Archivo de la etiqueta: Gadafi

La conexión libia del 11-M

El culebrón Belhadj, ex emir del Grupo de Combatientes Islámico Libio, sigue ocupando gran parte de mi tiempo en Libia. Por un lado me da pena porque me impide centrarme en esa transformación que vive el país y que día a día va profundizando en el proceso de desgadafización. Por otro lado, es muy interesante profundizar en las cloacas de esa guerra contra el terror lanzada tras el 11-S y que en su último capítulo ha llegado hasta los atentados de Madrid del 11-M. No es la primera vez que me siento frente a un hombre como Belhadj, en Derna (este de Libia) también tuve la oportunidad de encontrarme con ex yihadistas en febrero, en Yemen son legión y en Irak o Pakistán uno puede entrevistarse también con ellos sin excesivos problemas, pero Belhadj no es un ex yihadista man. Alcanzó el grado de emir y uno siente esa mezcla de respeto y fervor de todos los que le rodean.
ayestaran_libia
Apenas puede abrir los ojos porque pasó seis años en una celda de aislamiento en Abu Salim con una venda en los ojos. Denuncia torturas por parte de la CIA y el régimen libio y es el líder indiscutible de los rebeldes en el campo de batalla. Encabezó la toma de Bab Al Aziziya y ahora es la persona clave en la búsqueda y captura de Gadafi, así que no se trata de uno más de los miles de yihadistas que viajaron a Afganistán, es una autoridad religiosa y moral entre los suyos y eso se nota.

Tras una primera entrevista el pasado viernes ayer volví a llamarle para hacerle unas preguntas sobre su presunta vinculación con el 11-M que desveló un informe policial al que tuvo acceso El Confidencial Digital. Pese a estar en plena revolución, con Bani Walid a punto de caer y con la pista de Gadafi cada vez más clara, Belhadj quiso hacer un paréntesis para aclarar que no tuvo nada que ver con el 11-M y que así se los explicó a los agentes de la inteligencia española que se desplazaron a Trípoli para interrogarle tras la masacre.

Belhadj habló claro, pero no quiso entrar en detalles. Esta revolución es su nueva yihad y no está dispuesto a que el pasado se mezcle con el éxito presente.

Un argentino entre los rebeldes

23 años, gorra y camisa verde oliva y una chapa con la foto de Ernesto Guevara al cuello. José Piaggesi está a miles de kilómetros de su San Rafael natal y ha recorrido esta distancia para estar en la primera fila de la revolución libia contra Muamar Gadafi. Tras su paso por Palestina (6 meses), decidió acudir al país norteafricano como voluntario y vive empotrado con las unidades rebeldes ayudando a evacuar heridos y muertos de la primera línea de combate. Sobre el cuello le cuelga una acreditación de prensa a nombre de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), para cuyo periódico quincenal envía colaboraciones. “No soy periodista, pero voy anotando todo lo que vivo en mi diario”, confiesa este profesor de secundaria al que no le ha temblado el pulso para “coger un fusil y disparar al enemigo cuando ha hecho falta”.

Llegó hace más de diez días a la guerra y lo que más le ha sorprendido es “la felicidad con la que afrontan la contienda y la vida los libios, pese a los 42 años de dictadura sobre sus cabezas. Esto me hace pensar que la felicidad está muy despegada de lo material”. En un casco que se encontró hace unos días escribió la palabra ‘press’, se entiende con sus compañeros gracias al árabe aprendido en Palestina y tiene fuerzas para seguir en el frente.

País rico, gente pobre

“Por favor, ponga en el pie de foto: el país más rico del mundo, donde vive la gente más pobre“. El vendedor ambulante de tabaco posa ante la cámara mientras su ayudante saca las cajetillas del cartón para ponerlas a la venta. La economía de guerra ha duplicado el precio del Marlboro egipcio (ahora a 6 dinares, unos 3 euros al cambio) y muchas de las marcas locales se han agotado. Los fumadores pasan momentos difíciles ya que es en estas situaciones de nerviosismo es cuando más nicotina demanda el cerebro. Menos mal que hace tiempo me quité del vicio.

Bengasi no recupera la normalidad. Anuncios en las vallas publicitarias piden a los comerciantes que vuelvan a la actividad habitual, pero aquí nadie se fía. El espíritu revolucionario es incapaz de hacer frente a las fuerzas terrestres de Gadafi y todos miran al cielo esperando el misil liberador que doblegue la resistencia gadafista.

El caos militar es trasladable a la nueva vida política -donde anuncian la formación de un gobierno y lo desmienten en menos de cuatro horas- y a cualquier actividad cotidiana. Sólo los cafés se mantienen ajenos al desmadre general y allí se sigue sirviendo con mimo cada macciato, cada capuchino. Los teléfonos llevan cortados desde hace una semana. La compañía Al Madar del todo, y Libyana opera de forma aleatoria para desesperación de unos usuarios que tienen que marcar y marcar a la espera de que entren sus llamadas. Imposible llamar o recibir llamadas del exterior, así que el satélite es la única opción para estar en contacto con el mundo exterior.

La épica de la II Guerra Mundial contempla a los rebeldes

Datos del viaje: Coche alquilado (20 dinares día, 10 euros al cambio), Comida: Arroz con alubias y pollo (40 dinares, 4 personas 20 euros). Duración 3 horas. Hotel: Al Masira (90 dinares noche, 45 euros al cambio)

TOBRUK. Judíos, musulmanes y cristianos descansan juntos en los cuatro cementerios de la II Guerra Mundial que se encuentran a las afueras de Tobruk, que dista 150 kilómetros de la frontera con Egipto. No hay que alejarse demasiado, basta con tomar dirección al puesto fronterizo y mirar a los lados para divisar las miles de lápidas perfectamente ordenadas de los cementerios de Acroma, Commonwealth, francés  y alemán. “Esto lo paga la Embajada francesa y cada año muchas personas realizan una visita el día 11 de noviembre”, confiesa un niño asomado a la puerta de la casa del portero del camposanto donde descansan más de 300 franceses caídos en la batalla de Bin Hakim en la primavera de 1942. Su madre quiere hablar y dar explicaciones, pero al faltar su marido no puede atender a los recién llegados. Las visitas anuales rinden tributo a los miles de soldados que perdieron la vida en esta ciudad (los restos que no fueron identificados descansan bajo lápidas de mármol en las que se lee ‘conocido por Dios’), uno de los puntos estratégicos por el que más duro combatieron alemanes e italianos contra las fuerzas aliadas.

Aunque Libia está en guerra, sólo la presencia de un puñado de milicianos armados en los cruces de carretera recuerda que a 380 kilómetros las fuerzas de Gadafi bombardean Ajdabiya, la ciudad que tiene la llave de la conquista del este del país, la conocida como ‘Libia liberada’. “No hay problema, todo está seguro y no se atreverán a acercarse, este es un lugar de luchadores y saben que les recibiremos peleando”, aseguran los guerrilleros que vigilan la estratégica carretera que va al sur a través del desierto. Una recta interminable que desemboca en la actual primera línea de combate. No parecen un rival temible para los aviones del régimen que en pocos minutos podrían sobrevolar Tobruk. Los vigilantes del búnker del general Erwin Rommel, mando supremo del Afrika Corps y el más célebre mariscal de campo del Fuhrer,  lo saben “pero no pensamos escondernos en el refugio en caso de ataque”, aseguran con valentía mientras muestran a los visitantes las once salas del búnker y el puesto de control desde el que el ‘Zorro del desierto’ dirigía los movimientos de sus tropas. Una veintena de fotografías en blanco y negro se sujetan a duras penas en unas paredes comidas por la humedad. Maniquíes uniformados tirados por el suelo, sillones rotos y mucho polvo completan la instantánea de un lugar que hasta el 17 de febrero era competencia del ministerio de Turismo y ahora está en manos del Ejército rebelde.

Subimos los diez escalones que nos devuelven a la superficie y allí espera despanzurrado el esqueleto de un bombardero B-24 americano ‘Lady Bijot’ que “de forma inexplicable desapareció del radar en 1942 y no fue encontrado hasta 1963 en mitad del desierto con los restos de la tripulación esparcidos en un radio de 12 kilómetros”, según destaca la guía de viaje de Libia de la editorial Lonely Planet.

Dejamos este museo de la II Guerra Mundial en horas bajas entre los saludos de los seis vigilantes que piden ser fotografiados. Uno de ellos lleva puestos unos cascos de aviador y descansa a la sombra, lejos de la furgoneta ‘pick up’ que porta la ametralladora de gran calibre que le ha reventado los tímpanos en el último mes. Muy cerca, Tobruk es una ciudad de apenas 140.000 habitantes cuyo centro urbano es caminable, uno de los pocos restaurantes abiertos ofrece pollo asado, arroz, alubias y macarrones. En la televisión del local la cadena Al Jazeera informa del avance de los hombres de Gadafi que atacan con fuerza Ajdabiya. Los clientes miran con preocupación la pantalla y comen en silencio. Tras la explosión de alegría y esperanza de los primeros días, el frente militar rebelde se ha venido abajo y ahora apelan a la épica para mantenerse firmes. La misma épica a la que apelaron las ‘ratas del desierto’ australianas en el cerco de Tobruk por parte de los alemanes en el año 41, la misma épica que se respira en los cementerios de las afueras de la ciudad. Una épica de hace setenta años que aun se respira en las calles de este lugar. (FOTO: LUIS DE VEGA)

Bengasi: huída de presos, éxodo de periodistas

Coches y furgonetas entran hasta la cocina. Vecinos de Bengasi peregrinan hasta la prisión central de la ciudad para llevarse todo lo que pueda tener alguna utilidad. Poca cosa queda después de dos semanas de revolución y el incendio de rigor. Como todos los edificios del antiguo régimen, la prisión fue pasto de las llamas y los calabozos están calcinados. Una cabeza de camello en avanzado estado de putrefacción preside el campo de fútbol de los reclusos. Abdul Hafiz pasó “varios años” entre estos muros y ahora está de visita con su familia. Le encerraron “por tráfico de drogas, la única solución que encontré para salir de la miseria absoluta y alimentar a los míos”, se justifica mientras recuerda su salida del penal. “Fue increíble, la revolución en las calles se contagió al interior de las celdas y toda la prisión se alzó contra los guardias. En apenas 48 horas nos abrieron las puertas y todos quedamos libres después de una batalla campal en la que destrozamos el lugar”, relata antes de subirse a su furgoneta y poner rumbo a casa.

La huida de los presos en 48 horas recuerda a la espantada de la prensa internacional de Bengasi. Hay varios factores que explican este adiós. Primero el tsunami de Japón que ha relegado a Libia a un segundo plano informativo; segundo el estancamiento de la situación en el plano militar, aunque el avance militar de Gadafi hacia Bengasi parece imparable y, tercero, precisamente este avance que puede provocar la toma de Ajdabiya, la antesala a Bengasi y una ciudad desde la que en tres horas -por una carretera directa-  los fieles a Gadafi se pueden plantar en Tobruk y cerrar el paso hacia la frontera.

Gadafi, un líder de chiste

BENGASI. Se acabó. El respeto hacia la figura del líder libio asentado sobre el terror y el miedo ha desaparecido para siempre en las calles de Bengasi. Gadafi es ahora objeto de mofa por parte de sus paisanos que le han dedicado incluso una caseta especial frente a la Corte Suprema de la ciudad absolutamente forrada de caricaturas, dibujos infantiles y fotografías manipuladas en Photoshop. Acompañado de Mubarak y Ben Ali, los dos últimos dictadores derrocados Egipto y Túnez, de su hijo  Saif El Islam o de su enfermera ucraniana los libios prefieren bromear sobre la fortuna del coronel, su supuesta alianza con Israel o sus sueños de grandeza. “Mejor esto que llorar, ha hecho tanto daño que es imposible de recogerlo en un trozo de papel”, asegura uno de los jóvenes que se encarga de colgar estos dibujos absolutamente prohibidos antes del estallido de la revolución. Vale todo, desde los trabajos más artísticos hasta los primeros monigotes de los más pequeños.

Muy cerca, un joven con peluca y vestido con una de las tradicionales túnicas de Gadafi saluda a la muchedumbre desde una pick-up imitando los gestos del dictador. La gente le aplaude y tira fotos del coronel bajo las ruedas del vehículo para que este las pise al circular.

El puerto de Bengasi se ha convertido en el epicentro de la protesta, el corazón de una nueva Libia liberada que ha cruzado la línea roja y habla de Gadafi en pasado. “No hay marcha atrás“, repiten todos los entrevistados. “Tampoco podríamos porque nunca perdonarían estas afrentas”, bromea un joven que acaba de colgar una foto de Gadafi con los pelos electrizados y la cara pintada como un payaso.

El hospital de los mártires

Nasser Al Ajmed nunca pensó que fuera a vivir algo parecido. Como otro día cualquiera acudió a su puesto de trabajo como médico en prácticas del hospital Jalaa, pero no fue un día más, fue el inicio de la revolución y de cinco días de actividad sin descanso. “Yo conté 27 muertos el primer día, 21 el segundo, 18 el tercero y después dejé de contar. Después estaba el gran número de heridos de bala de todas las edades, fue una masacre”, recuerda mientras participa en una protesta frente a la Corte Suprema, al lado del puerto de Bengasi, el equivalente a la plaza Tahrir egipcia en esta ciudad libia. Desde entonces el hospital ya es conocido como “hospital de los mártires”.

La revolución ha triunfado en esta parte del país, pero el día a día no es sencillo. Hoy es el día marcado para recibir el suelo mensual y Nasser se encuentra, como el resto de funcionarios, a la espera de saber si Trípoli abonará o no sus nóminas. “No creo que nos paguen, por eso ya hay bancos como el Wahda que está concediendo créditos a cada familia, sabíamos que no sería cosa fácil, pero no es hora de pensar en dinero“, sentencia animado por los gritos de la multitud que vitorean a un joven que se abre paso con su coche saludando desde la apertura del techo al estilo Gadafi.

Cientos de heridos se recuperan en los dos hospitales de Bengasi. Decenas de cuerpos in identificar esperan que los forenses les pongan nombre y apellido apilados en bolsas verdes. Los familiares pegan las fotos de sus seres queridos desaparecidos en las paredes y cada día se juntan a las puertas de las morgues a la espera de noticias. Filas de ataúdes esperan inquilino. La represión fue brutal en esta ciudad que ahora celebra el fin de cuatro décadas de tiranía. “Yo no había conocido otra cosa que Gadafi, todo es nuevo para nosotros, no podemos perder un solo minuto”, advierte Nasser antes de perderse entre una multitud que, como cada tarde, colapsa la calle del puerto.