Antoine Laurain o esas bonitas y tiernas novelas francesas

No puede sorprendernos la cantidad de escritores que aparecen en las novelas. Natural, un escritor es el profesional que más cerca tienen los autores de libros. Y siempre tiene más atractivo que un fontanero, pongamos por caso, aunque quede en cuestión quien de los dos hace un mejor servicio a la sociedad. Ustedes mismos. Seguramente en el segundo puesto dentro de la lista de oficios de protagonistas de narraciones estarían los libreros. También es explicable: el librero es la persona que, todavía, hace que los lectores se decanten por uno u otro título. Y los autores saben hacer la pelota a quienes pueden ayudarles a vender libros. De ahí que todos los libreros que aparecen en las novelas sean sabios, documentados, simpáticos y encantadores. Incluso si alguno es un villano también resulta ser sabio, documentado, simpático y encantador, aunque se haya dejado arrastrar al lado oscuro.

El protagonista de La mujer de la libreta roja es un librero libro-la-mujer-de-la-libreta-rojaque un buen día encuentra un bolso que le ha sido robado al personaje que da título al libro y después abandonado en una papelera. Por supuesto dentro del bolso habrá una libreta con un diario que permite a nuestro héroe entusiasmarse con la búsqueda de la misteriosa protagonista de esos pensamientos, bastante absurdos, vacuos y bonitos. Un diez por ciento, como siempre, tiene interés. Al mismo tiempo la mujer agredida y desvalijada acaba en un hospital donde tendrá que recuperarse para volver a vivir una vida que se ha visto muy alterada. Lo verdaderamente curioso es que las aventuras de ambos protagonistas adoptarán un perfil bajo, no vivirán situaciones extravagantes, ni arrolladoras, no será una búsqueda desesperada, no hay ni gritos ni susurros, quizá le falte algo de emoción a la narración. Pero este es un libro muy bonito, entrañable, muy de nuestro tiempo, bastante convencional, relajado, encantador por momentos, crítico ma non troppo, de buen rollo.

Oye, me ha gustado. Seguramente estaba yo en ese momento en un estado cercano al zen, o es que Laurain es un tipo que sabe tocar la tecla adecuada para que creamos que estamos leyendo un libro que merece mucho la pena. No consigo explicármelo porque generalmente no suelo disfrutar del “slow storytelling”, pero aquí me he dejado atrapar por cierto encanto en la escritura y he acabado enredado en la necesidad de que todo acabe bien. Quizá no debo preocuparme porque me pasen estas cosas, pero pretendo estar vigilante por si reincido. Si tienen un momento tonto lean La mujer de la libreta roja. Seguramente se le quedará una cara de beatitud y un cierto relajo en los músculos, necesario ahora que el Myolastan ha sido prohibido. Siempre lo mejor los remedios naturales. Además, son tan estupendos los libreros.

Félix Linares

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