El tocho. Cuando Edith Wharton perdió la inocencia

LIBRO.La Edad de la InocenciaEra una tarde de enero de comienzos de los años setenta. Christine Nilsson cantaba Fausto en el teatro de la Academia de Música de Nueva York. Aunque ya había rumores acerca de la construcción -a distancias metropolitanas bastante remotas, “más allá de la calle Cuarenta”- de un nuevo Teatro de la Opera que competiría en suntuosidad y esplendor con los de las grandes capitales europeas, al público elegante aún le bastaba con llenar todos los inviernos los raídos palcos color rojo y dorado de la vieja y acogedora Academia. Los más tradicionales le tenían cariño precisamente por ser pequeña e incómoda, lo que alejaba a los “nuevos ricos” a quienes Nueva York empezaba a temer sin por ello ser ajena a su atracción”.

Así comienza La edad de la inocencia de Edith Wharton. Novela publicada en 1921 por la autora neoyorkina, que vivió entre 1862 y 1937 asistiendo a profundos cambios sociales en su país, reflejados como paisaje de fondo en esta obra con la que alcanzó la cumbre de su arte literario. La edad de la inocencia es, por ello, una novela social, en la que se muestran los principios y prejuicios de la alta sociedad neoyorkina, pero al mismo tiempo es una novela psicológica donde se describen con agudeza los caracteres de sus protagonistas.

Ambientada en la década de 1870, tan solo hay un salto en el tiempo de unos treinta años, en el último capítulo. El joven abogado Newland Archer, comprometido con la dulce y puritana May Welland, se siente atraído por su prima, la misteriosa Ellen Olenska, regresada de Europa tras divorciarse de un aristócrata polaco y acogida con reticencias en la alta sociedad. Su atracción se convertirá en una pasión que no conseguirá consumar, atrapado en la tupida red de relaciones que constituyen su vida de privilegiado. Esta novela que pudo haberse titulado también La edad de la inexperiencia, es, por tanto, la crónica de una desazonante frustración amorosa narrada con soberbia maestría.

Imagino que no les revelo nada que ustedes no conozcan, entre otras cosas porque la espléndida adaptación cinematográfica de Martin Scorsese, bastante fiel al texto, les recordará la esencia del argumento. Pero de todos modos, lo importante en esta novela, como en toda obra maestra, es su estilo, que lejos de cualquier vanguardismo, se inscribe en la línea clásica de Henry James, de quien la autora fuera gran amiga. Edith Wharton utiliza una prosa cuidada y elegante impregnada de una cierta ironía, y hace un uso espléndido de la sugerencia y la elipsis narrativa. La autora refiere la historia sin dar excesiva información sobre hechos que luego resultarán cruciales para sus personajes, dejando que vague nuestra imaginación hasta el desolador final.

A pesar de las apariencias, Edith Wharton tuvo una vida activa y agitada, incluso antes de divorciarse mantuvo idilios con hombres y mujeres, atravesó el Atlántico en 66 ocasiones, trabajó para la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial y no cesó de escribir desde su primera juventud, legando más de 30 libros entre novelas, cuentos y ensayos, pero ninguno de ellos alcanzó la sutileza emocional, la fascinación, del que hoy recomendamos: La edad de la inocencia.

Javier Aspiazu

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