Archivo por meses: enero 2011

Que se prepare Youtube, que vienen los egipcios

Egipto lleva cuatro días sin internet. Se dice rápido. Tras 24 horas sin comunicaciones telefónicas, la línea volvió el sábado, pero internet sigue bloqueado. Eso sí, cuando Hosni Mubarak caiga, o al menos cuando decida entrar en razón y devolver el acceso a internet a los ciudadanos, Youtube, Twitter y Facebook se colapsarán.

Foto: Salah Malkawi/Getty Images

Foto: Salah Malkawi/Getty Images

Decenas de miles de egipcios salen a las calles cada día, y lo hacen con sus móviles, con sus cámaras de fotos y videocámaras. Lo graban todo, y como no pueden enviarlo, lo guardan. Las quemas de coches y vehículos del primer día, los niños que acompañan a sus familias a las manifestaciones para demostrar que son pacíficas, las mujeres con y sin velo que gritan por su derecho a elegir a sus gobernantes. Las cámaras nos graban también a nosotros, cómo entrevistamos a la gente, cómo hablamos por teléfono. Graban que estamos aquí. Se filman unos a otros, se sacan fotos subidos a los tanques junto a los soldados, que los ven como amigos.  Hay vídeos y fotos de los aviones de combate que Mubarak  sacó ayer para asustarles. Y hay vídeos también que demuestran que el pillaje  y los saqueos de hace un par de noches  no fueron cometidos por los mismos que están en las calles.

Al principio nos ofrecían todo este material audiovisual. Creían que nosotros sí teníamos internet y que nosotros sí podíamos enseñarlo. Ahora, sin embargo, se lo guardan. Mubarak está consiguiendo con el apagón regalar tiempo a los internautas para que seleccionen y editen lo mejor de lo que ha pasado en la última semana en Egipto. Les ha regalado, sin saberlo, la oportunidad de preparar para el mundo entero el making off de esta revolución.

Bendirman, terrorista musical

40.000 amigos en Facebook y un corrosivo sentido del humor fueron suficientes para que el régimen de Ben Alí decidiera censurar las canciones de Bendirman. “Me hicieron la campaña de publicidad de forma gratuita, les debo mucho en mi carrera. Ahora añoro al presidente, mi gran fuente de inspiración, sobre todo por su nariz”, bromea este cantautor de 26 años que se ha convertido en el auténtico ídolo de la juventud tunecina. Su primer disco ‘Merhaba-Welcome’ estaba hasta ahora sólo a la venta en Francia, pero llegará a las tiendas del país la próxima semana.

El bendir es un instrumento de percusión tunecino y la expresión ‘tocar el bendir’ equivale a ‘hacer la pelota’. A partir de esta idea Bendirman creó ‘Bendir-land’ (planeta bendir), todo un mundo paralelo al estado tunecino en cómic y canciones, una metáfora de la dictadura en la que a diferencia de la realidad, el protagonista es un superhéroe sin poderes.

La planta baja de una villa en una de las zonas nobles de la capital es el lugar de ensayo en el que prepara, junto a otros dos músicos, el que será su primer concierto, hoy viernes, en la Escuela de Arte de la capital. “Será una actuación para recaudar dinero para la gente de Sidi Bouzid acampada en la Kasbah. ¡Viva la revolución!”

En el último año ha actuado en Canadá, Francia y Alemania. En febrero girará por Túnez y después volará a Europa y Estados Unidos. Espera tener su segundo álbum listo en marzo, “con nuevas canciones, una de ellas será absolutamente pornográfica y se la pienso dedicar a los cantantes de este país que hasta hace dos días cantaban en honor a Ben Alí y ahora se han hecho revolucionarios. Hipócritas. Esa gente sólo merece el insulto”.

Una bandera del Ché adorna un estudio donde instrumentos tradicionales se mezclan con guitarras eléctricas y un ordenador de sobremesa. Por aquí pasa la flor y nata del artisteo local y todos son colegas más o menos cercanos de Slim Amamou, que en una semana ha pasado de ser un rebelde blogger y twittero antisistema a secretario de Estado de Juventud y Deportes. “Yo no podría ser ministro porque me gustan las dictaduras. Echo de menos a Ben Ali. Era tan guapo, y su mujer tan sexy…”, repite entre las carcajadas de los colegas que poco a poco van reuniéndose en el local de ensayo. Buena parte de ellos, al estilo Bendirman, con las cabezas cubiertas por gorras y los vaqueros rasgados.

Caída la dictadura no piensa que le falten temas para componer nuevas canciones ya que “los problemas no han desaparecido”. Con la ayuda de un guitarra comienza a improvisar. Todo lo que ha visto estos días en la calle le ha marcado ya que “nadie esperaba unas protestas tan pacíficas. No hay violencia, esta es la revolución de la paz y el amor. Hay momentos en que parece que somos protagonistas de una película de Kusturica, he visto a gente organizando protestas hasta para pedir cambios en la selección nacional de fútbol”.

Bendirman canta y todos callan. Un hilo de voz a lo Manu Chao se apodera del lugar y se escapa más allá de la sala para recorrer la avenida Burghiba y la plaza de la Kasbah. Bendirman es libre y su arte también. Nuevos peligros acechan a su planeta “como la posible llegada al poder de los islamistas, esto es Túnez y aquí cualquier persona respetable bebe alcohol. Esperemos que se sepa mantener la diferencia entra las vidas privadas y públicas”.

Revolución en las aulas

Las escuelas abren sus puertas cada día, pero los profesores se ha declarado en huelga indefinida. El sector más amplio del profesorado opta por no acudir a sus puestos de trabajo como medida de presión contra el gobierno provisional. Exigen la dimisión de todos los ex altos cargos del régimen que siguen en puestos ministeriales y la huelga es su forma de lucha.

“Agentes de paisano me detuvieron el día 12 de enero -dos días antes de la caída del tirano- y me acusaron de alentar a la revuelta en mi ciudad. Nos metieron a tres personas en una celda muy pequeña. Tras seis horas de espera me pasaron a una sala para interrogarme. Me obligaron a sentarme en una silla baja que estaba llena de sangre, como el suelo”, recuerda Ismael Garby, un profesor de matemáticas de Sidi Bouzid, la región del centro del país donde estalló la revolución. Tras 17 años como profesor de secundaria, siempre se había mantenido al margen de la vida política, el auténtico tabú en el Túnez de Ben Alí, “me obligaron a firmar una declaración en la que confesaba que estaba animando a la gente a quemar mobiliario urbano y organizar manifestaciones ilegales, pero me negué. Yo solo estaba protestando por las condiciones de trabajo y de vida en la región, no soy un activista político”.

Lo siguiente que recuerda es una multitud intentando tomar la comisaria que lograron sacarle de su celda. Todos salieron a la calle entonando el himno nacional y desde entonces no han dejado las calles, “no hemos vuelto a la escuela, esto no se termina hasta que todos los ex altos cargos de la dictadura estén fuera del nuevo Túnez”.

El espíritu del profesorado de Sidi Bouzid se instaló también en la capital el pasado lunes. El Gobierno de transición pidió el retorno a las aulas como muestra de normalización, pero los profesores dijeron no. No todos, algunos, los menos, fueron a trabajar “porque no podemos mezclar política con educación, nuestra responsabilidad es seguir adelante”, decía una maestra del colegio de primaria Bilel, en el área de Mezah VI. Un precioso centro blanco con algunos detalles azules y pupitres de madera marcados por el paso de los años. En las aulas no hay fotos de Ben Alí, nunca las ha habido, pero sí banderas nacionales. Mientras repasa ejercicios de matemáticas en la pizarra frente a un grupo de doce alumnos, esta maestra critica a algunos de sus compañeros hoy en huelga “porque antes eran los primeros que aplaudían al dictador y pedían fiesta para acudir a algún acto del RCD (partido en el poder durante 23 años). ¿Por qué no pidieron antes las mejoras salariales y más vacaciones?“.

Hamida es profesora retirada y se ha quedado en las puertas del colegio con sus nietos. No hay clase, y ya son más de dos semanas. “No hay derecho, van a perder el curso. Creo que voy a hablar con otras compañeras veteranas y vamos a reanudar el curso”, apunta mientras emprende la vuelta a casa con los pequeños.

La revolución se ha instalado en las aulas. Las reivindicaciones políticas y sociales se dan la mano en el nuevo Túnez en el que las protestas adquieren dos velocidades. Algunos como el profesor Garby anteponen el cambio político al resto de facetas de la vida, otros prefieren mirar al futuro y conformarse con lo obtenido hasta ahora. Prefieren perder el curso, que la oportunidad de un cambio radical en el país.

Esto eran un economista, un poeta, y un médico…

Parece el comienzo de un chiste, de esos de “esto eran un francés, un italiano y un español….”. Pero no. Esto eran un economista conservador, un poeta del partido socialista y un médico independiente salido de la nada. Todos portugueses, y aspirantes a presidir su país. El economista, Aníbal Cavaco Silva, ha ganado oficialmente y estrena segundo mandato. El poeta, Manuel Alegre, no ha ganado nada. El médico, Fernando Nobre, también gana: de cero a 600.000 votos en sus primeras elecciones. Gana más que el ganador, y es que Cavaco es presidente, pero con medio millón de votos menos que hace cinco años.

Y estos eran los ingredientes de un cóctel electoral al que hay que añadir mucha abstención, o si no, no funciona. Más del 53% de los electores se han quedado en casa.

Cavaco ha convivido durante los últimos años con un ejecutivo socialista, y está dispuesto a cambiarlo. A este matrimonio de conveniencia entre gobierno y presidente le esperan tiempos difíciles.

AlamoGoodBadUgly

El economista, el poeta y el médico. También suena a esa gran, gran película El bueno, el feo y el malo. Que conste que el orden de los factores tampoco aquí altera el producto, y que no me pronuncio sobre quién sería quién. Precisamente este año se cumplen 45 desde que se estrenara este clásico, cuya sinopsis, ojo al dato, dice así: “Los protagonistas son tres cazadores de recompensas que buscan un tesoro que ninguno de ellos puede encontrar sin la ayuda de los otros dos. Así que los tres colaboran entre sí, al menos en apariencia.”

¿Nos suena de algo? ¿Es una premonición sobre el estado actual del panorama político en Portugal? ¿Podrán nuestros protagonistas rescatar del rescate a su propio país? Una vez más, hasta ahí puedo leer.

El censor de la red

“Nada de fotos, por favor. Hay mucha gente que se cree que soy el responsable de Internet durante los últimos años y puedo tener problemas”. Son las primeras palabras de Kamel Saadaoui, director general de la temida Agencia de Internet de Túnez (ATI, por sus siglas en francés), que está deseoso de explicar su trabajo “una labor puramente técnicas, este organismo lo formamos sesenta ingenieros e informáticos y los único que hacíamos era facilitar a las autoridades los mecanismos necesarios para controlar la red, pero no éramos nosotros los que decidíamos qué censurar. No somos policías, somos ingenieros. Además, cuando decidían censurar una página o un blog, encriptaban toda la información y nosotros sólo veíamos que estaba bloqueado, nada más”.

Saadoui repasa mentalmente las cifras de páginas bloqueadas y asegura que “empezaron con unas trescientas, pero con el inicio de las revueltas ya eran varios miles, no todas de contenido político, muchas de ellas de proxys que usaba la gente para saltarse los filtros”. ¿Por qué el Gobierno no cortó Internet o redujo la velocidad de conexión cuando empezaron las revueltas al igual que hizo Irán en 2009 tras las elecciones presidenciales? “Porque no eran conscientes del poder de convocatoria de la red, no se dieron cuenta del daño que la red les estaba haciendo, es la única respuesta posible”. Túnez sufría una fuerte censura en Internet, pero también una increíble expansión de la red de alta velocidad a la que tienen acceso en medio millón de hogares, según los datos de ATI.

Situada en una bonita villa en el número trece de la calle Pasteur y sin apenas seguridad en los accesos, los empleados de la ATI tienen ahora “tiempo para tomar café las ocho horas de trabajo cada día”. El director explica que en sólo una semana se han dado grandes pasos en la administración de Internet y que a partir de ayer, día 24, “el correo electrónico es ya libre en el país. Antes controlábamos cada email y las autoridades tenían capacidad de leer su contenido, hoy cualquiera puede tener su servicio SMTP”.

Pese a la libertad en la red y el levantamiento de la censura a las páginas de contenido político, “los filtros se mantienen sobre páginas de contenido erótico, pornográfico y pedófilo. El gran cambio es que a partir de ahora será la Justicia la que decida lo que hay que filtrar, no el partido político del poder”.

Saadoui mira con simpatía al nuevo secretario de Estado de Juventud y Deportes, Slim Amamou, @slim404, un conocido programador informático y hacker al que se le incluye en el grupo de Anonymous que logró bombardear la mismísima web personal del presidente Ben Alí. “Luchábamos cada día contra ellos, hicieron muy bien su trabajo y, de verdad, que nosotros somos los primeros en alegrarnos del triunfo de la revolución”, afirma Saadoui.

El rostro del antiguo régimen

Cada día desde hace once años Imed Barboura se pone delante de las cámaras para presentar las noticias en el canal público tunecino. La cadena ha pasado de llamarse Tunisie 7, en honor a 7 de noviembre de 1987 en el que Ben Alí llegó al poder, a National Tunisian TV y el color morado de sus caretas, el favorito del dictador,  es ahora rojo, como la bandera nacional.  Los cambios de nombre, color y contenidos, sin embargo, no han traído de momento el cambio de caras e Imed sigue al frente de los telediarios.

“Fui el primero en dar la noticia de la salida del ex presidente. Estuvimos diez horas preparando el comunicado y cuando me puso ante la cámara fue como sacar una pesadilla de mi interior”, asegura este periodista de 38 años que hasta 1995 desarrolló su trabajo en la radio. “La gente me quiere, mi rostro es popular y todos saben que no tengo vinculación política con el RCD, pero no tenía otro remedio que leer los comunicados que nos imponían. No era periodismo, sólo propaganda“, lamenta.

Imed califica la etapa anterior de “trabajo institucional” y piensa que “los medios perdimos toda la credibilidad”. Ahora en el canal estatal se viven momentos de gran tensión. La noticia de que las fuerzas del orden investigan a Abdelwahab Abdalá, responsable de la censura durante el régimen, ha sido un bálsamo para estos profesionales “que no sabemos cómo hacer nuestro trabajo, estamos aprendiendo y hay que ser exigentes para estar a la altura de lo que han logrado los ciudadanos”, afirma Imed.

Las luces que iluminan por la noches el edificio de la televisión pública siguen siendo de color morado. En lo alto de la colina de Al Manar, frente al Sheraton, el edificio se convirtió en símbolo de la propagando oficial De momento los ciudadanos siguen sin confiar en esta cadena. Sus unidades móviles no se han movido de la capital, aun no han viajado por el país para recoger testimonios ni imágenes. “Falta de medios”, argumentan los directos. “Falta de profesionalidad”, replican periodistas y técnicos, muchos de los cuales duermen incluso en la redacción para hacer posible una emisión de 24 horas.

¿Qué protesta toca hoy?

Es la pregunta con la que desayunan cada día los 10 millones de tunecinos. A las reivindicaciones políticas que exigen la dimisión del gobierno provisional por sus lazos con el antiguo régimen se le suman exigencias sociales y laborales de todo tipo. Desde policías hasta taxistas, pasando por los dueños del pequeño comercio, todos reclaman cambios en la legislación y mejoras en su calidad de vida.

El problema es que los gritos van dirigidos a unas instituciones transitorias, frágiles hasta la pérdida del conocimiento, que confiaban en que los tres días de luto por los mártires de las revueltas les dieran una tregua. No ha sido así. En el nuevo Túnez no hay tregua, no hay tiempo que perder, los ciudadanos ya han perdido 23 años de sus vidas y ahora exprimen cada minuto de vida.

Hoy domingo, las protestas incluso se adelantan. Es jornada festiva en el país, pero las manifestaciones no tienen calendario ni horario. A las siete y media de la mañana la muchedumbre ha tomado la avenida Habib Burghiba con sus gritos, carteles y eslóganes para mantener viva la llama revolucionaria.

Dengbej, bertsolaris kurdos

Las canciones traspasan los muros de la gran casa de piedra escondida en el corazón de la vieja Diyarbakir. Melodías tradicionales en kurdo que repasan los acontecimientos más importantes de la historia de este pueblo, relaciones amorosas o la actualidad política… el Dengbej se adapta a los nuevos tiempos y los 28 profesionales del centro hacen de este canto su vida.  No improvisan de una manera idéntica a los bertsolaris -recitador de versos vasco-, pero cantan a capela y son la expresión más popular de la música de este pueblo del que van rescatando historias y conservándolas con sus melodías.

Rahmi Batur, periodista kurdo, asegura en un texto rescatado de la web www.bertsozale.com que el dengbej viene de “la unión de deng (voz) con bej (decir)” y destaca que “a la hora de improvisar o hacer canción de una historia lo más importante es no perder el ritmo de la melodía”.  Mehmede Deriki dirige el centro de Diyarbakir y lleva tres décadas entregado al género.  Tras una breve introducción pegados a la estufa de la cocina bebiendo té, accedemos a una larga sala abovedada en un sótano del patio cuadrado de la casona. A la luz de una ventana media abierta, Deriki despliega una alfombra para rezar y tras realizar sus oraciones camina pensativo desde una punta a otra, con las manos en los bolsillos. “Voy a dedicarte una de amor, un bonito tema para estos tiempos difíciles”, estas palabras rompen el silencio de la sala. Deriki se sienta sobre uno de los bancos bajos corridos que presiden el lugar y, sin dejar de repasar las cuentas de su rosario, rompe a cantar.

Desde los más profundo, con una respiración entrecortada que parece parte de la coreografía y los ojos cerrados, el dembesh se apodera de la piedra, el hilo de luz que entra por la ventana y llega a los corazones de los presentes sin pasar apenas por los oídos.  Tras cuatro minutos de éxtasis gutural y gestual Deriki termina y se dirige al patio donde le esperan algunos de sus compañeros sentados en unas sillas de plástico azul que desentonan con la joya arquitectónica que les rodea. Aprovechan una de las esquinas en las que aun pega el sol del mediodía con fuerza. A la sombra ya se siente el rigor del enero en Anatolia.

Más té, más repasar las cuentas de los rosarios. Los silencios en la conversación los ocupa la sintonía de un móvil desde el que un anciano escucha Dengbej. “La llegada de las últimas tecnologías”, sonríen los presentes. Deriki quiere hablar de la situación política. Habla con el mismo sentimiento que canta y lo hace para expresar su confianza en que “2011 sea el año de la paz entre turcos y kurdos”. Un deseo generoso y global acompañado de uno más personal, pero igual de complicado: “cantar nuestras canciones en la televisión y ante todo el país”. Aunque el cantante reconoce que la situación del idioma kurdo es mucho mejor que en los ochenta, piensa que “estamos muy lejos de poder vivir en nuestra lengua materna”. Salimos de la casa por un callejón que desemboca en la arteria central de la parte vieja. En las paredes unas pintadas rezan “somos kurdos”. Vamos dejando atrás los carteles de la casa del Dengbej, los únicos que se pueden encontrar en la ciudad escritos en turco, kurdo e inglés.

La editorial de Ocalan

Hay que subir hasta un cuarto piso. Al tocar la puerta una chica muy joven, de pelo y tez morena sonríe por encima de un gran fular de color verde que le cuelga del cuello hasta la cintura. Se llama Derya Us y trabaja pata la editorial Aram, la misma en la que el líder del Partido de los Trabajadores (PKK), Abdulá Ocalan, ha publicado “al menos veinte obras” firmadas con su nombre y apellido. Estos libros no están en el mercado -Ocalan permanece en prisión desde hace una década y el PKK una organización ilegalizada e incluida en la lista de grupos terroristas de EE.UU y la UE-, pero se pueden conseguir de forma clandestina sin demasiada dificultad.

Su repasa los últimos títulos más polémicos de su editorial y rescata de un cuarto oscuro un ejemplar de “La guerra especial”. El escritor usó un pseudónimo, Cemal Serik, y firmó un documento por el que asumía toda la responsabilidad de su texto eximiendo a la casa editorial de cualquier culpa. Las autoridades retiraron el volumen de las tiendas, pero al menos no cerraron Aram por publicar este texto que denuncia la guerra sucia de Ankara contra el pueblo kurdo.

“Más peligroso que el idioma es el contenido. En los últimos años el Gobierno ha logrado que el turco sea nuestra lengua principal, pero lo que no ha podido es acabar con nuestras ideas”, asegura Su mientras muestra algunas obras de reciente aparición en versiones bilingües.  Repasando el libro de estilo de las autoridades detalla las tres reglas de oro que cualquier publicación debe cumplir en Turquía para no tener problemas. Primera, el PKK no es un “movimiento de liberación”, sino una “organización terrorista”. Segunda, Abdulá Ocalan no es un “líder”, sólo el “jefe de una organización terrorista”. Tercera,  los miembros del PKK no son “guerrilleros”, son “terroristas”.

Suena el timbre y Su acude a la puerta. Sale humo de la tetera y sobre la mesa los libros proscritos se confunden con títulos de poetas y traducciones de autores internacionales. Hora de acabar la entrevista porque Su tiene que seguir con sus papeles. Acabamos el té -ni negro, como en Irak, ni aguado, como en Irán- y nos despedimos.

Guerra judicial entre turcos y kurdos

Algo se mueve en la capital del Kurdistán turco. Faltan menos de 24 horas para que se retome el macrojuicio contra 151 representantes de la comunidad kurda -entre ellos varios alcaldes- y en las calles se suceden las marchas de protesta. Hoy es el turno de las asociaciones de mujeres que se han echado a las calles para pedir la oficialidad del kurdo. Un mensaje directo a las autoridades de Ankara que decidieron suspender el juicio nada más iniciarse porque los acusados sólo aceptaron defenderse en esta lengua no oficial.

Las protestas discurren entre fuertes medidas de seguridad. De momento la Policía observa y toma nota. El cerco de seguridad frente a la sala donde tendrá lugar el Juicio aumenta cada día. Autobuses policiales y vehículos blindados toman posiciones en los accesos principales.

Uno de los que sentarán en el banquillo de acusados será Abdulá Demirbas, alcalde de lo que denomina ‘la parte vieja’ de Diyarbakir (Amed, para los kurdos). A este representante público le pueden caer 171 años. Se siente afortunado porque al menos está en libertad provisional hasta que se celebre la vista y pide “libertad para todos mis compañeros porque esto no tiene nada que ver con la Justicia, es un juicio político“.

Después de la expectación que despertó el inicio del proceso, esta vez se esperan menos delegaciones extranjeras y menos observadores internacionales. Gobierno turco y kurdos vuelven a librar una batalla dentro del marco de una guerra que dura treinta años y ha costado la vida a 40.000 personas, aunque esta vez la guerra se librará ante un tribunal.