Inteligencia emocional

A veces…


La semana pasada vi cómo la última hoja del calendario del año que se fue caía y estrenábamos uno nuevecito con sus páginas intactas. Como perro apaleado, lo miré con recelo con la aviesa intención de abrirlo y deshojarlo rápidamente para escudriñar cómo serían el nudo y el desenlace de ese nuevo ejemplar compuesto por 365 anversos y reversos. Más que nada por estar al menos algo preparado o prevenido.

Me vinieron a la mente los días en los que nacieron mi hijo y mis tres hijas: 13 de mayo, 3 de marzo, 22 de enero y 4 de octubre. Cada fecha, cada una de esas hojas, inserta en el calendario de su año respectivo. Diferentes los años y diferente mi vida en cada uno de ellos. Muy diversas también las posteriores trayectorias vitales de cada uno de los cinco…

En esas andaba, cuando volví a oír por la radio la conocida leyenda Cherokee de los dos lobos:

Érase una vez, en una noche hermosa con un cielo estrellado maravilloso y contemplando el fuego de una gran hoguera, un viejo cherokee que estaba enseñando a su nieto de qué iba la vida.
Anoki, en nuestro interior hay una lucha entre dos lobos. El primero es oscuro de piel. Es el miedo, la envidia, la ira, la pena, el remordimiento, la avaricia, la arrogancia, la autocompasión, la procrastinación y el ego.
El segundo es de piel clara. Es el amor, el ser positivo, la alegría, la confianza, la esperanza, la paz, la humildad, la serenidad, la empatía, la verdad y la compasión.
 Entonces Anoki, imaginándose a esos dos lobos en dura batalla forcejeando en su interior, preguntó intrigado…
 – Y abuelo, ¿cuál de los dos va a ganar?
 A lo que el viejo sabio cherokee, mirando a su nieto con una sonrisa sabia y serena respondió:
 – Aquél al que más alimentes, Anoki. Ése, es el que ganará…

Pensé entonces en los míos, en mis lobos. Descubrí que los dos seguían conmigo y que ninguno había muerto de inanición… Muy a mi pesar y en contra de lo que yo creía, en distintos momentos de mi vida había alimentado alternativamente a ambos, a uno más que a otro según la ocasión, y cada uno seguía luchando por ser el (o la) alfa de mi pequeña manada. De mí seguía dependiendo quién la lideraría finalmente, sin eliminar a ninguno de los dos por el camino.

Pensé también en mis hijos, en qué iba a dejarles de útil para sus vidas. Caí en la cuenta de que tanto los días del año recién estrenado, cuanto las páginas que quedan aún de nuestras vidas, estaban todas por escribir…

Joan Manuel Serrat – Esos locos bajitos
https://youtu.be/eGYt7rfGN6M?si=StWsXayVj9fLSpBR

A menudo los hijos se nos parecen
Así nos dan la primera satisfacción
Esos que se menean con nuestros gestos
Echando mano a cuanto hay a su alrededor

Esos locos bajitos que se incorporan
Con los ojos abiertos de par en par
Sin respeto al horario ni a las costumbres
Y a los que, por su bien, hay que domesticar

Niño
Deja ya de joder con la pelota
Niño, que eso no se dice
Que eso no se hace
Que eso no se toca

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma
Con nuestros rencores y nuestro porvenir
Por eso nos parece que son de goma
Y que les bastan nuestros cuentos
Para dormir…

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
Sin saber el oficio y sin vocación
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
Con la leche templada
Y en cada canción

Niño
Deja ya de joder con la pelota
Niño, que eso no se dice
Que eso no se hace
Que eso no se toca

Nada ni nadie puede impedir que sufran
Que las agujas avancen en el reloj
Que decidan por ellos, que se equivoquen
Que crezcan y que un día
Nos digan adiós…

Un pensamiento sobre “A veces…

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