El Agujero Negro. Epílogo

Había vivido ya lo suficiente. Había amado, sufrido y viajado. Había gozado, leído, procreado. Era el momento de escribir. Y lo hizo. Empleo días y noches, cigarros y cafés. Se centró en trenzar  un relato con las dosis justas de fantasía y realidad, elaboración y espontaneidad. Transcurrido un tiempo indefinido leyó con deleite lo escrito y sí. Era fantástico, ningún crítico podría resistirse a semejante historia. Así que por fin, satisfecho y exhausto. Encendió su mechero y procedió.

Roberto Moso   

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *