Inteligencia emocional

Uno y trino: distintas percepciones y emociones en el deporte.

Me encanta “padelear” (*) con mis amigos. Disfruto de su compañía mientras jugamos-perpetramos partidos eternos. Partidos que ni comienzan ni terminan en la pista. Nos ilusionamos con el siguiente. Nos recreamos recordando cada lance del último. Asumimos algunos riesgos, pero … dejémoslo estar.

Viernes tras viernes he comprobado una hipótesis: No son sólo canchas deportivas, son verdaderos “assessment centres” donde cada uno se expresa según su personalidad.

Detrás de cada cancha hay un laboratorio donde experimentamos todo el abanico emocional. Toda una paleta de percepciones.

En una versión actualizada del “nunca nos bañamos en el mismo río”, podríamos decir que jugamos, pero nunca jugamos el mismo partido que el resto. Juntos, pero no revueltos. Diversidad químicamente pura. Cada cuál juega y recuerda según su modo de ver la vida. Pendular, siempre igual y siempre diferente.

Positivo o negativo. Cándido o desconfiado. Perfeccionista o soñador. Nos movemos entre Funes el Memorioso condenado a recordarlo todo y la amnesia de Dory en Nemo. Entre la meticulosidad forense y el nuevo Tales cayendo al pozo absorto en la observación de las estrellas. Impulsor o huidizo. Organizador, retador, indeciso. Jugamos o nos vamos … Diferentes tendencias, distintas contribuciones, múltiples ángulos …

Imaginamos un partido, jugamos otro y recordamos un tercero diferente de los dos anteriores. Antes – Durante – Después. Tres en uno. Uno y trino. Pura vida.

Hay días que soñamos jugadas, imaginamos toques magistrales, diseñamos estrategias. Días gloriciosos. Decía Pepe Risi (Burning) que “cuando un tipo sube a un escenario debe creer que es el mejor. Si no, mejor que no se suba”. Y en la pista. Correcto.

En cuanto la pelota entra por la puerta, la estrategia salta por la ventana. El territorio se come el mapa. Obsolescencia programada. En el pádel, como en las organizaciones. No hay plan que soporte el primer embate del potencial cliente. La verdad no está en la calidez del vestuario. Ni en la oficina. La verdad está ahí fuera.

El más jugoso de todos es siempre el partido recordado. El más rico en matices. El más diverso y plural. No hay coincidencias. No hay consensos. No hay VAR que lo resuelva. Cada cuál recuerda uno diferente. Aquí se mezclan todos los partidos anteriores creando una nueva realidad. Un reto para la psicología del testimonio.

Compartimos espacio y tiempo. Y propósito. Y en este proceso de variaciones con repetición e incluso contradicción, generamos infinitas versiones de un mismo tema. Versiones que crecen de manera exponencial.

Uno y trino. Tres en uno. Tres por cada uno de sus cuatro implicados. Demasiada diversidad, demasiadas versiones para el escueto espacio de este post.  

(*) Inexistente verbo derivado del sustantivo pádel.

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