El colectivo Wu Ming alcanza la excelencia

Parece chino pero no lo es. Ni siquiera es un solo autor. Tras el nombre de Wu Ming se esconden varios escritores italianos que antes se hicieron llamar Luther Blisset y que adoptaron el nombre chino, que quiere decir Sin Nombre, porque les parecía muy representativo de sus intenciones. A lo largo de su carrera han escrito novelas sobre las guerras de religión europeas, la independencia de los Estados Unidos y sobre hechos ocurridos en 1.954. Aquí están de nuevo, escribiendo sobre el terror, esa etapa de la Revolución Francesa a la que tanto jugo se ha sacado en el cine y en la literatura.

Siguiendo su costumbre estos escritores han creado diferentes personajes, suponemos que lo hacen así porque cada uno de ellos se ocupa de uno o de varios dentro de la misma corriente aunque luego se vayan mezclando con otros. Tenemos al pueblo revolucionario representado por una mujer que participa en diferentes episodios históricos, junto a ella su hijo y un policía que la protege con intenciones rijosas, en un momento de la novela conoce a un actor fracasado que, tras un arrebato, se convierte en Scaramouche y pasa a ejercer de héroe popular y de vengador justiciero. Marcando otra línea narrativa tenemos a un investigador del hipnotismo que vivirá diferentes aventuras recorriendo Francia. Los nombres conocidos de la revolución, de Danton a Robespierre, Marat y su asesina y hasta Desmoulins, que tiene una mención, se pasean por estas páginas haciendo lo que hicieron en la vida real, viajar de la gloria a la muerte.

Las novelas de Wu Ming son tremendamente entretenidas, ocurren muchas cosas en ellas, entremezclan la realidad y la ficción con gran eficacia y, al fin, parece que han sido escritas por una sola mano, como si alguno de los implicados se esforzara por dar el toque final a todos los escritos. En otras circunstancias yo habría dicho que esta novela es excesiva, muy larga, muy detallada, quizá algo repetitiva, pero siempre son más numerosas las virtudes que los defectos y estos, al fin, tienen poca importancia. Tienen algo peculiar en su narración, algo adictivo, algo que nos hace pensar en que estamos leyendo un folletín decimonónico, y estoy seguro de que es algo que está en el ánimo de los escritores, y al mismo tiempo que estamos leyendo la novela del futuro en cuando a la precisión en el tratamiento de la ambientación, de los personajes, del humor que siempre asoma incluso en los momentos más terribles, en la mirada crítica sobre algunas cosas que nos hacen penar en la actualidad.

Son buenos estos chicos de Wu Ming. Creo que voy a seguir leyéndoles a pesar de que no parecen ser muy reconocidos y vender suficientemente. Lo digo porque han cambiado de editorial. Espero que la nueva, Anagrama, les trate como se merecen. De momento les ha dado un formato algo más grande de lo que es habitual en esta colección. De acuerdo a su importancia.

Félix Linares

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