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La guerra de las pickup

El Ejército rebelde se mueve gracias a las furgonetas pickup que Muamar Gadafi guardaba con celo en el puerto de Bengasi para entregarlas como regalo de cumpleaños a aquellos libios nacidos el 1 de septiembre, aniversario de su llegada al poder. Una excentricidad más de la larga lista de caprichos de un líder que intentaba ganarse el favor de los ciudadanos a base de promesas. Más de cuatro mil vehículos de color blanco cayeron en manos de la revolución tras el 17 de febrero y ahora forman la auténtica caballería de unas fuerzas que han adaptado los coches a las necesidades de la guerra. Yaser Abdulaziz nació el 9 de septiembre de 1977, así que por ocho días no estaba entre los afortunados a los que les correspondía una pickup, sin embargo la revuelta hizo que cayera en sus manos un ‘Grand Hiland Delux’, modelo de este vehículo de fabricación china cuya marca nadie conoce y que responde al nombre de Zhongxing. Desde entonces conduce “al servicio de la guerra, en cuanto todo termine lo devolveré a las autoridades revolucionarias para que hagan lo que estimen oportuno”. Como el resto de conductores, Yaser no tiene llaves y ha puenteado el arranque, también ha camuflado el coche echando aceite sobre la chapa para que la arena del desierto se le pegue “y así somos invisibles ante los ojos del enemigo”. El último toque rebelde consiste en hacer pintadas a ambos lados del vehículo para distinguirse como “defensores de la revolución del 17”.

Yaser lleva la parte trasera cargada de bidones de gasolina, comida y colchones de espuma, pero su auténtico objeto de deseo es una metralleta para la que ya ha preparado una estructura metálica que ha soldado en la batea, “en cuanto tenga la oportunidad coloco el arma y me voy a la primera línea”, asegura este miliciano al que las nuevas reglas de combate, que impiden el acceso al frente a aquellos que no dispongan de armamento de gran alcance, le obligan a permanecer en retaguardia. Antes de este intento de poner orden en las filas rebeldes sí llegó a estar cara a cara con los hombres de Gadafi y pudo comprobar la potencia del motor al que puso “a 190 kilómetros por hora para huir de la lluvia de cohetes“.

Con la gasolina casi regalada, a nadie le preocupa el consumo. Pero los rebeldes se quejan de los problemas mecánicos que empiezan a sufrir los vehículos chinos tras cinco semanas en el desierto. “No tienen nada que ver con las ‘Fox’ (zorro, nombre que dan los libios a la mítica pickup de la marca Toyota que emplearon los talibanes en la toma de Kabul en los noventa y que aquí se usa en el desierto), son mucho más frágiles y tenemos problemas con los radiadores”, lamentan algunos rebeldes que tienen que detenerse en la cuneta cada cierto tiempo para echar jabón en los radiadores y así hacer que la arena se pegue en la parte frontal.

Un argentino entre los rebeldes

23 años, gorra y camisa verde oliva y una chapa con la foto de Ernesto Guevara al cuello. José Piaggesi está a miles de kilómetros de su San Rafael natal y ha recorrido esta distancia para estar en la primera fila de la revolución libia contra Muamar Gadafi. Tras su paso por Palestina (6 meses), decidió acudir al país norteafricano como voluntario y vive empotrado con las unidades rebeldes ayudando a evacuar heridos y muertos de la primera línea de combate. Sobre el cuello le cuelga una acreditación de prensa a nombre de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), para cuyo periódico quincenal envía colaboraciones. “No soy periodista, pero voy anotando todo lo que vivo en mi diario”, confiesa este profesor de secundaria al que no le ha temblado el pulso para “coger un fusil y disparar al enemigo cuando ha hecho falta”.

Llegó hace más de diez días a la guerra y lo que más le ha sorprendido es “la felicidad con la que afrontan la contienda y la vida los libios, pese a los 42 años de dictadura sobre sus cabezas. Esto me hace pensar que la felicidad está muy despegada de lo material”. En un casco que se encontró hace unos días escribió la palabra ‘press’, se entiende con sus compañeros gracias al árabe aprendido en Palestina y tiene fuerzas para seguir en el frente.