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Imágenes de Putingrado

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Nizhny Novgorod, la antigua Gorki, sigue siendo un feudo comunista a pesar del paso de los años. Sin embargo, aunque los resultados electorales del Partido Comunista de Gennady Zyuganov son notables (19% de los votos en la provincia), aquí las elecciones también las gana Vladimir Putin. El poder de Rusia Unida y los agentes de Putin también es mayor que en la capital. Sin embargo, en la calle nos encontramos con opiniones rotundas: “Gorki es una ciudad obrera, y aquí no votamos a oligarcas ni a capitalistas moscovitas”, nos dice un trabajador de la fábrica de automóviles. Bienvenidos al cinturón rojo de Rusia.

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La fábrica de automóviles de Gorki (GAZ – Gorkovsky Avtomobilny Zavod) ha sido desde 1932 la base de la economía local. Aquí se fabrican camiones pesados, furgonetas, autobuses, turismos y uno de los símbolos de la Unión Soviética: el Volga, el Cadillac ruso. Montados en autobuses GAZ, cientos de trabajadores de la fábrica acudieron el domingo a Moscú en una excursión organizada por Rusia Unida. Agitaron banderas tricolores en las celebraciones mientras a Putin se le saltaban las lágrimas.

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Gorki, a unos 500 kilómetros de Moscú, era una de las “ciudades cerradas” de la URSS. Las autoridades locales no permitían el acceso a extranjeros, e incluso los ciudadanos soviéticos necesitaban un permiso especial para entrar. Pero esta ciudad también tiene una historia de contestación y movilización social. En 1988, dos años después de la catástrofe de Chernóbil, grandes manifestaciones consiguieron cerrar una planta nuclear. Actualmente nos dicen que hay una embotelladora de refrescos en su lugar. Las manifestaciones anti-Putin aquí no son tan numerosas como en la capital, pero últimamente se han multiplicado las protestas de jóvenes que denuncian los excesos de la policía política contra grupos anarquistas. Denuncian detenciones arbitrarias y torturas.

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Puede que Nizhny Novgorod no sea una ciudad representativa de la sociología rusa. Pero es la cara de la clase trabajadora de este país. Y aquí, a orillas de los ríos Oka y Volga, el cambio que se respira en Moscú queda lejos. Seguramente acabará llegando, pero necesitará tiempo.

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Memorial del Ejército Rojo, Nizhny Novgorod. Foto: M. Reparaz

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Pescadores sobre el Volga. Foto: M. Reparaz

Rusia está cambiando

Rusia está cambiando. Nos hemos hartado de decirlo en los informativos, a pesar de que hemos tenido que informar de detenciones, represión y fraude electoral. La sociedad rusa está cambiando y esta nueva etapa que se abre (seis años más de Putin en el Kremlin) arrastrará también inevitablemente a la clase dirigente. Moscú y San Petersburgo son la punta de lanza del cambio, las ciudades donde más ha subido la calidad de vida en los último años y donde se concentra la emergente clase media rusa.

La imagen de miles de ciudadanos denunciando libremente el fraude electoral en la plaza Pushkin de Moscú hubiera sido una imagen simplemente impensable hace cuatro años, cuando Dmitri Medvédev salió elegido presidente de la Federación Rusa en sustitución por excedencia constitucionalmente obligada de Vladimir Putin. Y la autorización de esas protestas, aunque el Kremlin no se dé cuenta de ello, también es un síntoma de apertura del sistema.

Eugene Save anoche momentos antes de las detenciones de la plaza Pushkin.

Evgeny Save anoche con el lazo blanco, momentos antes de las detenciones de la plaza Pushkin. Foto: M. Reparaz

Esa tímida apertura anima a jóvenes como Evgeny a salir a la calle con el lazo blanco en la solapa. Hace cuatro años la gente tenía demasiado miedo para protestar. Ahora lo hacen con orgullo, mostrando los símbolos de la oposición a la policía. “Yo no estoy en contra de Putin, simplemente estoy a favor de la libertad”, nos dice con calma mientras decenas de antidisturbios pasan junto a él, “y creo que la sociedad rusa se merece ya un poco de respeto”. Se refiere a las irregularidades, como el “voto en carrusel”, que denuncian los observadores y los interventores de la oposición.

Pero que nadie se engañe, porque la “primavera rusa” no es una revolución de la clase trabajadora. Al igual que las revoluciones pro-occidentales de Ucrania o Georgia, en Rusia el descontento social lo están aprovechando algunas élites políticas y económicas en su beneficio. El multimillonario Mijaíl Prójorov ha anunciado que creará un partido político para aglutinar a la oposición anti-Putin. Además, mucha de la gente que sale a las manifestaciones son ciudadanos con ingresos por encima de la media. Muchos de ellos han viajado al extranjero y constituyen lo que se empieza a conocer en Rusia como la nueva clase media.

“Putin y Medvédev representan la vuelta a los valores soviéticos, a la estabilidad y el orden, y eso conlleva la cultura de tratar a la población civil como si fueran niños, bombardeándolos con propaganda”, asegura Dasha, interventora de la oposición durante las elecciones. Eso explica la gran adhesión aún hoy de la clase trabajadora a Rusia Unida y a Putin como hombre fuerte del Kremlin.

Jóvenes del moviento Nashi, las juventudes del partido Rusia Unida. Foto: M. Reparaz

Jóvenes del moviento Nashi, las juventudes del partido Rusia Unida. Foto: M. Reparaz

Rusia Unida es una organización con fuerte apoyo de las bases. Es capaz de movilizar, como lo hizo anoche, a miles de seguidores en ciudades industriales y llevarlos a Moscú en autobuses. Yuri, obrero de Kazán, está contento porque muy pocas veces tiene la oportunidad de venir a Moscú: “Nos haremos unas fotos en la Plaza Roja, cantaremos y lo pasaremos bien, y después unas cuantas horas de autobús para volver a casa”. Para él Putin es el único político serio y solvente. “No me gustan los oligarcas jóvenes como Prójorov… quieren llegar al poder solo porque se han aburrido de ser multimillonarios”, nos dice antes de despedirse y dirigirse junto a la marea humana hacia las celebraciones de la plaza de la Revolución, en las inmediaciones del Kremlin.

El carrusel y la tinta invisible

Si sólo el 1% de las irregularidades denunciadas ayer en las elecciones parlamentarias rusas fueran ciertas, sería suficiente para llevarse las manos a la cabeza. La Comisión Electoral Central ha aceptado algunas de estas denuncias cómo válidas. Entre ellas, las más inverosímiles, las que parecen ideas propias de la T.I.A de Mortadelo.

En varios colegios electorales se detectó ayer el uso de bolígrafos con tinta invisible, quedando invalidadas cientos de papeletas en las que, al cabo de un rato, desaparecía la opción elegida.

Otro timo, el clásico de hacerse el despistado e introducir en la urna nada menos que ocho papeletas, pegadas entre sí con saliva.

Creía que lo había visto todo en los esfuerzos por conseguir más presencia en un parlamento cuando hace unos años entrevisté a una candidata belga que ofrecía felaciones a cambio de votos, pero en Rusia están mucho más organizados.

Palizas a los interventores que levanten la voz ante las irregularidades de los colegios, carreteras rurales cortadas misteriosamente sin que cayera un sólo copo de nieve, exigencia a los trabajadores de las fábricas de que se comprometan por escrito a votar al partido oficialista, bajo pena de ser despedidos, y mi favorito; el “carrusel”.

Se trata de montar a un montón de seguidores de tu partido en autobuses, y hacerles votar con cupones falsos, en uno, y otro, y otro colegio electoral. Y no hablamos de situaciones registradas sólo en la lejana Kamchatka. En Moscú observadores voluntarios siguieron ayer la pista a unos cuarenta “carruseles” y lo denunciaron en cada ocasión a la policía del distrito correspondiente. Y si te he visto no me acuerdo.

La mayoría de las denuncias son contra Rusia Unida pero también el propio partido de Putin ha denunciado irregularidades y abusos en diversos puntos del país. Y si en lugar del 1 o el 10%, la mitad o las tres cuartas partes de las irregularidades fueran ciertas? Y si se hubieran tenido en cuenta? Quizá Putin mantendría hoy la mayoría de dos tercios del parlamento o muchos de los que se hacen cruces por el fraude electoral podrían haber quedado en evidencia.

La espía rusa, fenómeno de Internet

El fenómeno tiene todos los ingredientes. Y ha funcionado. Anna Chapman, una de las diez personas detenidas por pertenecer presuntamente a una red de espionaje ruso en los EEUU, se ha hecho famosa en apenas 24 horas de arresto. Internet se ha llenado de imágenes y vídeos de esta joven empresaria, acusada de pasar información al gobierno ruso.

Foto en el perfil de Facebook de Anna Chapman.

Foto en el perfil de Facebook de Anna Chapman.

El periódico San Francisco Chronicle anunciaba en su edición digital “todas las glamurosas fotos de Facebook de la espía rusa”, y, por supuesto, a las pocas horas de conocerse la identidad de la detenida ya había una docena de vídeos colgados en You Tube. Su perfil en LinkedIn todavía está abierto, y gracias a él sabemos que domina el ruso y el inglés, y que además se puede defender en alemán y francés.

El personaje ya está creado. Sólo le falta que el juez la deje en libertad para convertirse en uno de esos freaks puestos en órbita por la maquinaria multimedia global. Seguro que algún canal de televisión norteamericano ya está pujando por la entrevista en exclusiva.

Como adelanto, aquí dejamos un testimonio de origen desconocido. Una periodista entrevista a Chapman sobre lo fácil que es hacer contactos en Nueva York. “Aquí es más fácil que en Rusia”, asegura la presunta espía. Tiene gracia.

Obama y Medvédev: se les atragantó la hamburguesa

La ya bautizada como “diplomacia de la hamburguesa” se ha encontrado hoy con la primera zancadilla. La detención de diez presuntos espías rusos en suelo estadounidense podría parecer una maniobra para dinamitar el acercamiento entre Washington y Moscú. De hecho, algunos analistas ven la operación como una advertencia a Obama desde el seno de su propia administración: un “no te fíes de los rusos” para evitar que se acerque más de la cuenta al Kremlin.

Medvédev y Obama comparten una hamburguesa (Reuters).

Medvédev y Obama durante "la cumbre de la hamburguesa" (Reuters).

Rusia dice que las acusaciones de espionaje no se sostienen, que son una vuelta a los temores de la Guerra Fría sin ningún fundamento. El ministro de Exteriores de la Federación Rusa Sergei Lavrov ha utilizado su ironía al asegurar que “el momento ha sido escogido con especial finura”. Se refería, precisamente, a la diplomacia de la hamburguesa.

Pero entonces, ¿qué hacían los presuntos espías post-soviéticos? El sumario dice que conspiraban para ganarse la confianza de personas influyentes en ciudades como Nueva York, Boston o Washington. Para ello utilizaban identidades y papeles falsos y pasaban mensajes encriptados a Moscú. Al parecer, estaban especialmente interesados en temas nucleares, inteligencia antiterrorista y la guerra de Afganistán. Pero ninguna de esa información era material clasificado, asegura Washington. Es información a la que probablemente los diplomáticos europeos tienen acceso directo sin problemas, pero que los rusos sólo pueden obtener utilizando “otros métodos”. Kim Ghattas, corresponsal de la BBC en Washington, habla de lo mucho que cuesta a los diplomáticos chinos y rusos comunicarse con diplomáticos estadounidenses. Éstos no se fían de ellos. Ghattas dice que los diplomáticos de los EEUU cuando visitan Rusia deben dejar su Blackberry apagada en el avión para evitar a los espías.

¿Quién gritaba en la cabina del Tupolev Presidencial?

La investigación conjunta de Rusia y Polonia sobre el accidente de Smolensk carga al piloto del avión presidencial con la responsabilidad de la catástrofe. Fue un fallo del piloto, concluye la investigación.

katyn

El premier ruso Vladimir Putin ha ordenado expresamente que la investigación sea transparente, nítida, para que no haya ninguna sombra de duda -el 51% de la opinión pública polaca cree que no se llegará a conocer nunca la verdadera causa del accidente-. Las conclusiones preliminares insisten en que la torre de control de Smolensk ordenó hasta cuatro veces al piloto que no intentara el aterrizaje, porque no se daban las condiciones de seguridad.

Sin embargo, las cajas negras han revelado un dato inquietante: la presencia de dos personas ajenas a la tripulación en la cabina del Tupolev 154 en el momento del accidente. El diario Krakow Post dice que la voz identificada por los rusos es la del General Andrzej Blasik, ¡nada menos que el comandante de las Fuerzas Aéreas de Polonia! ¿Quién era la otra persona junto al General? ¿Qué estaban diciendo al piloto? ¿Seguían órdenes expresas del presidente Lech Kaczynski? ¿Fue el presidente en persona quien ordenó el aterrizaje como ya hizo en agosto de 2008 en Tbilisi, capital de Georgia?