La fantasía, la ficción, forma parte de nuestra realidad y su incursión en la vida cotidiana puede causar efectos muy dispares. Éste es, esencialmente, el territorio que la escritora Berta Marsé explora en su último trabajo: una colección de cuentos escritos con brío narrativo, que sabe detenerse en las pequeñas cosas de la vida que, a veces, toman por sorpresa el derrotero, siempre literario, de los asuntos definitivos. En los relatos que conforman Fantasías animadas (Anagrama) esta autora catalana- que ya dio muestras de sus estupendas maneras de cuentista con En jaque– lleva la fantasía -un concepto abstracto y colorista- a la concreción del día a día. Nos presenta, por ejemplo, a un adolescente que descubre que su serie favorita, escrita a golpe de descarnadas parodias de una familia, resulta ser una réplica exacta de su propia vida; nos acerca la decepción de una niña al describir que los Reyes Magos ¡ay!… En fin, ya saben. Nos atrapa con la historia de una mujer que le promete a su amiga cuidar de su amado perro pero que cuando el encargo se complica decide elaborar una mentora que la dirigirá al desastre. Y nos conmueve con Pina, una mujer que como tantas otras personas, confunde el pasado con el presente. Marsé injerta, de hecho, fantasía en las existencias normales y corrientes de unos personajes a los que esta escritora dota de profundidad y coherencia gracias a su capacidad de observación de una realidad que a la mayoría de los lectores les va a resultar muy familiar. Fantasías animadas combina el detalle y el discurso, la anécdota y la tesis, lo corriente y lo fantástico. El resultado es, simplemente, un buen libro de relatos.

Txani Rodríguez