Niccolò Ammaniti (Roma, 1966) comenzó a publicar novelas con treinta años y no ha parado desde entonces. Tiene ya ocho en el mercado y algunas de tanto éxito como Que empiece la fiesta, Como Dios manda y sobre todo No tengo miedo.  Varias de sus obras han sido trasladas al cine con bastante éxito. Es uno de los autores italianos más queridos por los lectores y la crítica, y más publicados en el extranjero.

Tú y yo, recientemente llevada al cine por Bernardo Bertolucci, se centra en la vida de un adolescente, Lorenzo, inadaptado y asocial, que incapaz de hacer amigos se inventa una invitación a esquiar por unos compañeros de colegio, para quedarse una semana encerrado en el sótano del edificio donde vive con sus padres. Su intención es permanecer aislado del mundo para que nadie “pueda darle la matraca”, para disfrutar leyendo y comiendo lo que le gusta y para dormir a pierna suelta. Pero su castillo de naipes se derrumba cuando aparece por el lugar su hermanastra, la hija que su padre tuvo en un matrimonio anterior. Se llama Olivia y apenas la ha visto un par de veces en su vida. Es nueve años mayor que él y vive una vida independiente y desdichada marcada por su adicción a las drogas. Entre esos dos personajes a los que aparentemente no une nada salvo unos difusos lazos de sangre, va surgiendo una corriente de cariño aderezada con momentos de rabia y de dolor. Ella necesita dinero para conseguir una dosis, y al no obtenerlo se quedará en el sótano con su hermanastro. Lorenzo se convertirá así en confidente de Olivia y también en su enfermero, ya que la joven tendrá que pasar a la fuerza el síndrome de abstinencia.

En tan solo ciento treinta páginas, Niccolò Ammaniti hace un auténtico trazado de la soledad y de la exclusión, una radiografía exacta de ese tipo de personas  que tienen grandes dificultades para relacionarse con los demás. Lo hace con amor y con humor, con un toque de ternura, pero sin esconder nada, ni glorificar comportamientos que conducen a la autodestrucción personal. La novela está además repleta de pequeñas historias, entre las que destaca la de ese robot limpiapiscinas asesino que los estadounidenses crearon para matar a Saddam Husein y que acaba con las vidas de unos cuantos dueños acaudalados de mansiones californianas. Una novela hermosa, de una rara perfección, con un estilo contenido que sin embargo toca en el lector fibras emotivas muy profundas. Una pequeña gran joya.

Enrique Martín