposición a utilizarlos, prosiguiendo con la situación de guerra, destrucción y muerte.

¿Cuándo se enviará un contingente de pacificadores sin armas, sólo con la palabra y otras acciones pacíficas?.

Quizás necesitemos a personas como Julio Martín Aguado, periodista y “pacificador” de “Caballeros de Fortuna” de Luis Landero. Ante cualquier disputa, peleas o pleitos callejeros, se interponía entre la gente y con un extraño don gritaba: “¡Señores: aquiescencia!” y milagrosamente cada cual se retiraba cesando la violencia.

Desde un punto de vista sociológico, Marc Howuard en su obra “La cultura del conflicto” nos apunta a que una socialización rigurosa dificulta a lo largo de la vida el establecimiento de lazos con los demás, las duras experiencias físicas y emocionales producen poderosos sentimientos de culpabilidad y ansiedad que son externalizados y proyectados sobre otros”.

“La violencia en muchos casos llega la sofisticación, muestra de de una mala adaptación humana. Desde un potencial de forma económica, la violencia no debería ser necesaria. Debemos cambiar competitividad de especie por la competencia y eficacia solidarias. Si somos los más competentes no tendremos que competir con nadie”. Así se manifiesta el Director de Atapuerca,  Eudald Carbonell en “El nacimiento de una nueva conciencia”.

¿Dónde se esconde el conocimiento que facilite la colaboración y solidaridad humana,  que alumbre el secreto de la felicidad?

Un pensamiento sobre “¡Señores: aquiescencia!

  1. josetxo

    No es cierto que busquemos la felicidad. Anhelamos el poder (ya sea vía dinero u otras) y la satisfacción al ser posible inmediata de nuestros sueños inconfesados. Somos diablos a los que nos aburre la paz, nos atraen los tunantes, nos hastían los virtuosos y en la vida de pareja nos unen los pequeños pecados compartidos. Pero lo más curioso de todo es que mejoramos mantenidamente y lo hacemos a pesar de nosotros mismos y de nuestra natural tendencia a la involución. ¿Una paradoja de la Evolución?. No lo creo. Saludos.

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