Houellebecq, impertinente, políticamente incorrecto, gran escritor

Comienza Houellebecq su nueva novela, El mapa y el territorio (Anagrama), hablando del mercado del arte moderno porque el protagonista está terminando una obra titulada Jeff Koons y Damien Hirst se reparten el mundo del arte, pero estando en tan altos pensamientos tiene un conflicto con su caldera de calefacción y eso le lleva a comentar asuntos domésticos mas cotidianos, para lo que no tiene tiempo, ni páginas, porque tiene que enfrentarse a los problemas de la tercera edad cuando aparece su padre en escena. Y todo esto en el prologo. Luego la obra recorrerá otros caminos (la comedia romántica, la novela de costumbres, la política, la de serie negra y hasta la de ciencia-ficción ya que la acción se desarrolla en el futuro cercano pero se prolonga aún mas en el epílogo) siempre puntuados por las opiniones del autor incrustadas en el texto como si se hubiera encontrado con esa reflexión de manera accidental. Maquetaci—n 1Quizá las obras de Houellebecq están muy pensadas y férreamente estructuradas, pero la sensación que transmiten es de improvisación. Incluso cuando llegamos a la tercera parte del volumen y se apodera de la acción otro protagonista, un inspector de policía, y la narración pasa al relato criminal porque uno de los personajes anteriores aparece muerto, da la sensación de que autor lo hace para rellenar unas páginas mas que no estaban en su intención al comenzar la escritura. Es otra novela, de hecho la historia se centra en el investigador y sus colaboradores hasta que transcurridos dos tercios de esta parte vuelve a aparecer el protagonista principal. Y el epílogo recoge los sucesos que viven, año tras año, los numerosos personajes, algunos reales, que aparecen en la novela. El propio Houellebecq es uno de ellos, y Frèderick Beigbeder, otro novelista francés, es otro. Beigbeder acaba de publicar un libro, Una novela francesa, prologado por Houellebecq, y cada vez que se le menciona en el texto se le presenta como el autor de este título como si se tratara de hacerle publicidad. El mismo autor se refiere a sí mismo como el autor de… y en cada ocasión cita el título de una de sus obras. No hay nada que se resista a Houellebecq, tiene opiniones para regalar, pero le interesan, sobre todo, los temas políticos y sociales, a los que imprime su particular sesgo, ya saben tratando de escandalizar al respetable. Siguiendo su línea de aparente improvisación el autor incluye personajes y circunstancias que le permiten apoyar sus teorías y es tal el entusiasmo que muestra en estos retratos que parece que todo lo ha descubierto el día anterior. Ese afán documental no le aparta de la emoción que impregna las charlas de los protagonistas, por ejemplo entre padre e hijo que es, posiblemente, lo mejor de la novela. Dice el autor, en el capítulo de agradecimientos, que no suele prodigarlos dado lo poco interesado que está en la documentación. Por eso seguramente ha recurrido a Internet para enterarse de algunas peculiaridades sobre un pueblo, un hecho o un producto. Pero hay que reconocer a Houellebecq la habilidad para conseguir que esos textos, a pesar de la copia, acaben siendo también algo personal. El mapa y el territorio, que ya sabemos que son cosas diferentes, es una novela muy buena, repleta de sugerencias, de reflexiones, de momentos emocionantes, de páginas que se leen rápidamente buscando la continuación y con varias novelas en su interior. Poco a poco esa figura irritante que asomó hace ya veinte años en el sacrosanto terreno de las letras francesas se está convirtiendo en un escritor necesario.

Félix Linares

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