Inteligencia emocional

Las llamadas sin respuesta…

Llamada sin respuesta

Llamada sin respuesta

Recibo una llamada en el teléfono móvil, uno de esos a los que llamamos inteligentes. No la oigo  porque llevo meses, tal vez años, con los sonidos silenciados. Primera parada de la escena: un teléfono inteligente que no suena cuando alguien llama. Bien, prosigamos con la acción. Hago un gesto con la muñeca para mirar en el reloj quien llama. Ese reloj que como también es de la familia de los superdotados, no solo da la hora sino que recibe todos los mensajes y llamadas que aterrizan en la pista de mi móvil. La pantalla me devuelve la imagen de un número de 9 cifras, bueno igual son 11, qué más da… El caso es que como no está entre mis contactos no lo cojo, giro mi cabeza y sigo con mis cosas.

Supongo que esta escena es cotidiana para muchas personas hoy en día. Decidimos no contestar el teléfono cuando estamos ocupados, cuando no conocemos quien nos llama, o también, justo lo contrario porque sí lo conocemos. Esta opción que viene de serie con el uso de la tecnología nos abre ciertas posibilidades sobre las que me gustaría centrar la reflexión de hoy. En las relaciones siempre nos ha pasado que algunas nos apetecen más y otras menos. Hoy podemos defendernos de eso, podemos elegir contestar o no, silenciar, tener cerradas las puertas a los desconocidos, o establecer espacios de aislamiento total o parcial. Es el progreso, compañeros!!! Si, claro, ¿pero qué más es o puede ser?:

1.- En general, mejor no hablar.

Sorprende cómo la facilidad de evitar ciertas conversaciones puede llegar a generalizar una pereza relacional. Buff, no tengo ganas, qué pereza, no es buen momento… La opción de elección que nos facilita la tecnología nos permite escapar de situaciones poco apetecibles con gran facilidad. Bueno, esto en sí mismo no parece grave. Pero es que, a su vez, esta pereza puede convertirse en una falta de habilidades de comunicación. Hablar supone escuchar e interactuar verbalmente. Si no hablo, solo escribo, solo envío un audio, no me expongo a las respuestas, no necesito integrarlas en la conversación. Hay muchas señales de que los nativos digitales están perdiendo habilidades de comunicación. Todo empieza por preferir no hablar.

2.- Lo desconocido es sospechoso.

Otro efecto cuya generalización a otros ámbitos de la comunicación comunitaria resulta observable es la de la distancia, el alejamiento de los desconocidos. Las llamadas de número oculto, o sencillamente aquellas no registradas entre nuestros contactos son fácilmente ignoradas. Muchas veces pueden tratarse de acciones comerciales sobre productos que no nos interesan, la verdad. También sucede que se juega como dilemas digitales con el anonimato en las redes sociales, de forma que en ocasiones interactuan con nosotros personas que no conocemos en la vida real. Todos somos conocedores de los peligros de estas prácticas en la red, por ello debemos protegernos, debemos tomar una actitud comunicativa defensiva. Me pregunto si esto se traslada a la calle, a la persona con la que compartimos asiento en el metro o en el autobús, al vecino, al que nos para en la calle para preguntarnos algo. Me pregunto si tendrá algo que ver con el hecho de que seamos indiferentes al sufrimiento de los demás, al que se produce delante nuestro, el de una persona que se cae, el de quien nos pide ayuda.

3.- Una comunidad de individualidades.

Imagino en un ejercicio tal vez extremo que la comunidad, las redes de apoyo de deshilachan con actitudes individualistas que no solo no creen necesitar a los demás, sino que sospechan de quienes sí lo hacen. Los barrios, el tercer sector, las propias familias se ven debilitadas por menor número y calidad de conversaciones, por menor número y fuerza de vínculos, y por una creciente creencia que necesitar de los demás es sospechoso. No se si estará suficientemente hilado este conjunto de reflexiones pero no dejo de pensar que vamos hacia un modelo de comunidad virtual más que real, vamos de cabeza a un multiverso en el que los que no puedan ser autosuficientes en su individualidad no tendrán cabida. Una sociedad sin conciencia de comunidad deja de ser el primer recurso para la solución de sus problemas como planteaba Marco Marchionni.

4.- La soledad como problema.

El soporte digital también permite la comunicación pero tiene unas peculiaridades muy concretas. Para empezar requiere de conocimientos, de competencias para poder utilizar el canal. Aquellas personas afectadas de la brecha digital por cuestiones de edad, de economía o de capacidades quedan fuera. Hoy es el pasaporte COVID y ayer fueron los cajeros automáticos, pero hay una parte importante de la población excluida. En segundo lugar lo virtual termina sustituyendo lo real, tanto a nivel de información, como a nivel relacional. Como ambos formatos nos permiten comunicarnos nos genera la sensación de que comunican igual. Las relaciones exclusivamente digitales, virtuales, no nos permiten el contacto físico, nos llevan a la hiperatención para estar conectados y no perder mensajes, el “feedback” del me gusta del otro. Una dinámica compleja que nos hace sentir acompañados en nuestras soledades. Por último cuando necesitamos ayuda, principalmente esta proviene de nuestra red de apoyo real. Si no la tenemos, si nuestros amigos están detrás de la pantalla del ordenador de otra cuidad, de otro país no pueden acompañarme al médico o hacer las compras por mi si no puedo moverme de mi casa.

No hace mucho hablábamos de que el confinamiento por la pandemia del COVID-19 nos había hecho volver la vista sobre la importancia de algunas cosas: los sanitarios, las personas de las cadenas de distribución de alimentos y las que se encargan de la limpieza. Unos trabajadores invisibilizados por una sociedad que se despista con facilidad por el brillo del “glamour”. Visibilicemos también la importancia de la conversación, de la escucha, de la vinculación espontánea con los otros, aquellos con los que compartimos territorio y con los únicos que podemos hacer comunidad. Hay demasiadas llamadas sin respuesta. A partir de hoy mismo voy a ser “Phono Sapiens“, es decir, voy a quitar el “modo silencio” de mi ciudadanía y os invito a que lo hagáis también.

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