Archivo por meses: marzo 2011

País rico, gente pobre

“Por favor, ponga en el pie de foto: el país más rico del mundo, donde vive la gente más pobre“. El vendedor ambulante de tabaco posa ante la cámara mientras su ayudante saca las cajetillas del cartón para ponerlas a la venta. La economía de guerra ha duplicado el precio del Marlboro egipcio (ahora a 6 dinares, unos 3 euros al cambio) y muchas de las marcas locales se han agotado. Los fumadores pasan momentos difíciles ya que es en estas situaciones de nerviosismo es cuando más nicotina demanda el cerebro. Menos mal que hace tiempo me quité del vicio.

Bengasi no recupera la normalidad. Anuncios en las vallas publicitarias piden a los comerciantes que vuelvan a la actividad habitual, pero aquí nadie se fía. El espíritu revolucionario es incapaz de hacer frente a las fuerzas terrestres de Gadafi y todos miran al cielo esperando el misil liberador que doblegue la resistencia gadafista.

El caos militar es trasladable a la nueva vida política -donde anuncian la formación de un gobierno y lo desmienten en menos de cuatro horas- y a cualquier actividad cotidiana. Sólo los cafés se mantienen ajenos al desmadre general y allí se sigue sirviendo con mimo cada macciato, cada capuchino. Los teléfonos llevan cortados desde hace una semana. La compañía Al Madar del todo, y Libyana opera de forma aleatoria para desesperación de unos usuarios que tienen que marcar y marcar a la espera de que entren sus llamadas. Imposible llamar o recibir llamadas del exterior, así que el satélite es la única opción para estar en contacto con el mundo exterior.

Japón, normalidad en el desastre

Hace ya tres días que hemos vuelto de Japón pero la noticia sigue allí. Los reactores de Fukushima continúan representando un pelígro, el nivel de contaminación al sur de la central sigue siendo una incógnita, en Tokio se habla ya de alimentos con radiación…. y, no lo olvidemos, ahí siguen estando los miles de muertos, heridos y desplazados por el tsunami. Aún así decidimos regresar.


Por eso, antes que nada quiero mostrar mi agradecimiento a esta casa. Uno porque cuando las cosas se puesieron feas hizo todo lo posible porque saliésemos del aeropuerto de Haneda cuanto antes. Y dos, porque en ningún momento presionó, cuestionó o trató de interferir en la decisión que el equipo que cubríamos la información desde Japón habíamos tomado. Y repito, podía tener motivos para ello porque la información seguía, sigue, estando allí. Además, ya de vuelta en Pekín he podido comprobar que esa actitud no se ha dado en otros casos. No todos los medios han tratado con tanto respeto a sus corresponsales. Así que lo dicho, agradecieminto por partida doble.

Directo desde Tokio

Y segundo me gustaría contar aquí algo que no contamos ni en los directos ni en los reportajes que grabamos en Japón y que tiene que ver con la segunda foto. Está tomada en el metro de Tokio el día 15 de marzo. Unos minutos antes nos había llegado la noticia de que la radiactividad de Fukushima podía alcanzar la capital en cuestión de horas se dijo primero (una de tantas informaciones contradictorias, luego se habló de días).

Metro de Tokio, 15 de Marzo 2011

Sabiendo esto ¿a vosotros qué os sugiere la foto?

La épica de la II Guerra Mundial contempla a los rebeldes

Datos del viaje: Coche alquilado (20 dinares día, 10 euros al cambio), Comida: Arroz con alubias y pollo (40 dinares, 4 personas 20 euros). Duración 3 horas. Hotel: Al Masira (90 dinares noche, 45 euros al cambio)

TOBRUK. Judíos, musulmanes y cristianos descansan juntos en los cuatro cementerios de la II Guerra Mundial que se encuentran a las afueras de Tobruk, que dista 150 kilómetros de la frontera con Egipto. No hay que alejarse demasiado, basta con tomar dirección al puesto fronterizo y mirar a los lados para divisar las miles de lápidas perfectamente ordenadas de los cementerios de Acroma, Commonwealth, francés  y alemán. “Esto lo paga la Embajada francesa y cada año muchas personas realizan una visita el día 11 de noviembre”, confiesa un niño asomado a la puerta de la casa del portero del camposanto donde descansan más de 300 franceses caídos en la batalla de Bin Hakim en la primavera de 1942. Su madre quiere hablar y dar explicaciones, pero al faltar su marido no puede atender a los recién llegados. Las visitas anuales rinden tributo a los miles de soldados que perdieron la vida en esta ciudad (los restos que no fueron identificados descansan bajo lápidas de mármol en las que se lee ‘conocido por Dios’), uno de los puntos estratégicos por el que más duro combatieron alemanes e italianos contra las fuerzas aliadas.

Aunque Libia está en guerra, sólo la presencia de un puñado de milicianos armados en los cruces de carretera recuerda que a 380 kilómetros las fuerzas de Gadafi bombardean Ajdabiya, la ciudad que tiene la llave de la conquista del este del país, la conocida como ‘Libia liberada’. “No hay problema, todo está seguro y no se atreverán a acercarse, este es un lugar de luchadores y saben que les recibiremos peleando”, aseguran los guerrilleros que vigilan la estratégica carretera que va al sur a través del desierto. Una recta interminable que desemboca en la actual primera línea de combate. No parecen un rival temible para los aviones del régimen que en pocos minutos podrían sobrevolar Tobruk. Los vigilantes del búnker del general Erwin Rommel, mando supremo del Afrika Corps y el más célebre mariscal de campo del Fuhrer,  lo saben “pero no pensamos escondernos en el refugio en caso de ataque”, aseguran con valentía mientras muestran a los visitantes las once salas del búnker y el puesto de control desde el que el ‘Zorro del desierto’ dirigía los movimientos de sus tropas. Una veintena de fotografías en blanco y negro se sujetan a duras penas en unas paredes comidas por la humedad. Maniquíes uniformados tirados por el suelo, sillones rotos y mucho polvo completan la instantánea de un lugar que hasta el 17 de febrero era competencia del ministerio de Turismo y ahora está en manos del Ejército rebelde.

Subimos los diez escalones que nos devuelven a la superficie y allí espera despanzurrado el esqueleto de un bombardero B-24 americano ‘Lady Bijot’ que “de forma inexplicable desapareció del radar en 1942 y no fue encontrado hasta 1963 en mitad del desierto con los restos de la tripulación esparcidos en un radio de 12 kilómetros”, según destaca la guía de viaje de Libia de la editorial Lonely Planet.

Dejamos este museo de la II Guerra Mundial en horas bajas entre los saludos de los seis vigilantes que piden ser fotografiados. Uno de ellos lleva puestos unos cascos de aviador y descansa a la sombra, lejos de la furgoneta ‘pick up’ que porta la ametralladora de gran calibre que le ha reventado los tímpanos en el último mes. Muy cerca, Tobruk es una ciudad de apenas 140.000 habitantes cuyo centro urbano es caminable, uno de los pocos restaurantes abiertos ofrece pollo asado, arroz, alubias y macarrones. En la televisión del local la cadena Al Jazeera informa del avance de los hombres de Gadafi que atacan con fuerza Ajdabiya. Los clientes miran con preocupación la pantalla y comen en silencio. Tras la explosión de alegría y esperanza de los primeros días, el frente militar rebelde se ha venido abajo y ahora apelan a la épica para mantenerse firmes. La misma épica a la que apelaron las ‘ratas del desierto’ australianas en el cerco de Tobruk por parte de los alemanes en el año 41, la misma épica que se respira en los cementerios de las afueras de la ciudad. Una épica de hace setenta años que aun se respira en las calles de este lugar. (FOTO: LUIS DE VEGA)

Bengasi: huída de presos, éxodo de periodistas

Coches y furgonetas entran hasta la cocina. Vecinos de Bengasi peregrinan hasta la prisión central de la ciudad para llevarse todo lo que pueda tener alguna utilidad. Poca cosa queda después de dos semanas de revolución y el incendio de rigor. Como todos los edificios del antiguo régimen, la prisión fue pasto de las llamas y los calabozos están calcinados. Una cabeza de camello en avanzado estado de putrefacción preside el campo de fútbol de los reclusos. Abdul Hafiz pasó “varios años” entre estos muros y ahora está de visita con su familia. Le encerraron “por tráfico de drogas, la única solución que encontré para salir de la miseria absoluta y alimentar a los míos”, se justifica mientras recuerda su salida del penal. “Fue increíble, la revolución en las calles se contagió al interior de las celdas y toda la prisión se alzó contra los guardias. En apenas 48 horas nos abrieron las puertas y todos quedamos libres después de una batalla campal en la que destrozamos el lugar”, relata antes de subirse a su furgoneta y poner rumbo a casa.

La huida de los presos en 48 horas recuerda a la espantada de la prensa internacional de Bengasi. Hay varios factores que explican este adiós. Primero el tsunami de Japón que ha relegado a Libia a un segundo plano informativo; segundo el estancamiento de la situación en el plano militar, aunque el avance militar de Gadafi hacia Bengasi parece imparable y, tercero, precisamente este avance que puede provocar la toma de Ajdabiya, la antesala a Bengasi y una ciudad desde la que en tres horas -por una carretera directa-  los fieles a Gadafi se pueden plantar en Tobruk y cerrar el paso hacia la frontera.

República Democrática del Congo, ¿caos controlado?

bukavu1

Aquí a Bukavu no llegan más que rumores del supuesto golpe de estado del pasado domingo. Porque a la versión oficial, después de tantos años de guerra, nadie le hace ni caso. De hecho es dudoso que ni siquiera los kinois presten atención a las explicaciones que se publican en los periódicos y en la televisión, y la verdad, tienen motivos de sobra para estar hartos de las intrigas de estado; muchos acaban pensando si acaso no tratan de distraerles, o peor, de aterrorizarles con golpes de efecto militares.

Al otro lado de la frontera, en Kigali, alguien lanza esporádicamente granadas contra los taxis matando gente inocente. La última vez fue ocurrió el pasado sábado en Nyamirambo. La versión del gobierno ruandés es que el responsable de los ataques es el FDLR e incluso han mostrado en la televisión única a una serie de individuos que confiesan haber perpetrado los ataques y que dicen ser del FDLR, pero entre tanto circulan otros rumores sobre la corrupción que hay en la base de esas declaraciones, y rumores que apuntan como responsable de los ataques a la propia autoridad militar de la República de Ruanda.

La riqueza mineral

Uno de los rumores que escuché ayer en Nyamirambo sobre lo que hay detrás del supuesto golpe de estado contra Joseph Kabila es que el aparato político ruandés no está de acuerdo con la voluntad expresada por el gobierno de Joseph Kabila de racionalizar la extracción, el comercio y la exportación de los minerales de Kivu y que por esa razón han tratado de eliminarlo. Lo que hace más dudosa está versión es el hecho de que el gobierno ruandés pueda no estar contento con el modo en que se adjudican las licencias o se sacan los minerales de Kivu.

Comptoir-dor-a-Bukavu

Viendo el lujo aislado de las mansiones de la frontera ruando-congolesa es bastante evidente que hay gente que en todo este caos organizado continúa haciéndose rica, y no sólo ruandeses, pensemos por ejemplo en Banro, una multinacional implicada en el pasado en la guerra contra Laurent Desiré Kabila, que ahora está siendo indemnizada y recompensada con licencias de extracción y exportación de oro. Hoy me decía un sacerdote de Bukavu que han desplazado poblados enteros en el territorio de Mwenga para que Banro tenga acceso libre al oro del subterritorio. Ah y se me olvida otro rumor según el cual en este mismo momento hay un avión nigeriano en el aeropuerto de Goma con 18 millones de dólares para comprar oro con la autorización del general Bosco Ntaganda, jefe del CNDP. ¿Habladurías? Un agente de OFIDA me ha confesado que el gobierno de Kinshasa acaba de levantar la suspensión de las actividades mineras de Kivu, una suspensión que durante 3 meses habría mantenido parados los caudales de los hombres de negocio y oficiales militares que se han apropiado de las colinas mineras o que controlan o tasan el comercio de los minerales. En realidad el CNDP ya no existe, los milicianos se “mezclaron” en el ejército regular de la RDC a través de los acuerdos acelerados entre John Numbi y James Kabarebe (a la vez que apartaron al general Laurent Nkunda del teatro de operaciones). Los militares del CNDP se integraron en las FARDC conservando los grados y la misma mentalidad que tenían antes. La cadena de mando del CNDP se ha transformado en un partido político que acaba de coligarse con la Alianza para la Mayoría Presidencial de Joseph Kabila (después de todos los muertos que se provocaron para deshacerse de él supuestamente).

De todas formas, si miramos a la base de la población y no a las estructuras militares como el CNDP que sirven no a la población sino a un puñado de intereses que tratan de imponer así sus políticas de gestión de recursos y manejo de la población, al servicio de formas de documentación y poder al servicio de los grandes poderes de occidente, observamos que la Alianza por la Mayoría Presidencial se enfrenta a grandes problemas este año de elecciones (en teoría en noviembre), porque Vital Karmerhe y Etiene Tshisekedi continúan manteniendo reuniones para ver si consiguen ponerse de acuerdo en sacar una candidatura unitaria como alternativa a los que hoy tienen el poder, y porque lo que venimos viendo en los últimos meses es que el Kivu, que votó en masa por Joseph Kabila en el 2006, ya no le apoya como antes. Presumiendo la buena fe del todavía joven presidente, sin hacer caso de las narrativas locales que le vinculan con el poder exterior, esto es, en el mejor de las casos, el sistema que constantemente reproduce el conflicto en el este, mantiene a Kabila rehén de una política permisiva, para conservar su poder y guardar el equilibrio de una paz injusta, frente a unos señores de la guerra que amenazan con llevar al este del Congo, otra vez, el caos.  Le ha pasado al pueblo un poco lo que a Vital Kamerhe que de escribir un libro sobre por qué eligió a Joseph Kabila ha pasado a explicar por qué ahora aspira a alcanzar el poder (tras ser forzado a abandonar su puesto de presidente de la Asamblea Nacional). La gente de Kivu ya no apoya en masa a Joseph Kabila porque la situación en que viven no ha mejorado pese a las promesas. Siguen sin construirse las infraestructuras económicas, las necesidades básicas siguen sin estar cubiertas y lo peor de todo, la inseguridad, continúan produciéndose desplazamientos pendulares de la población y el puro terror psico-social. Las ofensivas militares de las FARDC (Ex-CNDP) contra las supuestas fuerzas negativas no han dado otro fruto que el de dispersarlas, desmovilizarlas y removilizarlas otra vez, y convertirlas en más negativas todavía, porque viven de lo que saquean a la población.

Violaciones sexuales

Quienes más sufren todo este desastre son las mujeres porque son tratadas como ciudadanas de segunda categoría, no sólo por las costumbres locales y los hombres (militares o ex-militares) producto de la guerra, sino también, me dice una congolesa de la Marcha Mundial, por las agencias humanitarias internacionales, que parecen competir con las organizaciones de mujeres locales y con las propias mujeres y que en sus modos de saber convierten a las mujeres en beneficiarias de grandes proyectos, seleccionando y creando estructuras “operacionales” que compiten con las organizaciones de base (tratando de apoderarse de su lenguaje y ocultando las verdaderas razones de los proyectos gestionados con los fondos internacionales: conservar puestos de trabajo, gestión de capital etc).

Un dato que me ha dado Madame Adele, de la Marcha Mundial de las Mujeres: el año 2010 hubo 5.283 violaciones sexuales registradas en los distintos territorios de Kivu Sur. Habría que sumar todas las que no han sido registradas, y las sufridas por los hombres también (como durante la llamada operación jabón de un grupo armado burundés en Fizzi). Las mujeres que han sido violadas muchas veces prefieren guardar silencio, primero porque la mayoría de las veces no conocen a sus violadores y segundo porque las malas costumbres imponen a la mujer violada la obligación de sufrir en silencio, y por el estigma, el miedo al repudio o porque son tan pobres y tienen tan pocos recursos que no tienen esperanza de conseguir una respuesta que les proteja por parte del “sistema político-judicial”. Un puro dato: de esas 5.283 violaciones sexuales que se registraron en el 2010 en la provincia de Sur Kivu, sólo 10 casos llegaron a oídos del sistema judicial. Pero las cosas se están moviendo, las organizaciones locales de mujeres, pese a que son ignoradas por las grandes organizaciones internacionales, se están organizando en las colinas, no para mostrarse como víctimas, para seguir siendo estigmatizadas, marginadas y convertidas en grupos de últimas beneficiarias, sino para ayudarse entre ellas y reivindicar sus derechos políticos; para ser productoras, de dentro a fuera, de los modos de hacer de la realidad actual.


Ras Ajdir, frontera de salida

errefuxiatuak3

No es basura. Son las pertenencias de oleadas y oleadas de refugiados que abandonan Libia. Lo poco que han podido salvar de los controles de carretera y de las bandas de ladrones que persiguen a los refugiados se convierte en algo prescindible cuando lo único que importa es pasar al otro lado. Por eso, muchos dejan en el último momento esa maleta con la que han cargado durante cientos de kilómetros para saltar la valla. Y en ese instante lo valioso se convierte en puro deshecho.

errefuxiatuak2

Durante varios días el puesto fronterizo libio ha estado abandonado. Los militares se replegaron el fin de semana pasado hasta el pueblo de Abu Kamesh, a unos 10 kilómetros hacia Trípoli. Pero Gadafi ha vuelto a tomar la frontera.

errefuxiatuak6

Los seguidores de Gadafi hacen ondear la bandera verde de la Gran Jamahiriya y cantan ante el éxodo de extranjeros. Lo hacen porque saben que los medios de comunicación de medio mundo estamos aquí. Nos dicen que en Libia todo es normal, que el pueblo está con el líder. Pero a poco más de cien kilómetros, en Zawiya, la temida Brigada 32 comandada por Khamis, uno de los hijos de Gadafi, aplasta a las fuerzas rebeldes.

errefuxiatuak4

Triple revolución

directo1

Informando en directo sobre la situación en Libia desde la frontera tunecina rodeado de egipcios. Tres revoluciones concentradas en una sola imagen. Túnez, Egipto y Libia. Tres revoluciones con un mismo argumento, aunque con un final diferente. Y el de Libia está aún por escribir.

La bandera egipcia ondea entre los refugiados confinados en Ras Ajdir. Ellos no pudieron estar en la plaza Tahrir de El Cairo porque estaban trabajando en Libia, pero ahora cantan consignas contra los dictadores y a favor de la libertad. Gritan “viva Túnez” y “viva la revolución”, como si Ben Alí y Mubarak siguieran en el poder. Pero huyen de Gadafi, y su revolución se ha convertido en cuestión de supervivencia. Quieren volver a Egipto, un país diferente al que dejaron cuando decidieron emigrar. La causa de los libios se ha convertido en la suya, y todos desean el fin de Gadafi. Pero ese final sin escribir, el de la dictadura en Libia, podría ser inesperado.

Ben Alí huyó a Arabia Saudí y Mubarak se recluyó en Sharm el Sheik. Túnez se ha librado ya del último resquicio de la dictadura con la dimisión del primer ministro Mohamed Ganuchi, y Egipto vive bajo un gobierno militar, presuntamente de transición. Todos se preguntan ahora cómo terminará la revuelta contra Gadafi. Y todos coinciden en que el líder de la Gran Jamahiriya es diferente. “Él no huirá como un cobarde, como huyeron sus amigos Ben Alí y Mubarak”, nos dice un egipcio que lleva más de diez años en Libia. “Gadafi morirá en Trípoli”. Pero ellos no estarán allá para verlo.

Gadafi, un líder de chiste

BENGASI. Se acabó. El respeto hacia la figura del líder libio asentado sobre el terror y el miedo ha desaparecido para siempre en las calles de Bengasi. Gadafi es ahora objeto de mofa por parte de sus paisanos que le han dedicado incluso una caseta especial frente a la Corte Suprema de la ciudad absolutamente forrada de caricaturas, dibujos infantiles y fotografías manipuladas en Photoshop. Acompañado de Mubarak y Ben Ali, los dos últimos dictadores derrocados Egipto y Túnez, de su hijo  Saif El Islam o de su enfermera ucraniana los libios prefieren bromear sobre la fortuna del coronel, su supuesta alianza con Israel o sus sueños de grandeza. “Mejor esto que llorar, ha hecho tanto daño que es imposible de recogerlo en un trozo de papel”, asegura uno de los jóvenes que se encarga de colgar estos dibujos absolutamente prohibidos antes del estallido de la revolución. Vale todo, desde los trabajos más artísticos hasta los primeros monigotes de los más pequeños.

Muy cerca, un joven con peluca y vestido con una de las tradicionales túnicas de Gadafi saluda a la muchedumbre desde una pick-up imitando los gestos del dictador. La gente le aplaude y tira fotos del coronel bajo las ruedas del vehículo para que este las pise al circular.

El puerto de Bengasi se ha convertido en el epicentro de la protesta, el corazón de una nueva Libia liberada que ha cruzado la línea roja y habla de Gadafi en pasado. “No hay marcha atrás“, repiten todos los entrevistados. “Tampoco podríamos porque nunca perdonarían estas afrentas”, bromea un joven que acaba de colgar una foto de Gadafi con los pelos electrizados y la cara pintada como un payaso.

El hospital de los mártires

Nasser Al Ajmed nunca pensó que fuera a vivir algo parecido. Como otro día cualquiera acudió a su puesto de trabajo como médico en prácticas del hospital Jalaa, pero no fue un día más, fue el inicio de la revolución y de cinco días de actividad sin descanso. “Yo conté 27 muertos el primer día, 21 el segundo, 18 el tercero y después dejé de contar. Después estaba el gran número de heridos de bala de todas las edades, fue una masacre”, recuerda mientras participa en una protesta frente a la Corte Suprema, al lado del puerto de Bengasi, el equivalente a la plaza Tahrir egipcia en esta ciudad libia. Desde entonces el hospital ya es conocido como “hospital de los mártires”.

La revolución ha triunfado en esta parte del país, pero el día a día no es sencillo. Hoy es el día marcado para recibir el suelo mensual y Nasser se encuentra, como el resto de funcionarios, a la espera de saber si Trípoli abonará o no sus nóminas. “No creo que nos paguen, por eso ya hay bancos como el Wahda que está concediendo créditos a cada familia, sabíamos que no sería cosa fácil, pero no es hora de pensar en dinero“, sentencia animado por los gritos de la multitud que vitorean a un joven que se abre paso con su coche saludando desde la apertura del techo al estilo Gadafi.

Cientos de heridos se recuperan en los dos hospitales de Bengasi. Decenas de cuerpos in identificar esperan que los forenses les pongan nombre y apellido apilados en bolsas verdes. Los familiares pegan las fotos de sus seres queridos desaparecidos en las paredes y cada día se juntan a las puertas de las morgues a la espera de noticias. Filas de ataúdes esperan inquilino. La represión fue brutal en esta ciudad que ahora celebra el fin de cuatro décadas de tiranía. “Yo no había conocido otra cosa que Gadafi, todo es nuevo para nosotros, no podemos perder un solo minuto”, advierte Nasser antes de perderse entre una multitud que, como cada tarde, colapsa la calle del puerto.