Archivo por días: 12 mayo, 2010

La pecera bomba

Una pecera es el nuevo elemento decorativo de la sala de operaciones de la base Terranova, en el valle de Arghandab. Los empresarios afganos contratados por los americanos para las obras de ampliación de la base –a la que llegarán algunos de los 30.000 soldados prometidos por Obama– agradecen de esta forma los miles de dólares que les llegan cada mes. Diez pececitos de colores- bañados en 24 botellas de agua mineral- observan ahora a los soldados que trabajan en los ordenadores verde (no clasificado) y rojo (secreto) de la sala. Mi pequeño Vaio se ha sumado a la mesa de computación y desde un extremo, enfermo por la psicosis del IED (artefacto explosivo improvisado), pregunto al responsable de logística si no será una pecera bomba. “Espero que noâ€, se limita a responder antes de ir a por un alargador para iluminar el acuario.

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He aprovechado el encierro para tomar un té con el mulá que dirige las oraciones de los efectivos del Ejército Nacional Afgano. El equivalente al cura castrense de los ejércitos OTAN que ora en una pequeña choza de madera a la que acuden sus fieles soldados cinco veces al día. Todos menos dos son suníes, pero a los chiíes también les dedica un rato cada jornada. Llega de Jalalabad y hace pocos meses que entró en el Ejército, no sale de la base y no conoce a sus colegas locales, “muchos de ellos se hacen llamar mulás, pero son falsos hombres de fé que se dedican a predicar el malâ€, asegura este hombre mientras invita al extranjero a sentarse a la sombra de la tejavana que cubre su humilde templo.

Hay que rezar mucho para adentrase en el valle, especialmente si hay que viajar en coche o camión. Se me hace eterno cada minuto que paso dentro de esos cacharros, al llegar al destino y soltarme el triple cinturón respiro. Aumenta el blindaje de los vehículos, se crea una unidad de investigación conjunta entre todos los aliados para compartir información sobre los artefactos, se aumenta el entrenamiento de las fuerzas antes de llegar… pero nada consigue frenar las bajas. A más blindaje, más explosivo. A más entrenamiento, nuevas fórmulas y emplazamientos para bombas trampa, a más patrulla a pie, más bombas con menos explosivo pero igual de letales. La respuesta de la insurgencia a las ofensivas de Helmand y Kandahar está muy clara.

TELEGRAMA DESDE ARGHANDAB. Hoy no se sale de la base porque hay grave amenaza de emboscada talibán. STOP. He dormido con forro polar y cerrado en el saco para soportar el aire acondicionado de la tienda. STOP. Los militares han recibido nuevos uniformes. STOP. Mañana tocan las pruebas de tiro semanales para el Ejército afgano con los nuevos M16, a ver qué puntería tienen. STOP. Me dicen desde la base de Kandahar que hay overbooking de periodistas para los empotramientos del verano en el sur de Afganistán… espero leerles a todos desde Zumaia beach. STOP. Que se preparen para un verano caliente.

El cigarro de la paz

“¿Y tú por qué no hablas pastún?”. Es la pregunta que los mayores de
Jalawar hacen a los soldados americanos antes de pedirles un cigarro.
Estos sonríen, sacan un Marlboro, y después de darle fuego le tocan la
barba. “Cool, man, very cool!” (guay, hombre, my guay), el viejillo,
antiguo muyahidín como el de la foto, aspira el humo y sonríe. Ha
visto caer a los rusos y no creo que tenga mucha confianza en estos
soldados veinteañeros que patrullan a pie bajo el zumbido de los
helicópteros que les dan cobertura aérea.

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En Arghandab se está poniendo toda la carne en el asador. Este es el
lugar de pruebas de la nueva estrategia McChrystal
, el Dorado al que
Obama sueña traer la seguridad en un plazo de 18 meses, pero a pie de
calle se percibe que pese a los esfuerzos por parte americana y a los
progresos en la integración con las fuerzas afganas, el camino por
recorrer es enorme
.

Los rusos -las comparaciones son inevitables- intentaron tomar
Arghandab en 1982 y 1987 y, según los mandos americanos, perdieron
“decenas de miles de soldados”. Ni los muyahidines, ni los talibanes,
ni las tropas de la coalición han hecho mucho por estas aldeas desde
entonces
.  Los talibanes del siglo XXI no son los muyahidines del XX,
pero tienen algo muy importante a su favor que le falta a Occidente:
tiempo. Los vecinos lo tienen claro y por eso no tienen prisa a la
hora de responder a los extranjeros, ellos usan el mismo reloj que los
talibanes.

Los niños miran a los soldados y les piden bolígrafos, caramelos y
botellines de agua como en todo el mundo, pero cuando se sientan a
descansar un rato, se acercan y les piden también que se conviertan al
Islam
. Las mujeres no existen.  Los talibanes llevaron a Kabul la vida
en esta parte del país y por eso se dio a conocer en todo el mundo,
pero aquí siguen viviendo como entonces y las normas que rigen son las
que marcan la mezcla entre religión y tradición que obedecen las
tribus pastunas. El gobierno de Kabul es una anécdota que se olvida en
el mismo momento que el Marlboro se consume en los labios del
viejecillo de barba blanca.

TELEGRAMA DESDE ARGHANDAB. He dejado Tanys y he vuelto a la base de
Terranova. STOP. Mi teléfono ha muerto tras tener que cruzar el canal
para evitar un puente de madera, lo llevaba en el bolsillo y me cubría
hasta la cintura. STOP. Jamás había visto tanto tatuaje junto. STOP.
Soy el padre de todos los soldados. STOP. No hay mujeres soldado en la
línea del frente. STOP. Mi casco blanco lo he tenido que pintar de
verde
por seguridad de la patrulla.