Inteligencia emocional

¿De profesión? Oyente.

Una nueva profesión está a punto de emerger en el incierto panorama laboral. Lo anuncia BYUNG-CHUL HAN en su ensayo  “La expulsión de lo distinto”. Se denominará oyente y la describe de la siguiente manera:

“A cambio de pago, el oyente escuchará al otro atendiendo lo que dice. Acudiremos al oyente porque -aparte de ella o él- apenas quedará nadie que nos escuche. Hoy perdemos cada vez más la capacidad de escuchar por la creciente focalización en el ego, el progresivo narcisismo de la sociedad”.

“El aislamiento social se está convirtiendo en una epidemia” afirmaba “The New York Times” hace unos días. Cada vez hay más ruidos e interferencias. Las distancias físicas -necesarias hoy para cuidarnos- amenazan convertirse en sociales y terminar en frialdad y desapego.

Podrá cuestionarse la novedad de esta anunciada profesión. Podrá argumentarse que ha existido siempre, con denominaciones diversas para una misma misión: confesores, psicólogas, confidentes …

En cualquier caso, novedad o variación, me resulta inquietante esta predicción.

La misión profesional del oyente será escuchar. Y escuchar soporta mal el imperativo. Aversión que comparte con verbos de las tres conjugaciones: amar, leer, sentir … Así que será una profesión muy vocacional, o no será.

Será también una escucha activa porque en esta cualificación la pasividad no es consentida. De lo contrario, no será.

Para ser oyente, la primera condición será “afirmar al otro en su alteridad”, en su “otredad”. Sin reconocer al otro no hay escucha posible. No le podrá ningunear.

La impaciencia tampoco será tolerada. El/la oyente le pondrá al reloj un interrogante en sus escuchas. También a su ego.

A partir de aquí, quien ejerza de oyente invitará al otro a hablar prestándole su atención. Toda. Ayudándole a liberarse. En una moderna versión del “talking cure” -curarse a través del habla- y “chimney sweeping” -deshollinar la chimenea-.

Escuchará desinteresadamente desde un silencio acogedor, cálido y hospitalario. Un silencio de aceptación. Sin escrutar ni juzgar. Desde la cercanía, pero “cada uno en su casa y dios en la de todos “… Porque destruir la distancia, no genera una mayor cercanía personal. No intensifica la relación. Produce una simbiótica confusión: no se reconocen los límites.

Por último, y en la medida en que supondrá participar activamente en la existencia y los sufrimientos de otros, escuchar implicará una dimensión política.

En definitiva, una profesión muy exigente en realizaciones profesionales y criterios de evaluación.

Espero impaciente la publicación de la primera oferta de empleo de oyente y sus condiciones laborales. Siento curiosidad por conocer la descripción de su perfil, y cualificación profesional.

Sólo me asalta una duda ¿Se presentarán candidaturas suficientes en el proceso de selección para cubrir este puesto? ¿Encajará alguien adecuadamente con sus exigencias?

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