Es muy raro todo esto, Pablo

Es muy raro todo esto contiene, como el propio autor define en el divertido prólogo a este libro, una selección de los artículos que ha publicado durante los últimos años en El Correo. Son textos que tienen como escenario principal a Bilbao, que es un lugar desde donde explicar el mundo tan indicado, al menos, como otro cualquiera. La ciudad tiene por tanto enorme relevancia en estas páginas en las que se habla del Athletic, de la biblioteca de Bidebarrieta o de la plaza del Gas pero no es un libro que hable tanto sobre Bilbao sino como del signo de estos tiempos. Martínez Zarracina observa la ciudad desde un punto de vista que combina cierta distancia analítica con la cercanía emocional que procuran a cualquier persona –o a casi cualquiera- las calles de su infancia. Este articulista y crítico literario se sirve de los temas más dispares para convencernos de que, efectivamente, las cosas son muy raras y que más allá de Santutxu tampoco es que se vuelvan más normales. LIBRO Es muy raro todo estoEl autor habla de la apertura del Ikea, de una actuación de Sabrina Salerno, de los tertulianos, de las bodas, de las ferias del libro, o de la Ley del Tabaco y lo trufa todo con referencias a Conrad, Juan Ramón Jímenez o Vila-Matas y con ese tipo de sentido del humor que suele distinguir a las personas lúcidas.

Martínez Zarracina se conduce por la escritura con la elegancia de un lord inglés, pero su estilo recordaría a la soberbia de los primeros de la clase si no fuera porque hay dentro de él un tipo gamberro, próximo, que dice acordarse de Zabalburu en San Petersburgo, y que convierte al lector en confidente de sus perplejidades, de sus excesos y de sus raciocinios rayanos a veces en el surrealismo, en la más absoluta brillantez y en la pachanga loca. Pondré un ejemplo que oscila entre la melancolía y el punk: “Y ahora estamos aquí, con los bares vacíos. Tenemos los museos, el prestigio y el BBK Live, pero nadie nos canta “Lady Marmalade” mientras vuelan proyectiles y la ciudadanía se une para algo tan bonito como tirar a la ría a un italiano. Nos hemos tranquilizado. Yo creo que la culpa es de la casta, la enseñanza obligatoria, el Facebook y los emoticonos. A grandes rasgos.

Dice Zarracina que ha escrito estos textos tumbado; yo lo imagino también en un sofá orejero en mitad de la Gran Vía de Bilbao, mirando a su alrededor con extrañeza, diciéndose a sí mismo que es muy raro todo esto pero que tampoco hay que tomarse las cosas muy en serio, salvo que esas cosas sean los dromedarios, los ventrílocuos, las farolas de diseño u otros temas igual de espinosos y delicados. Ahí es cuando igual se recoge los puños de la americana, afila el bolígrafo y dispara, sin despeinarse mucho tampoco, contra nuestro loco, ajetreado e incomprensible día a día.

Txani Rodríguez

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