Inteligencia emocional

Asco moral

Hoy nos visita nuevamente el Asco, pero en esta ocasión en su faceta de Asco Moral. Como en el post anterior, lo haré a partir de la narración de Aurel Kolnai y presentaré algunas de las múltiples versiones que presenta el asco.

Pero antes de proseguir plantearé la siguiente pregunta que se incluye en El Blog de FOROTOC, Un espacio para tratar el Trastorno Obsesivo Compulsivo. ¿Por qué se ha tardado tanto en poner la atención al Asco? Es curioso, porque del análisis exhaustivo que hicieron B. Olatunji y D. McKay (en su libro El asco y sus trastornos), no ha existido ningún artículo de referencia hasta los años 90 hablando específicamente sobre el asco; mientras que otras variedades de emoción, como la ansiedad, la felicidad o la ira, se pueden contar a centenas.

Ellos plantean 4 razones básicas:

  1. Porque nunca se le ha visto interés alguno y el tiempo se ha dedicado en otros temas más destacables y perturbadores (como el miedo).
  2. Porque se veía difícil de observar y estudiar en laboratorio.
  3. Porque siempre se ha asociado a unos comportamientos demasiado específicos (como el comer) y precisamente el tema de la comida ha estado muy apartado hasta hace relativamente poco tiempo.
  4. Quizá la más interesante de todas las razones: Porque a los investigadores les da asco tratar sobre el asco. Una conducta evitativa a gran escala.

 

En esta línea de emoción evitada y olvidada, se expresaba con acierto nuestro amigo Iñaki Pérez, allá por 2015 en un post  de este mismo blog  “Me tenéis olvidada, …”

Por otra parte, parece ser que el primer libro tratando sobre el asco específicamente, fue creado por William Ian Miller en 1997: Anatomía del Asco.  William Miller se embarca en un viaje fascinante al mundo de la repugnancia, mostrando cómo aporta orden y significado a nuestras vidas, incluso cuando nos horroriza y nos rebela nuestra noción del yo, íntimamente dependiente de nuestra respuesta a las excreciones y secreciones de nuestros cuerpos.

Y es precisamente en el cuerpo donde residen algunos ascos, como el asco al “hombre musculoso”, a la brutalidad, esa energía corporal de carácter agresivo, violentador e incitador, que son cualidades indispensables para la producción del asco. Muchas personas considerarán estas imágenes como asquerosas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para Colin MacGinn (El significado del asco), al sentir asco hacia nosotros mismos como especie, nos situamos ante un tenso dilema emocional: nos admiramos por nuestros logros, pero también experimentamos un sentimiento de repulsión hacia nuestra necesaria naturaleza orgánica.

Y qué diremos del asco a la sexualidad desordenada, en palabras de Kolnai, se trata de una vitalidad que hierve y arde en sí misma, tanto como irrefrenable impulso sexual, como asquerosa atracción y excitación sexual.

Y de esta manera, fruto de la cultura, algo de carácter natural, lo convertimos en asquerosidad moral. Cuántas veces habremos oído en palabras de personas allegadas ante la visión de pornografía, o en cualquier charla o explicación sobre sexo, aquello de ¡qué asco, por favor!

Esta perspectiva cultural de las emociones, que está presente en las corrientes teóricas de la sociología de las emociones (véase Arlie R. Hochschild), aboga porque unos de los orígenes de las emociones está en la cultura y socialización de los sujetos.

En este línea, Iñaki Pérez en “Me tenéis olvidada”, cita a Rozin y Fallon quienes califican al asco como “la emoción de la civilización”, por la adquisición de emociones y valores motivados por la cultura y la historia social.

También es cultural un asco mayor y específico que sentimos hacia el incesto entre hermanos. Y aquí, Kolnai introduce un elemento clave, la cuestión ética de cuándo debe ser concebido un comportamiento como moralmente malo, o al menos desordenado, ante el que se siente asco, la sexualidad perversa, poligámica, que se presenta como hostil a la vida con presencia de amoralidad sexual. Se trata de un exceso de vida desordenada, algo sucio, húmedo, espumoso, insano.

De aquí la aparición del asco ante la inmoralidad en tanto que ésta se nos presenta como ensuciamiento de la vida y de los valores. En esta suciedad asquerosa de los valores, aparece otra de las facetas del asco, la mentira.

Asco, aversión que nos estremece al comprobar algo mentiroso. La mentira es hostil. Cuando sabemos, escuchamos alguna declaración que percibimos como deliberadamente falsa, entra en juego la asquerosidad de la mentira, que contempla agresividad oculta, escurridiza. Metafóricamente, aquel que miente es etiquetado como culebra, gusano, lombriz.

 Mentir es asqueroso, sí, pero más asqueroso es engañar mediante la falsa presentación de verdaderos valores, los cuáles sirven de máscaras para encubrir el interés del dinero, u otros intereses partidistas. Un hecho con una especial suciedad que presenta una Imagen pastosa, podrida, que se introduce corrosivamente.

De este modo, damos entrada a un hecho social de especial asquerosidad a la que parece que nos estamos acostumbrando. La mentira da paso a la corrupción.

 En estos tiempos que nos ha tocado vivir no podría faltar en una conversación asquerosa. La corrupción no sólo es algo que la humanidad considera sucio, por tanto, asqueroso, porque falsea los valores más altos. La corrupción también tiene connotaciones de infidelidad y de traición, algo que es realmente asqueroso.

Un aspecto especial de la corrupción es que desaloja, sustituye altos valores como la honradez, la honestidad, el bien público, la confianza y la convicción y muestra un característico brillo de putrefacción.

En este sentido, para Kolnai es digno de mencionar a la falta de nobleza, a la “vitalidad de la grosería” sin límites ni ideales. En la corrupción el único ideal es el dinero, fruto de la avaricia y la codicia, emociones que también presentan rasgos asquerosos.

Unida a la asquerosidad moral de la mentira y la corrupción, aparece la asquerosidad de la blandura moral, de la flaqueza de carácter, de la incapacidad de voluntad firme, de perseverancia o de tomar posición ante las injusticias. Todo lo cual puede ser fruto de la indolencia y de todo aquello que muestra falta de solidez moral.

Kolnai nos habla de la función ética del asco, el papel del asco en la repulsa moral, el asco alude a lo malo, señala la presencia de una cualidad especial, lo inmoral, lo pútrido moral.  La putrefacción moral ataca a lo más íntimo, a lo más valioso de la persona y lo hace brillar en un moho espumoso, un brillo especial del que se suelen envolver aquellos que tienen algo de encantador y atrayente y con el cual son capaces de engañar asquerosamente.

Otro aspecto interesante que subraya Kolnai es que el asco no debe fundamentar ninguna intención de destrucción contra el objeto (o sujeto) asqueroso, el asco no debe decir: eso hay que destruirlo. Eso sería que el asco por sí solo determina nuestra postura frente al objeto, el asco no debe apagar el amor hacia una persona o hacia los objetos de representación cultural, lo cual indicaría la estupidez naturalista inmoral, prejuicios, fanatismos, etc.

El asco moral tiene que ver con un asco invisible, un asco diseñado a medida por nuestros pensamientos, creencias y convenciones sociales. El ejemplo más clásico es el rechazo que provoca a la mayoría de la gente vestirse voluntariamente una prenda de una persona odiada. En este caso, ya no solo es un problema de contagio por riesgo de contaminación de gérmenes, sino de contagio de “valores morales”. Unos ¿valores? de los que no queremos contagiarnos por pútridos.

Ahora bien, ni el olor a carroña se transforma de repente en olor agradable, ni se transforma lo asqueroso en algo atractivo. Por eso, el asco no debe considerarse como un extravío de la vida humana, es una emoción legítima, útil, llena de sentido, pero no debemos darle paso libre de forma incontrolada, porque puede obstruir el camino a muchas cosas de valor en la vida e impedirnos hacer cosas nobles, el asco, en palabras de Kolnai, necesita examen y pulimento.

Con ello, Kolnai nos quiere decir que el asco hay que aceptarlo como a todas las emociones, puesto que también nos ayuda, pero regulado, manejado de manera adecuada e inteligente.

Termino esta serie asquerosa con fragmentos de un poema de Franz Werfel, que Kolnai incluye en el texto, muy apropiado, que sirve de metáfora a tanta y tanta putrefacción moral a la que asistimos en los últimos tiempos.

Espantosa, enmarañada, delante de nosotros, fluía

una corriente de carroña, sobre la cual brillaba el sol.

Me llamé amor, y ahora me ataca también

este vómito ante la ley más asquerosa

Se inclinó furioso y hundió

Las manos en los insectos de la corrupción;

y, ¡ay!, de rosas un olor, un profundo olor,

se levantó de la blancura.

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