La cara de la Justicia

“Salgamos de aquí, acompáñeme detrás del tanque para poder hablar con calma”. Zacharia Abdelaziz ha terminado su discurso diario en la plaza Tahrir y se abre paso hasta el espacio libre que queda entre el cordón policial y el de voluntarios de la oposición que protegen los accesos a la plaza. “El barco presidencial está severamente tocado, hay que aguantar un poco más y lo hundiremos”, afirma con optimismo la persona que hasta 2008 fue la cabeza visible de la asociación de jueces de Egipto. Desavenencias con la cúpula del régimen le apartaron de su puesto y le condenaron al ostracismo del que le ha rescatado la revolución.

“Cuando caiga todo el peso de la Justicia recaerá sobre su persona y sobre los que le rodean. Lo sabe y por eso se aferra a su sillón”, asegura el juez Abdelaziz que piensa que los cargos más claros contra el presidente estarán relacionados con “malversación de fondos y tramas inmobiliarias”, aunque tampoco descarta abrir procesos por “la actuación policial en la represión de las revueltas”. Tras más de cuarenta años vinculado al mundo de la Justicia lamenta “el teatro que el Gobierno llama ‘diálogo con la oposición’, ni siquiera la amnistía de los presos políticos está sobre la mesa. No nos podemos fiar de ellos, es una mentira más para perpetuar este régimen que ya dura tres décadas”.

No conoce personalmente al presidente al que se enfrentó en 2008 como líder de una gran parte de los jueces del país que se revelaron ante las modificaciones a la Constitución llevadas a cabo ese año que, según el informe de Amnistía Internacional de ese año, “reforzaron las amplias atribuciones de la policía en materia de detención, otorgaron a los agentes del Estado amplias facultades para vigilar las comunicaciones privadas, autorizaron al presidente a eludir los tribunales ordinarios y abrieron el camino a una nueva legislación antiterrorista que erosionaría todavía más la protección de los derechos humanos. Otras modificaciones tuvieron al parecer motivaciones políticas. En virtud de una de ellas, se redujo la intervención de los jueces en la supervisión de las elecciones y de los referendos”.

Como el resto de los millones de egipcios que secundan las protestas y huelgas en todo el país, el juez Abdelaziz reclama justicia. En 2005 su nombré figuraba en las quinielas de candidatos a la presidencia, pero finalmente no se lanzó a la carrera política. “Le necesitamos”, cuelgan los activistas egipcios en Twitter y Facebook, donde se recogen sus discursos ante la masa de Tahrir. “Aquí estoy para servir a la revolución”, responde. Impecable, se arregla su corbata, se ajusta la chaqueta y se despide. Mañana volverá.

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