Jorge Fernández Díaz, la buena novela negra argentina

Poco antes de ponerse de moda la novela negra nórdica hubo un tiempo que parecía indicar que ese estrellato dentro del género iba a corresponder a la novela criminal latinoamericana, de manera muy especial a los relatos argentinos. Pero luego apareció Henning Mankell y la cosa derivó hacia otras latitudes. Bueno, eso que nos hemos perdido, entre otras cosas porque aunque esos países situados por debajo del Río Grande comparten muchas cosas también tienen una gran variedad de motivos diferentes por los que se mata, se extorsiona, se chantajea y se hace lo que habitualmente aparece en el género. Pasado el tiempo parece que la situación va corrigiéndose, poco a poco porque la moda pesa mucho y los suecos tiran todavía a pesar de la desaparición de sus principales figuras. Valga todo esto para decirles que Jorge Fernández Díaz no es el ministro español sino un escritor argentino que tiene una serie de títulos emparentados con el género negro, el primero de los cuales que conozco es El puñal.LIBRO El puñal

Bien, ha pasado el tiempo desde la dictadura, de la Guerra de las Malvinas, menos desde el corralito de principios de siglo, pero todos estos hechos están en la memoria de los argentinos y de Jorge. Y aquí ha hecho una mezcla donde se juntan estos temas y muchos mas, a través de la figura de un sicario de la policía, perteneciente a uno de esos grupos secretos, que al contrario de los que suelen aparecer en las novelas y películas estadounidenses, no están ahí para salvar al mundo lejos de la mirada de los medios, sino justamente para permitir que el poder se perpetúe en las manos que lo tienen. Así nos encontramos con unos tipos que no tienen ningún control sobre sus acciones y se dedican a más cosas ilegales que lícitas, aunque las apariencias parecen situarles entre los buenos. Bien, ahí aparece una mujer, una empresaria, abogada, alguien con poder, con intereses. Nuestro protagonista tiene que pegarse a ella, protegerla, cubrirle las espaldas y hacer cuando ella quiera. Resulta obvio que habrá una pasión amorosa por medio, como también es evidente que esa mujer no ha ido a Argentina a comprar vino.

Las andanzas de estos personajes están magníficamente contadas, ellos son retratados con gran precisión, cada página contiene información, acción, asuntos relevantes. Sorprende la velocidad a la que se desarrollan las acciones secundarias que el protagonista va abordando mientras que el autor se toma su tiempo para definir la trama principal. Todo muy equilibrado, todo muy interesante. Pero llega un momento en que la cosa se tuerce. Quizá el autor se cansa, quizá no tiene nada más que contar o lo tiene pero prefiere dejarlo para el final, y durante un buen puñado de páginas la narración se pierde. Solamente al final, a partir del momento en que las cosas parecen llevar al protagonista a un callejón sin salida la novela vuelve a remontar, lo hace bien, quizá no con tanta intensidad como al comienzo, pero con el suficiente empuje como para que consideremos que el viaje ha merecido la pena. Eso sí, con cien páginas menos El puñal sería una obra maestra, de esta manera se queda en una aceptable muestra de la novela negra en el cono sur, esa que tanto echábamos en falta, esa que, quizá, ha vuelto. Y las cosas que hay para contar ahora son tan apasionantes como las que nos hemos perdido a lo largo de los años en los que hemos estado viajando bajo el sol de medianoche. Bienvenido pues Jorge Fernández Díaz. Que te veamos más por aquí.

Félix Linares

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