Archivo de la categoría: Oriente Medio

Primavera árabe, invierno islamista

“Tengo mucho miedo. Van a ganar seguro y pronto empezarán los problemas”, Issa es cristiano. Su taxi luce una cruz que cuelga del retrovisor desde el que mira a los ojos de su pasajero para confesar sus temores. Nos dirigimos al cuartel general de los Hermanos Musulmanes. Después de toda una vida en la clandestinidad, la hermandad ocupa ahora un edificio de seis alturas en el barrio de Al Muqatam, a las afueras de la capital. En la puerta de acceso un cartel reza “Nosotros llevamos el bien a toda la gente”, no hay seguridad ni vigilancia de ningún tipo. Una vez dentro un portero regordete me estrecha la mano y me señala a las fotos de los nueve líderes que ha tenido el grupo en su historia que cuelgan de la pared. Desde el fundador, Hasán Al Banna, hasta Mohamed Badia.

Hay que esperar unos minutos. Llega el obligado té y tomamos asiento en unos tresillos versallescos herencia del anterior inquilino, el mobiliario no pega con el carácter austero de la hermandad. Mahmoud Ghozlan hace acto de presencia a la hora pactada. El portavoz de los Hermanos Musulmanes y miembro del Comité Ejecutivo es profesor de Bioquímica en la Facultad de Agricultura de la Universidad de Zagazig. Con traje oscuro, pero sin corbata, repasa sus años en la cárcel durante la época de Hosni Mubarak antes de abordar el futuro próximo del país.

Pese a los años de persecución, el partido creado por la hermandad es el mejor organizado y el máximo favorito en los comicios. Ghozlan lo sabe y pide “respeto a la democracia”. Su propuesta para Egipto pasa por la “aplicación de la sharia, pero solo para la población musulmana, su entrada en vigor no afectará a las minorías a las que no solo respeteramos, sino que protegeremos con especial énfasis” y a nivel internacional piensan “revisar los términos del acuerdo de paz con Israel porque es injusto. El nuevo parlamento que salga de las urnas debe revisar el texto”. Dos mensajes claros que provocan desconfianza entre la población no musulmana del país y encienden todas las alarmas en el vecino estado judío.

De confirmarse la victoria de la hermandad, Egipto se sumaría al camino abierto por Túnez y que pronto puede seguir Libia. Los tres países del norte de África donde han triunfado los procesos revolucionarios están ahora en pleno proceso de transformación política hacia una especie de democracias islámicas dirigidas por la hermandad. “El caso de Egipto es especial porque es aquí donde está la sede central, la madre de todo el movimiento. Compartimos idearios y hemos compartido durante años torturas, exilios forzados y clandestinidad. Cada país es independiente, no se puede aplicar la misma forma de gobierno aquí o en Túnez, lo importante es responder a las necesidades de la población”, asegura Ghozlan que explica su éxito en “el conservadurismo de la población en todo el mundo árabe, es muy complicado que Occidente trate de imponer su modelo porque aquí la mayor parte del pueblo vive en base a tradición y religión”.

La nueva cara del mundo árabe ya se ha dejado notar también en la Liga Árabe que después de toda una vida sin capacidad ejecutiva ha adoptado unas sanciones sin precedentes contra el régimen sirio. “Las revoluciones han sacudido al antiguo pensamiento, ahora ya no tenemos que callarnos ante los crímenes”, piensa Ghozlan que muestra su solidaridad con los miembros de la hermandad activos en territorio sirio en estos momentos a los que el presidente Bashar Al Assad señaló como “terroristas”.

La guerra de las pickup

El Ejército rebelde se mueve gracias a las furgonetas pickup que Muamar Gadafi guardaba con celo en el puerto de Bengasi para entregarlas como regalo de cumpleaños a aquellos libios nacidos el 1 de septiembre, aniversario de su llegada al poder. Una excentricidad más de la larga lista de caprichos de un líder que intentaba ganarse el favor de los ciudadanos a base de promesas. Más de cuatro mil vehículos de color blanco cayeron en manos de la revolución tras el 17 de febrero y ahora forman la auténtica caballería de unas fuerzas que han adaptado los coches a las necesidades de la guerra. Yaser Abdulaziz nació el 9 de septiembre de 1977, así que por ocho días no estaba entre los afortunados a los que les correspondía una pickup, sin embargo la revuelta hizo que cayera en sus manos un ‘Grand Hiland Delux’, modelo de este vehículo de fabricación china cuya marca nadie conoce y que responde al nombre de Zhongxing. Desde entonces conduce “al servicio de la guerra, en cuanto todo termine lo devolveré a las autoridades revolucionarias para que hagan lo que estimen oportuno”. Como el resto de conductores, Yaser no tiene llaves y ha puenteado el arranque, también ha camuflado el coche echando aceite sobre la chapa para que la arena del desierto se le pegue “y así somos invisibles ante los ojos del enemigo”. El último toque rebelde consiste en hacer pintadas a ambos lados del vehículo para distinguirse como “defensores de la revolución del 17”.

Yaser lleva la parte trasera cargada de bidones de gasolina, comida y colchones de espuma, pero su auténtico objeto de deseo es una metralleta para la que ya ha preparado una estructura metálica que ha soldado en la batea, “en cuanto tenga la oportunidad coloco el arma y me voy a la primera línea”, asegura este miliciano al que las nuevas reglas de combate, que impiden el acceso al frente a aquellos que no dispongan de armamento de gran alcance, le obligan a permanecer en retaguardia. Antes de este intento de poner orden en las filas rebeldes sí llegó a estar cara a cara con los hombres de Gadafi y pudo comprobar la potencia del motor al que puso “a 190 kilómetros por hora para huir de la lluvia de cohetes“.

Con la gasolina casi regalada, a nadie le preocupa el consumo. Pero los rebeldes se quejan de los problemas mecánicos que empiezan a sufrir los vehículos chinos tras cinco semanas en el desierto. “No tienen nada que ver con las ‘Fox’ (zorro, nombre que dan los libios a la mítica pickup de la marca Toyota que emplearon los talibanes en la toma de Kabul en los noventa y que aquí se usa en el desierto), son mucho más frágiles y tenemos problemas con los radiadores”, lamentan algunos rebeldes que tienen que detenerse en la cuneta cada cierto tiempo para echar jabón en los radiadores y así hacer que la arena se pegue en la parte frontal.

Un argentino entre los rebeldes

23 años, gorra y camisa verde oliva y una chapa con la foto de Ernesto Guevara al cuello. José Piaggesi está a miles de kilómetros de su San Rafael natal y ha recorrido esta distancia para estar en la primera fila de la revolución libia contra Muamar Gadafi. Tras su paso por Palestina (6 meses), decidió acudir al país norteafricano como voluntario y vive empotrado con las unidades rebeldes ayudando a evacuar heridos y muertos de la primera línea de combate. Sobre el cuello le cuelga una acreditación de prensa a nombre de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), para cuyo periódico quincenal envía colaboraciones. “No soy periodista, pero voy anotando todo lo que vivo en mi diario”, confiesa este profesor de secundaria al que no le ha temblado el pulso para “coger un fusil y disparar al enemigo cuando ha hecho falta”.

Llegó hace más de diez días a la guerra y lo que más le ha sorprendido es “la felicidad con la que afrontan la contienda y la vida los libios, pese a los 42 años de dictadura sobre sus cabezas. Esto me hace pensar que la felicidad está muy despegada de lo material”. En un casco que se encontró hace unos días escribió la palabra ‘press’, se entiende con sus compañeros gracias al árabe aprendido en Palestina y tiene fuerzas para seguir en el frente.

País rico, gente pobre

“Por favor, ponga en el pie de foto: el país más rico del mundo, donde vive la gente más pobre“. El vendedor ambulante de tabaco posa ante la cámara mientras su ayudante saca las cajetillas del cartón para ponerlas a la venta. La economía de guerra ha duplicado el precio del Marlboro egipcio (ahora a 6 dinares, unos 3 euros al cambio) y muchas de las marcas locales se han agotado. Los fumadores pasan momentos difíciles ya que es en estas situaciones de nerviosismo es cuando más nicotina demanda el cerebro. Menos mal que hace tiempo me quité del vicio.

Bengasi no recupera la normalidad. Anuncios en las vallas publicitarias piden a los comerciantes que vuelvan a la actividad habitual, pero aquí nadie se fía. El espíritu revolucionario es incapaz de hacer frente a las fuerzas terrestres de Gadafi y todos miran al cielo esperando el misil liberador que doblegue la resistencia gadafista.

El caos militar es trasladable a la nueva vida política -donde anuncian la formación de un gobierno y lo desmienten en menos de cuatro horas- y a cualquier actividad cotidiana. Sólo los cafés se mantienen ajenos al desmadre general y allí se sigue sirviendo con mimo cada macciato, cada capuchino. Los teléfonos llevan cortados desde hace una semana. La compañía Al Madar del todo, y Libyana opera de forma aleatoria para desesperación de unos usuarios que tienen que marcar y marcar a la espera de que entren sus llamadas. Imposible llamar o recibir llamadas del exterior, así que el satélite es la única opción para estar en contacto con el mundo exterior.

La épica de la II Guerra Mundial contempla a los rebeldes

Datos del viaje: Coche alquilado (20 dinares día, 10 euros al cambio), Comida: Arroz con alubias y pollo (40 dinares, 4 personas 20 euros). Duración 3 horas. Hotel: Al Masira (90 dinares noche, 45 euros al cambio)

TOBRUK. Judíos, musulmanes y cristianos descansan juntos en los cuatro cementerios de la II Guerra Mundial que se encuentran a las afueras de Tobruk, que dista 150 kilómetros de la frontera con Egipto. No hay que alejarse demasiado, basta con tomar dirección al puesto fronterizo y mirar a los lados para divisar las miles de lápidas perfectamente ordenadas de los cementerios de Acroma, Commonwealth, francés  y alemán. “Esto lo paga la Embajada francesa y cada año muchas personas realizan una visita el día 11 de noviembre”, confiesa un niño asomado a la puerta de la casa del portero del camposanto donde descansan más de 300 franceses caídos en la batalla de Bin Hakim en la primavera de 1942. Su madre quiere hablar y dar explicaciones, pero al faltar su marido no puede atender a los recién llegados. Las visitas anuales rinden tributo a los miles de soldados que perdieron la vida en esta ciudad (los restos que no fueron identificados descansan bajo lápidas de mármol en las que se lee ‘conocido por Dios’), uno de los puntos estratégicos por el que más duro combatieron alemanes e italianos contra las fuerzas aliadas.

Aunque Libia está en guerra, sólo la presencia de un puñado de milicianos armados en los cruces de carretera recuerda que a 380 kilómetros las fuerzas de Gadafi bombardean Ajdabiya, la ciudad que tiene la llave de la conquista del este del país, la conocida como ‘Libia liberada’. “No hay problema, todo está seguro y no se atreverán a acercarse, este es un lugar de luchadores y saben que les recibiremos peleando”, aseguran los guerrilleros que vigilan la estratégica carretera que va al sur a través del desierto. Una recta interminable que desemboca en la actual primera línea de combate. No parecen un rival temible para los aviones del régimen que en pocos minutos podrían sobrevolar Tobruk. Los vigilantes del búnker del general Erwin Rommel, mando supremo del Afrika Corps y el más célebre mariscal de campo del Fuhrer,  lo saben “pero no pensamos escondernos en el refugio en caso de ataque”, aseguran con valentía mientras muestran a los visitantes las once salas del búnker y el puesto de control desde el que el ‘Zorro del desierto’ dirigía los movimientos de sus tropas. Una veintena de fotografías en blanco y negro se sujetan a duras penas en unas paredes comidas por la humedad. Maniquíes uniformados tirados por el suelo, sillones rotos y mucho polvo completan la instantánea de un lugar que hasta el 17 de febrero era competencia del ministerio de Turismo y ahora está en manos del Ejército rebelde.

Subimos los diez escalones que nos devuelven a la superficie y allí espera despanzurrado el esqueleto de un bombardero B-24 americano ‘Lady Bijot’ que “de forma inexplicable desapareció del radar en 1942 y no fue encontrado hasta 1963 en mitad del desierto con los restos de la tripulación esparcidos en un radio de 12 kilómetros”, según destaca la guía de viaje de Libia de la editorial Lonely Planet.

Dejamos este museo de la II Guerra Mundial en horas bajas entre los saludos de los seis vigilantes que piden ser fotografiados. Uno de ellos lleva puestos unos cascos de aviador y descansa a la sombra, lejos de la furgoneta ‘pick up’ que porta la ametralladora de gran calibre que le ha reventado los tímpanos en el último mes. Muy cerca, Tobruk es una ciudad de apenas 140.000 habitantes cuyo centro urbano es caminable, uno de los pocos restaurantes abiertos ofrece pollo asado, arroz, alubias y macarrones. En la televisión del local la cadena Al Jazeera informa del avance de los hombres de Gadafi que atacan con fuerza Ajdabiya. Los clientes miran con preocupación la pantalla y comen en silencio. Tras la explosión de alegría y esperanza de los primeros días, el frente militar rebelde se ha venido abajo y ahora apelan a la épica para mantenerse firmes. La misma épica a la que apelaron las ‘ratas del desierto’ australianas en el cerco de Tobruk por parte de los alemanes en el año 41, la misma épica que se respira en los cementerios de las afueras de la ciudad. Una épica de hace setenta años que aun se respira en las calles de este lugar. (FOTO: LUIS DE VEGA)

Bengasi: huída de presos, éxodo de periodistas

Coches y furgonetas entran hasta la cocina. Vecinos de Bengasi peregrinan hasta la prisión central de la ciudad para llevarse todo lo que pueda tener alguna utilidad. Poca cosa queda después de dos semanas de revolución y el incendio de rigor. Como todos los edificios del antiguo régimen, la prisión fue pasto de las llamas y los calabozos están calcinados. Una cabeza de camello en avanzado estado de putrefacción preside el campo de fútbol de los reclusos. Abdul Hafiz pasó “varios años” entre estos muros y ahora está de visita con su familia. Le encerraron “por tráfico de drogas, la única solución que encontré para salir de la miseria absoluta y alimentar a los míos”, se justifica mientras recuerda su salida del penal. “Fue increíble, la revolución en las calles se contagió al interior de las celdas y toda la prisión se alzó contra los guardias. En apenas 48 horas nos abrieron las puertas y todos quedamos libres después de una batalla campal en la que destrozamos el lugar”, relata antes de subirse a su furgoneta y poner rumbo a casa.

La huida de los presos en 48 horas recuerda a la espantada de la prensa internacional de Bengasi. Hay varios factores que explican este adiós. Primero el tsunami de Japón que ha relegado a Libia a un segundo plano informativo; segundo el estancamiento de la situación en el plano militar, aunque el avance militar de Gadafi hacia Bengasi parece imparable y, tercero, precisamente este avance que puede provocar la toma de Ajdabiya, la antesala a Bengasi y una ciudad desde la que en tres horas -por una carretera directa-  los fieles a Gadafi se pueden plantar en Tobruk y cerrar el paso hacia la frontera.

Ras Ajdir, frontera de salida

errefuxiatuak3

No es basura. Son las pertenencias de oleadas y oleadas de refugiados que abandonan Libia. Lo poco que han podido salvar de los controles de carretera y de las bandas de ladrones que persiguen a los refugiados se convierte en algo prescindible cuando lo único que importa es pasar al otro lado. Por eso, muchos dejan en el último momento esa maleta con la que han cargado durante cientos de kilómetros para saltar la valla. Y en ese instante lo valioso se convierte en puro deshecho.

errefuxiatuak2

Durante varios días el puesto fronterizo libio ha estado abandonado. Los militares se replegaron el fin de semana pasado hasta el pueblo de Abu Kamesh, a unos 10 kilómetros hacia Trípoli. Pero Gadafi ha vuelto a tomar la frontera.

errefuxiatuak6

Los seguidores de Gadafi hacen ondear la bandera verde de la Gran Jamahiriya y cantan ante el éxodo de extranjeros. Lo hacen porque saben que los medios de comunicación de medio mundo estamos aquí. Nos dicen que en Libia todo es normal, que el pueblo está con el líder. Pero a poco más de cien kilómetros, en Zawiya, la temida Brigada 32 comandada por Khamis, uno de los hijos de Gadafi, aplasta a las fuerzas rebeldes.

errefuxiatuak4

Triple revolución

directo1

Informando en directo sobre la situación en Libia desde la frontera tunecina rodeado de egipcios. Tres revoluciones concentradas en una sola imagen. Túnez, Egipto y Libia. Tres revoluciones con un mismo argumento, aunque con un final diferente. Y el de Libia está aún por escribir.

La bandera egipcia ondea entre los refugiados confinados en Ras Ajdir. Ellos no pudieron estar en la plaza Tahrir de El Cairo porque estaban trabajando en Libia, pero ahora cantan consignas contra los dictadores y a favor de la libertad. Gritan “viva Túnez” y “viva la revolución”, como si Ben Alí y Mubarak siguieran en el poder. Pero huyen de Gadafi, y su revolución se ha convertido en cuestión de supervivencia. Quieren volver a Egipto, un país diferente al que dejaron cuando decidieron emigrar. La causa de los libios se ha convertido en la suya, y todos desean el fin de Gadafi. Pero ese final sin escribir, el de la dictadura en Libia, podría ser inesperado.

Ben Alí huyó a Arabia Saudí y Mubarak se recluyó en Sharm el Sheik. Túnez se ha librado ya del último resquicio de la dictadura con la dimisión del primer ministro Mohamed Ganuchi, y Egipto vive bajo un gobierno militar, presuntamente de transición. Todos se preguntan ahora cómo terminará la revuelta contra Gadafi. Y todos coinciden en que el líder de la Gran Jamahiriya es diferente. “Él no huirá como un cobarde, como huyeron sus amigos Ben Alí y Mubarak”, nos dice un egipcio que lleva más de diez años en Libia. “Gadafi morirá en Trípoli”. Pero ellos no estarán allá para verlo.