Un pueblecito de lona bajo el Everest

Ramon Olasagasti (blog de la expedición):

Bajo la impresionante mirada de la vertiente norte del Everest, unos 4 kilómetros por encima del monasterio de Rongbuk y a 5.000 metros de altura, se levanta un pueblecito provisional, dos hileras de aproximadamente 30 tiendas cada una cerrando un gran escampado de piedras. Es un pueblecito de lona dispuesto para albergar a los turistas que llegan ansiosos por fotografiar y contemplar la majestuosa estampa del Everest. En total, las tiendas pueden albergar a unas 300 personas, 6 en cada una.

Las tiendas de lona son sorprendentemente acogedoras. Todas ofrecen comida y alojamiento y en el exterior venden también fósiles de cuando el Himalaya se encontraba sumergido en el mar. Incluso un pequeño puesto de correos chino ofrece la posibilidad de sellar y enviar una postal desde la mismísima base del Everest

La mayoría de los que gestionan estas tiendas son tibetanos, como Yika, un chaval de unos 15-16 años, todo amabilidad, que lleva con esmero una de las tiendas. Yika pasa 10 días arriba, bajo el Everest, y otros 4 en Zhaxizong, su peblo natal. A su corta edad, se nota que es uno de los más apreciados del lugar. Recibe infinidad de visitas a lo largo del día para charlar un rato y matar el tiempo. La verdad, aquí no hay mucho más que hacer. Lo que perciben del alojamiento (40 joanes, unos 4 euros por noche) se lo tienen que entregar al Gobierno chino, que es el dueño de todas estas tiendas. Ellos sobreviven con lo que puedan sacar de las comidas. Cada atardecer, cuando el sol se oculta, Yika enciende una pequeña chimenea donde pone a calentar dos enormes teteras. “Black tea or milk-tea?”, pregunta. Después, muestra un viejo cartón donde se detallan los platos de un menú bastante elemental.

La llegada de grandes Toyotas es incesante. La mayoría llegan de Lhasa, completando un tour o trekking a través de la meseta tibetana en el cual la visión del Everest es uno de los máximos atractivos. Muchos son chinos -turismo interno, vaya- que llegan armados con sus trípodes y grandes cámaras dispuestos a inmortalizar el momento. Pero el Everest a veces se muestra esquiva. Es cuestión de suerte. A las mañanas es más fácil observarlo y admirar su silueta.

Para los tibetanos, para los moradores de este pequeño pueblo de lona, el Everest es también la Diosa Madre de la Tierra, es el reclamo y la razón por la que están aquí. Ellos y ellas ya no se impresionan con su figura; viven con una cotidianeidad resignada el hecho de que los turistas lleguen, pasen un día, fotografíen a su Chomolungma y se vayan. Ya que ven como la montaña sigue ahí, y ellos también.

Hotel Rongbuk

Unos cuatro kilómetros más abajo de este pueblecito de lona, en frente del antiquísimo monasterio de Rongbuk, se encuentra el hotel del mismo nombre. Se trata de un hotel que en cualquier ciudad resultaría sencillo, pero que aquí, a 4.800 metros, llama poderosamente la atención. Mimetizada con los ocres del lugar, no es su aspecto lo que resulta chocante, sino el propio hecho de levantar un hotel a estas alturas. Y porque no? cabe preguntarse. En Europa tenemos varios ejemplos de teleféricos, hoteles y demás infraestructuras de montaña que no ponemos en tela de juicio.

Dentro del hotel, suntuosos murales y cuadros del Everest y del palacio de Potala decoran la entrada y la recepción. En el piso superior se encuentra el amplio comedor del hotel, donde nos recibe uno de los responsables. Sabe algo de ingles, pero más bien poco, lo que resulta llamativo para gestionar un lugar así. Según lo que nos ha contado, el hotel lleva seis años en marcha, cuenta con 40 habitaciones y capacidad para albergar a más de 100 personas. Los precios son realmente asequibles: 300 joans (30 euros) cuesta la habitación. Habrá caprichos más caros por ese dinero que levantarse a la mañana y contemplar el Everest desde la misma habitación. Como no, el hotel es propiedad del Gobierno chino aunque lo gestionen los tibetanos. Cientos de turistas, sobre todo europeos y chinos, se albergan aquí a lo largo del año. Respecto a las tiendas de lona es otro nivel de confort, pero a pesar de todo, nada parece alterar la convivencia en este valle de Rongbuk.

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