Mattin retrata el drama del paro de larga duración

Zarrakamalda es el nuevo cómic del humorista gráfico Iñaki Martiarena “Mattin” y formidablemente editado por la editorial Txalaparta. Tapa dura y más de 250 páginas de buen gramaje para contarnos la historia de Mikel a quien todo el mundo llama Lokatza.  Este personaje protagonista es un joven parado de larga duración, al que le deniegan una ayuda social y se ve un mal día en la cola del banco de alimentos. Sabemos que ha perdido a su madre recientemente, que su padre está en una residencia de ancianos, que ha sufrido varios ataques de ansiedad, que no tiene pareja y que “sin dinero, pocos amigos quedan”, según confiesa el propio Lokatza. Uno de esos días en los que guarda cola para conseguir comida, siente que ha tocado fondo y se rebela contra la situación que atraviesa. Decide entonces que él es capaz de conseguir sus propios alimentos y con ese fin ocupa un terreno municipal a las afueras de la ciudad y se afana en hacer un huerto. Se dirige a una tienda en la que venden aperos de labranza comic-zarrakamalay allí se hace con un gancho para quitar matas de los ribazos, una herramienta que en euskera se llama, precisamente, zarrakamalda.

En el cómic veremos cómo Lokatza va, con muchísimo esfuerzo, avanzando en su objetivo y aprendiendo de horticultura  cada día a través de los libros, de internet y de las personas que le venden las simientes y las plantas. El trabajo del huerto le hace sentir paz y le espanta un poco la soledad ya que se siente en contacto con todos los miembros de su familia que también trabajaron la tierra. En todo caso, Zarrakamalda no se detiene en ese afán sino que aborda de formas más o menos tangenciales otros aspectos de nuestra sociedad: la ecología y las dificultades del cultivo ecológico, la forma de relación de los hombres con las mujeres, la incomprensión… En definitiva, plasma en estas páginas en blanco y negro la realidad que atraviesan muchas personas, y lo hace con profusión de detalles y con mucha verosimilitud hasta conducirnos al inesperado final de la historia.

El trazo de Mattin es muy expresivo y plástico, aparentemente sencillo –solo aparentemente- y huye de la recreación bucólica y de la belleza por la belleza. Me ha gustado mucho la composición de las distintas escenas y la forma en la que, a través del dibujo, subraya las emociones de los personajes. Y además de los dibujos, el guión es claro y la palabra -y los juegos de palabras- tienen mucha importancia. Zarrakamalda es un reflejo de lo cuesta arriba que se ponen las cosas a veces y una reflexión sobre la validez de los buenos propósitos cuando todo está en contra; también, sin duda, es una crítica social, porque la realidad la demanda.

Txani Rodríguez

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