Juan Carlos Berrio ó la novela negra en tiempos de UPN

Hay muchos escenarios posibles para una novela negra, pero poco nos imaginábamos hace unos años una novela criminal que transcurriera en la Navarra gobernada por UPN en plena fiebre del ladrillo y la especulación, cuando se impulsaron proyectos como el pantano de Itoiz y el Canal de Navarra. Tiempos de excesos, de obras públicas faraónicas e inmensos beneficios privados. Tiempos en los que era muy difícil la denuncia porque los denunciados podían hacer caer sobre ti todo el peso de la ley, además del estigma social ó la sospecha de que eras un amigo de “los terroristas”. Tiempos de corruptelas.

Con este panorama de fondo transcurre la novela El vuelo del cormorán una novela que protagoniza el inspector de la policía foral Abel Marín y la simpar Susana, agente del servicio de documentación, que deben investigar un asesinato y las relaciones de éste con el poder económico y político del momento. La novela la ha escrito el tafallés Juan Carlos Berrio Zaratiegi, psicólogo de profesión que trabaja en un centro que trata a personas drogodependientes y que no es ajeno a la escrituLIBRO El vuelo del cormoránra. Es miembro del colectivo Altaffaylla Kultura Taldea y ha publicado varios ensayos sobre la droga, las Bardenas y las consecuencias de la guerra civil en Navarra. Incluso es el autor de una antología sobre el malogrado poeta salvadoreño Roque Dalton. Esta novela supone su debut en la ficción, un debut realmente prometedor.

La historia cuenta como el inspector de la policía foral Abel Marín es asignado para investigar el crimen de un constructor, ligado a grandes obras públicas impulsadas por el gobierno navarro. En principio la muerte de Agustín Arriazu parece clara: le ha matado su socio Isidro Yanguas por un asunto de celos, porque este último creía que el primero tenía un lío con su mujer. Lo que sucede es que la mujer, Natalia Letchkova, es una femme fatale que parece trabajar para una empresa que vela porque las citadas obras lleguen a buen puerto, obras que el asesinado estaba empezando a cuestionar. Y hasta aquí podemos leer.

La novela se lee con agrado e interés. Berrio ha construido un artefacto narrativo bastante clásico dentro del género. El protagonista es un detective que se enfrenta a un caso obscuro de muerte y corrupción. Un hombre solitario, soltero, melómano, al que no le gustan las armas y que es amigo de una yonki a la que acoge en su casa cuando ésta se quiere desenganchar. Una radiografía casi de manual de novela negra. Una radiografía que se completa con el viejo esquema de pareja de policías, que en este caso forman el inspector Marín y la agente Susana, con la variación de que ella es la lista de la pareja, la que va a aportando las claves de la investigación que realiza sobre el terreno el inspector.

Y en toda esta narración no es baladí la denuncia que se hace de un sistema que actuaba con total impunidad, donde lo más importante no eran las necesidades públicas, sino los bolsillos de los que vivieron del negocio: políticos, constructores, empresarios de la seguridad, abogados, banqueros, propietarios de tierras, especuladores… No se dice ni un nombre, pero todos sabemos de quién estamos hablando.

Una novela que pide a gritos una continuación de las aventuras de Abel y Susana; el mundo está abierto para ellos.

Enrique Martín

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