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Revolución en las aulas

Las escuelas abren sus puertas cada día, pero los profesores se ha declarado en huelga indefinida. El sector más amplio del profesorado opta por no acudir a sus puestos de trabajo como medida de presión contra el gobierno provisional. Exigen la dimisión de todos los ex altos cargos del régimen que siguen en puestos ministeriales y la huelga es su forma de lucha.

“Agentes de paisano me detuvieron el día 12 de enero -dos días antes de la caída del tirano- y me acusaron de alentar a la revuelta en mi ciudad. Nos metieron a tres personas en una celda muy pequeña. Tras seis horas de espera me pasaron a una sala para interrogarme. Me obligaron a sentarme en una silla baja que estaba llena de sangre, como el suelo”, recuerda Ismael Garby, un profesor de matemáticas de Sidi Bouzid, la región del centro del país donde estalló la revolución. Tras 17 años como profesor de secundaria, siempre se había mantenido al margen de la vida política, el auténtico tabú en el Túnez de Ben Alí, “me obligaron a firmar una declaración en la que confesaba que estaba animando a la gente a quemar mobiliario urbano y organizar manifestaciones ilegales, pero me negué. Yo solo estaba protestando por las condiciones de trabajo y de vida en la región, no soy un activista político”.

Lo siguiente que recuerda es una multitud intentando tomar la comisaria que lograron sacarle de su celda. Todos salieron a la calle entonando el himno nacional y desde entonces no han dejado las calles, “no hemos vuelto a la escuela, esto no se termina hasta que todos los ex altos cargos de la dictadura estén fuera del nuevo Túnez”.

El espíritu del profesorado de Sidi Bouzid se instaló también en la capital el pasado lunes. El Gobierno de transición pidió el retorno a las aulas como muestra de normalización, pero los profesores dijeron no. No todos, algunos, los menos, fueron a trabajar “porque no podemos mezclar política con educación, nuestra responsabilidad es seguir adelante”, decía una maestra del colegio de primaria Bilel, en el área de Mezah VI. Un precioso centro blanco con algunos detalles azules y pupitres de madera marcados por el paso de los años. En las aulas no hay fotos de Ben Alí, nunca las ha habido, pero sí banderas nacionales. Mientras repasa ejercicios de matemáticas en la pizarra frente a un grupo de doce alumnos, esta maestra critica a algunos de sus compañeros hoy en huelga “porque antes eran los primeros que aplaudían al dictador y pedían fiesta para acudir a algún acto del RCD (partido en el poder durante 23 años). ¿Por qué no pidieron antes las mejoras salariales y más vacaciones?“.

Hamida es profesora retirada y se ha quedado en las puertas del colegio con sus nietos. No hay clase, y ya son más de dos semanas. “No hay derecho, van a perder el curso. Creo que voy a hablar con otras compañeras veteranas y vamos a reanudar el curso”, apunta mientras emprende la vuelta a casa con los pequeños.

La revolución se ha instalado en las aulas. Las reivindicaciones políticas y sociales se dan la mano en el nuevo Túnez en el que las protestas adquieren dos velocidades. Algunos como el profesor Garby anteponen el cambio político al resto de facetas de la vida, otros prefieren mirar al futuro y conformarse con lo obtenido hasta ahora. Prefieren perder el curso, que la oportunidad de un cambio radical en el país.

El censor de la red

“Nada de fotos, por favor. Hay mucha gente que se cree que soy el responsable de Internet durante los últimos años y puedo tener problemas”. Son las primeras palabras de Kamel Saadaoui, director general de la temida Agencia de Internet de Túnez (ATI, por sus siglas en francés), que está deseoso de explicar su trabajo “una labor puramente técnicas, este organismo lo formamos sesenta ingenieros e informáticos y los único que hacíamos era facilitar a las autoridades los mecanismos necesarios para controlar la red, pero no éramos nosotros los que decidíamos qué censurar. No somos policías, somos ingenieros. Además, cuando decidían censurar una página o un blog, encriptaban toda la información y nosotros sólo veíamos que estaba bloqueado, nada más”.

Saadoui repasa mentalmente las cifras de páginas bloqueadas y asegura que “empezaron con unas trescientas, pero con el inicio de las revueltas ya eran varios miles, no todas de contenido político, muchas de ellas de proxys que usaba la gente para saltarse los filtros”. ¿Por qué el Gobierno no cortó Internet o redujo la velocidad de conexión cuando empezaron las revueltas al igual que hizo Irán en 2009 tras las elecciones presidenciales? “Porque no eran conscientes del poder de convocatoria de la red, no se dieron cuenta del daño que la red les estaba haciendo, es la única respuesta posible”. Túnez sufría una fuerte censura en Internet, pero también una increíble expansión de la red de alta velocidad a la que tienen acceso en medio millón de hogares, según los datos de ATI.

Situada en una bonita villa en el número trece de la calle Pasteur y sin apenas seguridad en los accesos, los empleados de la ATI tienen ahora “tiempo para tomar café las ocho horas de trabajo cada día”. El director explica que en sólo una semana se han dado grandes pasos en la administración de Internet y que a partir de ayer, día 24, “el correo electrónico es ya libre en el país. Antes controlábamos cada email y las autoridades tenían capacidad de leer su contenido, hoy cualquiera puede tener su servicio SMTP”.

Pese a la libertad en la red y el levantamiento de la censura a las páginas de contenido político, “los filtros se mantienen sobre páginas de contenido erótico, pornográfico y pedófilo. El gran cambio es que a partir de ahora será la Justicia la que decida lo que hay que filtrar, no el partido político del poder”.

Saadoui mira con simpatía al nuevo secretario de Estado de Juventud y Deportes, Slim Amamou, @slim404, un conocido programador informático y hacker al que se le incluye en el grupo de Anonymous que logró bombardear la mismísima web personal del presidente Ben Alí. “Luchábamos cada día contra ellos, hicieron muy bien su trabajo y, de verdad, que nosotros somos los primeros en alegrarnos del triunfo de la revolución”, afirma Saadoui.

El rostro del antiguo régimen

Cada día desde hace once años Imed Barboura se pone delante de las cámaras para presentar las noticias en el canal público tunecino. La cadena ha pasado de llamarse Tunisie 7, en honor a 7 de noviembre de 1987 en el que Ben Alí llegó al poder, a National Tunisian TV y el color morado de sus caretas, el favorito del dictador,  es ahora rojo, como la bandera nacional.  Los cambios de nombre, color y contenidos, sin embargo, no han traído de momento el cambio de caras e Imed sigue al frente de los telediarios.

“Fui el primero en dar la noticia de la salida del ex presidente. Estuvimos diez horas preparando el comunicado y cuando me puso ante la cámara fue como sacar una pesadilla de mi interior”, asegura este periodista de 38 años que hasta 1995 desarrolló su trabajo en la radio. “La gente me quiere, mi rostro es popular y todos saben que no tengo vinculación política con el RCD, pero no tenía otro remedio que leer los comunicados que nos imponían. No era periodismo, sólo propaganda“, lamenta.

Imed califica la etapa anterior de “trabajo institucional” y piensa que “los medios perdimos toda la credibilidad”. Ahora en el canal estatal se viven momentos de gran tensión. La noticia de que las fuerzas del orden investigan a Abdelwahab Abdalá, responsable de la censura durante el régimen, ha sido un bálsamo para estos profesionales “que no sabemos cómo hacer nuestro trabajo, estamos aprendiendo y hay que ser exigentes para estar a la altura de lo que han logrado los ciudadanos”, afirma Imed.

Las luces que iluminan por la noches el edificio de la televisión pública siguen siendo de color morado. En lo alto de la colina de Al Manar, frente al Sheraton, el edificio se convirtió en símbolo de la propagando oficial De momento los ciudadanos siguen sin confiar en esta cadena. Sus unidades móviles no se han movido de la capital, aun no han viajado por el país para recoger testimonios ni imágenes. “Falta de medios”, argumentan los directos. “Falta de profesionalidad”, replican periodistas y técnicos, muchos de los cuales duermen incluso en la redacción para hacer posible una emisión de 24 horas.

¿Qué protesta toca hoy?

Es la pregunta con la que desayunan cada día los 10 millones de tunecinos. A las reivindicaciones políticas que exigen la dimisión del gobierno provisional por sus lazos con el antiguo régimen se le suman exigencias sociales y laborales de todo tipo. Desde policías hasta taxistas, pasando por los dueños del pequeño comercio, todos reclaman cambios en la legislación y mejoras en su calidad de vida.

El problema es que los gritos van dirigidos a unas instituciones transitorias, frágiles hasta la pérdida del conocimiento, que confiaban en que los tres días de luto por los mártires de las revueltas les dieran una tregua. No ha sido así. En el nuevo Túnez no hay tregua, no hay tiempo que perder, los ciudadanos ya han perdido 23 años de sus vidas y ahora exprimen cada minuto de vida.

Hoy domingo, las protestas incluso se adelantan. Es jornada festiva en el país, pero las manifestaciones no tienen calendario ni horario. A las siete y media de la mañana la muchedumbre ha tomado la avenida Habib Burghiba con sus gritos, carteles y eslóganes para mantener viva la llama revolucionaria.