Inteligencia emocional

Privatizar lo emocional

Privatizar lo emocional

Privatizar lo emocional

Son muchas las ocasiones que en el espacio de este blog ciencia y ética se han estado dando de la mano. El punto de vista humanista de la aplicación de los conocimientos científicos nos lleva a buscar un uso de éstos que sirvan para el avance tanto individual como colectivo.

Aprovechando el calor de las tardes de este verano quiero compartir con todos vosotros algunas reflexiones en torno precisamente a esto, al uso ético de los conocimientos sobre la inteligencia emocional. Para ello y, todo hay que decirlo, causado por ello, me basaré en algunos trabajos que me han interesado mucho del filósofo surcoreano Byung-Chul Han. Dentro del conjunto de frases que me han impactado me quedo con las siguientes:

“La escucha tiene una dimensión política. Es una acción, una participación activa en la existencia de otros, y también en sus sufrimientos.”

“La alborotadora sociedad del cansancio es sorda.”

“La actual crisis temporal no es de aceleración, sino la totalización del tiempo del yo. El tiempo del otro no se somete a la lógica del incremento del rendimiento y de la eficiencia, la cual genera una presión para acelerar.”

“La estrategia del dominio consiste en privatizar el sufrimiento y el miedo, ocultando con ello su sociabilidad, es decir, impidiendo su socialización, su politización”.

Os invito a seguir leyendo sus reflexiones en su libro “La expulsión de lo distinto” en la Editorial Herder.

 

ESCUCHA

La primera reflexión que me viene es acerca de la escucha. El tiempo que nos dedicamos tengo la impresión de que disminuye cada vez más, así como la calidad de éste. Quedamos con otras personas, sí, a tomar algo, a hacer deporte o para ir de compras.  Pero no puedo dejar de ver en ellos un modelo más parecido a reuniones con guiones predeterminados, que a encuentros entre congéneres o hermanos (tomando prestada la acepción religiosa de la palabra).

En nuestras sociedades urbanas y tecnológicas sospechamos del azar de lo fortuito. De hecho, cuando se da de manera inevitable, nuestra inseguridad (o miedo a los desconocido) genera una actitud que no suele permitir la escucha, salvo que haya ciertos elementos que favorezcan la identificación del otro como “uno de los nuestros”. La escucha, así, se convierte en una transacción necesaria para mi propio beneficio o el de mi grupo. Pierde la gratuidad, la espontaneidad del que forma parte de una comunidad con el otro, ese prójimo que no conozco pero con el que me se conectado.

Sanitarios doblando la curva

La crisis reciente derivada de la pandemia nos ha ayudado a entender un poco mejor esa dimensión comunitaria. Ha sido a través del reconocimiento del valor de miembros de nuestra comunidad que han tenido un papel destacable como los sanitarios, los servicios de limpieza o las personas del sector de la distribución.

 

¿NOS HEMOS OLVIDADO DE LA DIMENSIÓN INTERPERSONAL DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL?

La segunda reflexión tiene que ver con la dimensión interpersonal de la inteligencia emocional. Creo que hemos olvidado que tan importante es la aplicación individual del autoconocimiento, la autonomía emocional o el autocontrol como el conjunto de habilidades que me permiten conocer, conectar y actuar en relación con las situaciones emocionales de los demás. Se habla mucho de las habilidades blandas en la empresa, o de métodos para la reducción de la violencia en las aulas pero seguimos sin aprender a trabajar en equipo, resolver problemas grupales o colectivos, entender el liderazgo como algo contextual para lo que todos deberíamos estar preparados.

Una de la claves que me hacen dudar de que como sociedad estemos dando el valor que tiene esta dimensión de la inteligencia emocional tiene que ver con que no hay sistemas que premien las ocasiones en las que las personas demostramos habilidades emocionales con los demás. Es más, es muy posible que lo que se premie sea justo lo contrario. Me gustaría aclarar que el sujeto de este sistema de premios y castigos es la propia sociedad.  Creo que puede resultar clarificador el ejemplo del uso de ciertas redes sociales, como Instagram, en la que el premio del “me gusta” suele estar vinculado con expresiones un tanto histriónicas de la propia individualidad.

 

DEL “YO CON MIS EMOCIONES” AL “EMOCIONES COMPARTIDAS”

Por último me gustaría señalar el resultado de este mercadeo privatizador que no es otro que el de la individualización que lleva al egocentrismo. La atención de mis necesidades emocionales por encima de lo demás como una incapacidad de entender la importancia del balanceo de mis situaciones con respecto de las de los otros. Esta individualización nos aísla, nos asoma al abismo de la soledad a través de la ficción de la autarquía personal, también en el plano emocional.

Soy plenamente consciente de que un párrafo no es espacio suficiente para desarrollar esta cuestión, pero sí para apuntarla.

Privatizar lo emocional tiene que ver con la falsa interpretación de una inteligencia emocional exclusivamente centrada en su dimensión individual. También tiene que ver con el mercadeo de la escucha, con sentirse con el derecho de no atender nunca las necesidades emocionales de los demás. Se trata, en definitiva, de primar mis necesidades a las comunes, mi comodidad al bien común. Pero, curiosamente, no se trata solo de priorizar mis emociones, sino específicamente aquellas que me hagan sentir bien, en una especie de espiral hedónica sin espacio para el malestar o para el sentido. Y todo ello a través de un sistema que nos hace creer que no hay espacio para el dolor, y mucho menos si es el ajeno.

Recuperar tiempo para el encuentro, para la escucha parece hoy un camino imprescindible de ser recorrido en una especie de itinerario silencioso, una nueva suerte de revolución de la reconexión comunitaria. Aprovechemos el calor de este verano para acercarnos emocionalmente a los demás y descubrir en nuestra escucha el espacio que nuestro entorno necesita…y que nosotros también.

 

Un pensamiento sobre “Privatizar lo emocional

  1. Jesús García

    Muchísmias gracias por tus reflexiones. Trascienden esa visión “individualista” (y un poco simplista) que a veces trasluce la Inteligencia Emocional del “yo con mis emociones” para dar paso (y peso) a unas raices más profundas y de sentido común: emociones para el encuentro, para la reciprocidad, para la vida con otros, en definitiva.Gracias una vez más y hago mío ese consejo de aprocechaer el verano para acercarnos emocionalemnte a los demás y abrirnos a la escucha.Feliz verano

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