Pude haber elegido enchufarme a la Champions. TenÃa el Lyon-Real Madrid y el Milán-Mánchester. ¿A quién le puede interesar eso? me pregunté.
Y opté por la pasión y el espectáculo en estado puro y televisados en directo. Hasta me hice con unas gafas de tres dimensiones.
Me decidà por un deporte en el que la tensión y la velocidad, y las imágenes en superlenta, se convierten en algo parecido al mundo de los Na-Vi. Si, ayer por la tarde me chupé el enfrentamiento entre las selecciones de Noruega y Cánada…de curling. Ya saben, esa variedad de petanca on the roks que consiste en deslizar una especie de plancha de las de planchar, pero de piedra, sobre una pista de hielo mientras unos desesperados barren la superficie como si les fuera la vida en ello. Apasionante. No les digo más que no hay manera humana de distinguir entre las secuencias en vivo de las de la superlenta. Porque todo parece que lo emiten con la superlenta.

Buen ejemplo: unos hombres haciendo las labores del hogar con la plancha y la escoba
No vi ni un solo tiro. Y les explico. Antes de dormirme, con lo que conseguà llenar de babilla las gafas de 3-D que se me cayeron sobre el regazo al inclinar a cabeza, seguà con la atención de una vaca observando una hormigonera, el planteamiento de una jugada. Impresionante. Era un plano cenital. La diana esa en la que hay que acertar con la plancha en medio. Cuatro personas jóvenes con las escobas alrededor. Y un tipo mayor, calvo y canoso, agarrándose la cabeza y mirando el estado de la cosa. Era el capitán de Noruega tratando de determinar cómo debÃan sus chicos lanzar las planchas, o las piedras, para alejar del centro las piedras de los canadienses.
Mientras, la comentarista intentaba trasladar a los teleespectadores el intrÃngulis del asunto, en un susurro. Porque lo que entraba como un cañón por los altavoces de la tele era la conversación de los deportistas. En Noruego. No les voy a exagerar, también hubo algo de movimiento en esos largos minutos. De vez en cuando, uno de los noruegos se alejaba lentamente y limpiaba con frenesà una invisible impureza en el hielo.
Ahà fue cuando claudiqué. Cuando mis compañeros me acusaron después de roncar en la sala de visionado, argüà que los noruegos hablaban muy alto.
Hoy, como en una pesadilla, me he encontrado muchos periódicos que hablaban a dos páginas del Noruega-Canadá de curling en la olimpiada de Vancouver. He llamado a mi terapeuta y me ha dicho que no pasa nada, que él también ha visto los periódicos y que no son imaginaciones mÃas.
En los diarios he leÃdo que las piedras esas del curling valen 500 euros cada una. Me voy a Vancouver como comentarista voluntaria de Radio Euskadi de las finales de la especialidad. Y a robar media docena de piedras.
Por cierto, también quiero unos pantalones como los de la selección noruega de curling.
Ah, y pido disculpas a los amantes de este deporte de invierno. Pero es que…