Inteligencia emocional

Personas, bien común y competitividad

En un contexto competitivo global, en el marco de la Sociedad del Conocimiento, el valor de la persona se presenta como un elemento central para el progreso de países y territorios tanto por tu componente ético como por su relación con la competitividad de los mismos. Entender la lógica económica y la lógica social como elementos indispensables de la realidad humana hace que la persona cobre un nuevo valor en el ámbito organizativo relacionando el necesario incremento de la productividad por un lado y la orientación al bien común por el otro, marcando un nuevo marco de desarrollo competitivo.

Incremento de la productividad que deberá estar fundamentado, como nunca lo ha estado hasta ahora, en el conjunto de personas que trabajan en organizaciones y empresas debido a la necesidad de que aporten no ya su fuerza, ni tan siquiera una buena calidad en productos, servicios y procesos, sino también y, sobre todo, conocimiento y el deseo de compartirlo.

Esta exigencia viene dada por el cambio que se está dando en escenario mundial donde los costes de mano de obra directa y la facilidad de acceso por parte de las empresas a los países donde éstos son más bajos están haciendo que la deslocalización industrial sea una realidad doliente para muchos territorios que a su vez necesitan imperiosamente una apuesta de progreso basada en una competitividad centrada en la innovación y el conocimiento. Una nueva forma competitiva que debe enraizar tanto en los valores de directivos y políticos como de mandos intermedios y trabajadoras y trabajadores de las bases operativas de todas las organizaciones. Valores que deben arraigar en la propia sociedad posmoderna.

Para conseguir que este nuevo protagonismo que deben tener las personas deje de estar en el ámbito del discurso y pase a conformar una de las presunciones básicas de la cultura competitiva y social de organizaciones y territorios, para impulsar la participación de todas las personas, de todos los satakeholders, se hace necesaria una nueva forma de entender la organización, un nuevo estilo de gestión, un estilo de liderazgo colaborativo que permita y potencie la participación de las personas en las organizaciones, en definitiva una nueva filosofía de empresa.

Una nueva filosofía que deberá tener presente que la principal fuente de ventaja competitiva se traslada a cada una de las personas que componen su organización.  Personas complejas, racionales, emocionales, interesadas, altruistas y todos los calificativos que se puedan añadir pero que tienen dentro el embrión de la nueva competitividad: el conocimiento. Un conocimiento, además, que de por sí no será suficiente, sino que deberá aflorar, ser compartido y fertilizado con las ideas de otras personas lo que hará que se vaya generando el proceso de innovación orientado a la generación de valor, un valor compartido. Conocimiento que no podrá ser exigido, sino entregado y compartido a través del deseo de participación y trabajo por un bien común.

En este contexto, consideramos que los gobiernos deben contemplar y potenciar la competitividad de forma inteligente a través de la puesta en valor de su valor fundamental: las personas. El modo será el planteamiento, difusión, formación y evaluación de un liderazgo colaborativo que marque la filosofía y estilo de gestión que generará un proceso de innovación social que potenciará el progreso de personas, organizaciones y territorios.

 

 

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