Inteligencia emocional

LA DOMADORA DE OGROS

Recientemente hemos realizando unos talleres sobre Interculturalidad y empatía en un colegio de La Coruña. En este post voy a relatar una experiencia  en concreto que ha sucedido en una de las jornadas y que ha sido realmente emocionante.

Desde el Ayuntamiento, solicitaron nuestra formación sobre el programa T-Empathy que llevamos desarrollando desde  los últimos cuatro años sobre la prevención de la violencia entre iguales. Siempre que hemos puesto en marcha estos talleres, de forma espontanea han ocurrido cosas curiosas y esta ocasión, no ha sido una excepción.

Organizadas por el consistorio, el colegio lleva a cabo, desde hace nueve años, una semana de actividades relacionadas con la interculturalidad y en esta ocasión como digo, nos pidieron que incorporásemos algunos de los elementos del programa T-Empathy para todo el ciclo de primaria.

En una de las aulas donde fuimos a impartir estos talleres, se encontraba una niña de nueve años que llamaremos ficticiamente Hamida. Al entrar en el aula los menores que allí se encontraban, se veían expectantes ante lo que iban a hacer, con curiosidad y cierto nerviosismo. Nos llamó la atención una niña sentada en su mesa con una mirada triste y sentada en una posición extraña que llamaba especialmente la atención. Sin reparar mucho más se empezó con la presentación de la actividad y de los integrantes del grupo que la iban a llevar a cabo. Luego se pidió a los alumnos y alumnas que hiciesen lo propio y cuando llegamos a Hamida su cara seguía sin mostrar un atisbo de curiosidad o alegría, ni si quiera de aburrimiento. Seguíamos observando claramente una expresión de tristeza.

Después de realizadas las presentaciones protocolarias, empezamos con la actividad en cuestión. Se hablo de las emociones, de la empatía, de lo que nos hace diferentes y de los Ogros que es una de las señas de identidad del proyecto T-Empathy que desarrollamos. Lo que nosotros llamamos Ogros, no es más que la representación de las razones básicas por las que alguien puede justificar o ejercer daño o violencia sobre las personas.

Pasados unos minutos del taller, Hamida delante de todos y sin que nosotros lo tuviésemos previsto, expuso la causa de su tristeza. Expresó como había sido burlada y humillada por sus compañeros y compañeras durante mucho tiempo por un tema físico (el Ogro Perfi). Al levantarse observamos con claridad que le faltaba parte del brazo izquierdo. Se hizo un silencio y ella siguió exponiendo sus emociones y pensamientos. Como se había sentido y que aún teniendo en su casa una prótesis para ese brazo, nunca se la había puesto por vergüenza a pesar de que sus padres le insistían, ella se negaba en rotundo. En ese momento nuestra compañera Marta recogió estas palabras, paró la actividad y expusimos de forma clara los procesos emocionales que estaban detrás de esa situación y al cabo de unos minutos los compañeros y compañeras empezaron a admitir y a confirmar lo que Hamida había relatado.

Después de dedicar el resto de la actividad a trabajar sobre esto, Hamida decidió que iba a ponerse la prótesis al día siguiente. Las emociones de los adultos que allí estábamos fluían con naturalidad y nos mostramos muy ilusionados ante este cambio de actitud.

 

Al acabar la jornada y cuando nos reunimos para valorar ese día, solo podíamos hablar y comentar lo que en aquella clase había sucedido. La valentía de la pequeña Hamida de enfrentarse a sus compañeros explicando lo que le había sucedido, nos dejaba sin palabras y esperábamos con cierto nerviosismo el inicio de la jornada siguiente y si efectivamente Hamida llegaría al colegio con la prótesis que nunca antes se había puesto.  Por otro lado, también éramos conscientes de que podría pasar que después de la exposición emocional que se dio en esa aula  y con el paso de las horas, la niña volviese a sentirse insegura y temerosa lo que podría hacer que no decidiera llevarla puesta al colegio.

A la mañana siguiente y cuando llegamos al centro, cierto hormigueo y expectación se notaba en todos nosotros.  Cuál fue nuestra sorpresa cuando la niña se presentó con la prótesis puesta y con una sonrisa que iluminaba su preciosa carita, la cara de una preciosa niña marroquí. El acto de valentía que mostro es un ejemplo para todos. La valentía de enfrenarse a lo más temido, delante de sus compañeros y compañeras, delante de unos adultos extraños que habían llegado el día anterior para hablar de Ogros, de Empatía, de emociones. Con este gesto, Hamida se había convertido sin lugar a dudas y por derecho propio en un miembro más del club de los domadores y domadoras de Ogros.

 

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