Inteligencia emocional

Sobre los talentos

Recientemente he impartido una conferencia en un encuentro de jóvenes del Movimiento de los Focolares con edades comprendidas entre 13 y 17 años. Llevaba por título: “Descubrir mis talentos y ponerlos al servicio de los demás”. Comparto aquí las ideas principales de la misma.

La pregunta de fondo era: ¿Cuáles son mis talentos? La respuesta a esta pregunta es de vital importancia cuando la persona está planteándose qué hacer con su vida, qué estudiar, a qué dedicarse. Hay otra pregunta muy relacionada con la anterior que conviene hacerse primero: ¿Qué es la inteligencia?

Howard Gardner y sus colaboradores (Universidad de Harvard), revolucionaron la visión sobre la inteligencia con su Teoría de las Inteligencias Múltiples. Identifican la inteligencia con la capacidad de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una o más culturas. Describen distintos tipos de inteligencia, más allá de los dos tipos a los que el sistema educativo ha dado prioridad, lingüístico-verbal y lógico-matemática (basta ver el tiempo destinado a esas materias en los planes de estudio de las distintas etapas preuniversitarias). Además de las mencionadas inteligencias incluyen la corporal-cinestésica, musical, visual-espacial, intrapersonal, interpersonal (que unida a la anterior constituiría lo que se conoce como inteligencia emocional) y la naturalista. No hay personas más inteligentes que otras, sino que hay diferentes inteligencias y unas personas destacan más en unas que en otras. Los talentos son diversos: cada persona brilla con una luz única e inigualable. Aunque, es innegable que algunas de las inteligencias lucen más que otras en Instagram (y esto es algo que preocupa mucho a la juventud).

María Belón, médico y psicoterapeuta, es mundialmente conocida porque inspiró la película Lo imposible. En ella se cuenta la experiencia que vivió con su marido y sus tres hijos en 2004 en el tsunami que arrasó el sudeste asiático. “Me veo sola y, de repente, dices: «¿Y por qué? Y, sobre todo, ¿para qué? ¿Para qué la vida me ha dejado sola?». En ese momento, me acordé de esa pregunta que yo tantas veces me había hecho en la vida de: «¿Para qué? ¿Cuál es el sentido de la vida?». Leyendo tantos libros, buscándolo en tantos lugares. Y en un lugar tan extraño y complejo, la vida te responde. La vida te responde: «Pues el sentido de la vida es amar»” (AprendemosJuntos, 2021). En las encrucijadas de la vida se nos presenta con fuerza la pregunta sobre el sentido de la vida. Coincido en que el gran sentido de la vida es amar. Y el amor se traduce en obras. Es importante descubrir los talentos que tenemos. Y más importante aún ponerlos al servicio de otras personas. Los dones que cada persona ha recibido no son para atesorarlos, sino para compartirlos.

Hay un concepto japonés muy interesante que tiene mucho que ver con los talentos: el Ikigai, que podríamos traducir como la razón por la que me levanto cada mañana, el sentido de propósito. Sería ese punto en el que confluyen aquello que me gusta, aquello que el mundo necesita, aquello que se me da bien y aquello por lo que me pueden pagar y puedo obtener un medio de vida. Es importante que confluyan las cuatro variables (Hara, 2020). Si falta aquello que me gusta puede ser muy aburrido; si falta aquello que el mundo necesita no tendríamos propósito; si no se me da bien puedo sentirme fracasado o fracasada; y si no me pueden pagar por ello seré feliz, pero muy pobre.

Seiiti Arata señala cinco pasos importantes para que cada persona encuentre su Ikigai: 1) Empezar pequeño (centrándote en un área de tu vida, poco a poco y de forma constante); 2) Liberarse de ideas preconcebidas que no estén alineadas con lo que quieres; 3) Buscar armonía y sostenibilidad; 4) Sentir alegría por las cosas pequeñas (condicionar la felicidad a grandes logros genera mucha insatisfacción); 5) Vivir en el momento presente, el aquí y ahora (es importante disfrutar del viaje, no solo de alcanzar la meta).

Hace unos años, escribí una entrada titulada A un hijo que empieza la universidad, cuando mis hijos entraban en esa fase. Lo allí recogido se podría aplicar también si la opción es otra, formación profesional, por ejemplo. La primera, y principal idea, era que había llegado su momento. Hay unos versos del poema Invictus, de William Ernest Henley (1849-1903), que reflejan a la perfección esta idea: “soy amo de mi destino, /el capitán de mi alma”. Este es un lema para grabárselo a fuego. Cada uno tiene que coger las riendas de su vida y responsabilizarse de la misma. Terminaba la entrada diciendo: “si te equivocaras, si por el camino vieras que ahí no está tu futuro, no tengas miedo en rectificar. Yo te apoyaré, aunque refunfuñe un poco… Lo más importante para mí es que seas una buena persona y estés a gusto con lo que haces…”. En la transición al mundo adulto, en el camino de la vida, normalmente no estamos solos, no estamos solas. Siempre suele haber alguna persona a la que poder acudir y con la que poder contar. Hay momentos en los que vamos a necesitar del consejo, apoyo, incondicionalidad y aliento de otras personas.

Alvin Tofler (citando a Herbert Gerjuoy, en El shock del futuro) señala que: “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender”. En la vida tenemos mucho que aprender y también que desaprender. En ocasiones tenemos instalados pensamientos, ideas, sentimientos o conductas de los que tenemos que deshacernos, y eso no es nada fácil. “Para aprender hay que querer. Para desaprender hay que querer mucho más… hace falta humildad” (March Cerdà, 2019).

Encontrar el Ikigai, que puede cambiar a lo largo de la vida, es un proceso. No es algo a lo que se llegue de forma inmediata. Es este proceso es clave: Observar (mirarse de forma sincera, compasiva y profunda) y preguntarse (sin buenas preguntas no puede haber buenas respuestas; no cuestionarnos nos narcotiza). Y también es necesario, por un lado, hacer silencio (para mirar dentro y lejos) y también interactuar con personas que nos conocen y nos quieren bien (nos pueden ayudar a poner en valor lo que somos y lo que hacemos). A continuación, incluyo una ficha que puede ayudar en este importante trabajo personal.

Ficha para el trabajo personal (Adaptado de Alcolea, 2020)

A continuación, encontrarás 10 preguntas que te pueden ayudar a encontrar tu Ikigai. Es importante que contestes de forma exhaustiva (apunta cualquier idea o actividad, aunque te parezca extraña). Olvídate de los límites de la vida real (creencias limitantes, expectativas de otras personas, etc.). Cuanto más sincera/o seas contigo misma/o más información valiosa para ti recogerás.

Ten presente dos cosas: 1) Te puede llevar tiempo encontrar tu Ikigai, es un proceso; 2) Es importante encontrar el equilibrio (pasión – misión – vocación – profesión)

  1. ¿Sobre qué acciones recibes elogios de los demás?
  2. ¿Qué actividades te hacen disfrutar?
  3. ¿Qué haces para conectar contigo misma/o?
  4. ¿Con qué crees que puedes aportar, en mayor medida, a otras personas?
  5. ¿Qué actividades realizas con las que pierdes la noción del tiempo?
  6. ¿Qué cosas harías gratis cada día?
  7. ¿Qué actividades no te quitarías jamás en tu vida?
  8. ¿Qué cosas crees que has hecho siempre bien sin darte cuenta de ello y sin pararte a pensar que no todo el mundo las tiene?
  9. ¿Sobre qué temas investigas más en Internet o hablas con otras personas?
  10. ¿Qué crees que has venido a aportar al mundo?

Añadido: Piensa en personas que tienes como modelo. ¿Qué talentos tienen y qué aportan al mundo?

Referencias

 

 

 

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