El universo íntimo de Francisco Javier Irazoki y todos lo demás

Francisco Javier Irazoki (Lesaka, 1954) fue periodista musical en Madrid, formó parte de CLOC, grupo de escritores surrealistas y desde 1993 reside en París donde cursó estudios musicales. Ha publicado multitud de libros de poemas y de poemas en prosa. En 1992 la Universidad del País Vasco editó toda la poesía que había escrito hasta entonces en el magnífico volumen Cielos segados. Es uno de esos grandes poetas desconocidos para el gran público (como pasa con casi todos los poetas). En Orquesta de desaparecidos, como cuenta su amigo y colega Fernando Aramburu, “continua la serie de textos breves en prosa que inició en 2006 con “Los hombres intermitentes”. Amplía así el delicado dibujo de sus paisajes personales, combinando las notas de evocación, directamente autobiográficas, con esa especial destreza suya para la creación de imágenes y símbolos”. La verdad es que estamos ante un escritor único e insustituible.

En este libro que se desarrolla entre París, Lesaka, Madrid, Nueva York y Londres, Irazoki habla de muchas cosas: de la poesía como de esa mirada intensa que nos despierta; de la necesidad de huir del malditismo; de la calidad creativa que nunca debería ser considerada fruto de las derrotas íntimas; del amor a un idioma, que de rebote debería hacerte amar todos los demás idiomas; de lo conveniente que es recorrer a solas el camino como “un pequeño coleccionista de asombros”; de la necesidad de esos fuertes vientos mentales que arranquen los jardines, postigos, vigas y escaleras de todas las patrias; de triunfar sin haber herido; de no negar nunca el trato cordial al disidente; de querer entender al que no piensa como uno piensa; o de nacer en una ciudad con “clima de tristeza sin fundamento”.

Por el libro de Irazoki pulula mucha gente: el desconocido poeta Eloy Sánchez Rosillo, el supereditor Jesús Munarriz, el omnívoro cineasta Orson Welles, el dramaturgo eterno William Shakespeare, el apreciado novelista Pío Baroja, la madre que no tuvo calzado hasta ser adulta y el padre que siempre fue sensato, un tío que se volvió loco por desamor, la hermana que sabía buscar palabras, un viejo republicano que le acogió en Madrid, el alegre carpintero Altxafero, el surrealista bondadoso y divertido Fernando Aramburu, el abandonado poeta loco Leopoldo María Panero, la referencia William Faulkner, el escritor Pablo Antoñana que regaló su suerte, el portentoso Ramiro Pinilla, el poeta Gabriel Aresti que sin enemigos se recostaría aliviado en la nobleza de los lobos, el poeta musical Cesar Vallejo, el discreto Gao Xingjian que ganó un Nobel de Literatura, el músico siempre en crisis Sonny Rollins y cuatro grandes que desgraciadamente nunca tocaron juntos: Mozart, Thelonius Monk, Bach y Jimi Hendrix.

Orquesta de desaparecidos es un descenso, sin botella de oxígeno, a las profundidades del pensamiento y las referencias vitales y creativas de un escritor asombroso.  Un autor humilde que esconde en sus escritos una gran sabiduría. Si todos los pensadores del mundo tuvieran un cuarto de la altura moral de este tipo, la Humanidad sería un vergel. Grande Irazoki.

Enrique Martín

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