Inteligencia emocional

La Ira. ¿Perdemos los papeles?

Notamos como el ritmo cardiaco se acelera, la respiración es más rápida, la presión sanguínea aumenta, aumentan los niveles de adrenalina y noradrenalina…..nuestra mente no piensa, ¡¡¡¡ solo reacciona!!! Son los síntomas físicos de una emoción universal que puede condicionar nuestras relaciones y bienestar emocional. Hablamos de la Ira.

La ira puede tener diferentes intensidades, desde una leve irritación, hasta la furia o rabia intensa,  y también diferentes expresiones, desde un comportamiento pasivo (o hacia dentro) hasta un comportamiento agresivo (hacia fuera). En cualquiera de los casos, es percibida por la gran mayoría de las personas como una emoción que está muy presente en nuestras vidas y que todo el mundo considera clave, su necesidad de regulación adecuada.

Ira

La ira puede no ser negativa, siempre que no caigamos en lo que se ha venido denominando “secuestro emocional”. Una reacción de nuestro cerebro emocional, o sistema límbico de nuestro cerebro (nuestra parte más instintiva), el cual nos lleva a reaccionar y comportarnos de un modo puramente irracional y que puede tener consecuencias muy negativas para nosotros y para los demás. La manera instintiva de expresar ira es agresivamente, ya que es una respuesta natural que nos ayuda a luchar y defendernos cuando nos sentimos  atacados. Pero no podemos atacar atacar físicamente a todo lo que nos molesta.

Por otro lado, también podemos canalizar la energía de la ira o la rabia, en actividades más constructivas, orientado nuestras conductas hacia el logro de los objetivos propuestos. Por ejemplo, aprovechar la ira o indignación que nos puede causar la actual clase política, para formar un nuevo partido que pretenda transformar el panorama político actual.

Por lo tanto, en este punto, es importante diferenciar entre dos aspectos:

  • Ser conscientes de cómo nos afecta a cada uno de nosotros la ira; y hablamos aquí de la frecuencia, intensidad y/o duración de dicha emoción y las reacciones fisiológicas que van asociadas; que es un aspecto muy importante, y que es clave en los procesos de regulación.
  • Ser consciente de “que hacemos con ella”, es decir, como la expresamos de modo habitual. Y hablamos aquí de la respuesta que damos a esos estímulos ambientales y los tipos de estilos de afrontamiento que utilizamos.

En este sentido cabe  mencionar tres estilos (Johnson, 1990)

  • Ira interna: la persona experimenta un intenso sentimiento de irritación, furia y/o enojo que tienden a suprimir más que a expresarlos verbal o físicamente. Es decir, se sufren los síntomas pero no se dice o hace nada.
  • Ira externa: la persona experimenta intensos sentimientos de enfado y los manifiesta a través de conductas agresivas verbales o físicas dirigidas hacia otras personas.
  • Control de la ira: ante la experiencia intensa de enfado o furia, el individuo tiende a buscar y poner en marcha estrategias cuya finalidad es reducir la intensidad y duración de esos sentimientos así como resolver el problema que los ha provocado. Es decir trata de tomar medidas de modo activo y voluntario para no actuar de modo impulsivo.

Y es aquí donde debemos incorporar medidas que nos ayuden a frenar ese impulso irracional. Algunos de los elementos que más pueden ayudar a la hora de incorporar mecanismos de regulación emocional son los siguientes:

  • Prestar más atención a las señales físicas que nos indican que estamos muy enfadados.
  • Identificar los estímulos más significativos que hacen que se desencadene en nosotros la ira
  • Detener el impulso que pone en marcha la respuesta agresiva, mediante autoinstrucciones
  • Tomarte un tiempo para calmarte física y emocionalmente.
  • Desarrollar habilidades sociales, como la comunicación asertiva, que permitan manejar situaciones problemática de un modo más adaptativo.

 

¿Y tú, que haces para manejar tu ira?

 

 

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