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Japón, normalidad en el desastre

Hace ya tres días que hemos vuelto de Japón pero la noticia sigue allí. Los reactores de Fukushima continúan representando un pelígro, el nivel de contaminación al sur de la central sigue siendo una incógnita, en Tokio se habla ya de alimentos con radiación…. y, no lo olvidemos, ahí siguen estando los miles de muertos, heridos y desplazados por el tsunami. Aún así decidimos regresar.


Por eso, antes que nada quiero mostrar mi agradecimiento a esta casa. Uno porque cuando las cosas se puesieron feas hizo todo lo posible porque saliésemos del aeropuerto de Haneda cuanto antes. Y dos, porque en ningún momento presionó, cuestionó o trató de interferir en la decisión que el equipo que cubríamos la información desde Japón habíamos tomado. Y repito, podía tener motivos para ello porque la información seguía, sigue, estando allí. Además, ya de vuelta en Pekín he podido comprobar que esa actitud no se ha dado en otros casos. No todos los medios han tratado con tanto respeto a sus corresponsales. Así que lo dicho, agradecieminto por partida doble.

Directo desde Tokio

Y segundo me gustaría contar aquí algo que no contamos ni en los directos ni en los reportajes que grabamos en Japón y que tiene que ver con la segunda foto. Está tomada en el metro de Tokio el día 15 de marzo. Unos minutos antes nos había llegado la noticia de que la radiactividad de Fukushima podía alcanzar la capital en cuestión de horas se dijo primero (una de tantas informaciones contradictorias, luego se habló de días).

Metro de Tokio, 15 de Marzo 2011

Sabiendo esto ¿a vosotros qué os sugiere la foto?

Dar la alarma de tsunami

Un día después de la toma de posesión del presidente Sebastián Piñera y las fuertes réplicas del terremoto, los chilenos siguen sin salir de su asombro. Ayer el ejército dio la alerta de tsunami minutos después del primer temblor, pero nadie se explica lo que ocurrió el trágico sábado 27 de febrero.

Por qué, quién, en base a qué criterio, no se dio la alarma de tsunami tras el terremoto de 8,8 grados Richter. ¿Cuál fue la duda que impidió a los responsables dar la voz? ¿A qué tuvieron miedo? ¿Cuál fue el temor para no apretar el botón?

De momento, oficialmente no hay explicación, hay que esperar a investigar lo ocurrido, y las prioridades humanitarias de un país golpeado por un terremoto son inaplazables. Se entiende. Pero la pista la da un comandante cuando reconoce que la armada no fue clara a la hora de informar a la presidenta Michelle Bachelet si mantenía la alerta o no.

Una mujer ante la destrucción del tsunami en Dichato (EPA).

Una mujer observa la destrucción del tsunami en Dichato, Chile (EPA).

No supieron qué hacer. Probablemente no tuvieron las herramientas ni los datos pertinentes para establecer con un margen de error razonable que, efectivamente, había un altísimo riesgo de maremoto. Las comunicaciones fallaron, no había forma de localizar a nadie, ni a ministros, ni a alcaldes, ni a expertos, ni a técnicos. La destrucción de las torres de comunicación genera ese silencio, es más, en esos primeros momentos de caos, los esfuerzos de ayuda se canalizan a zonas con menores daños en vez de a las zonas más devastadas, precisamente por esa incomunicación. Así lo ha venido enseñando la experiencia en estas emergencias y así ha ocurrido con este último seísmo. 

No había certeza para decidir si dar la alarma o no. Pero, ¿y la experiencia de otros temblores? ¿Y el sentido común? Ese mismo que utilizó la población de la línea de costa al subir al monte para ponerse a salvo tras el terremoto, por temor a que el mar se los tragara y que sólo bajó cuando escuchó al Gobierno decir que no había riesgo de olas gigantes en el litoral.

Ante la destructora magnitud de un terremoto de 8,8, los responsables del Servicio Hidrográfico de la Armada chilena (SHOA) y la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi) no supieron valorar que era mejor perder el cargo por una falsa alarma que perderlo por las consecuencias fatales de no darla. Y por lo visto, tampoco se les ocurrió  ponerse en la piel del que está al borde del mar y pensar en qué haría, les faltó sentido común, muy útil en todo momento y más aún cuando todo lo demás falla.