Oscar Esquivias nació en Burgos en 1972. Entre otros trabajos, ha publicado una trilogía dedicada a la Divina Comedia, conformada por  Inquietud en el Paraíso, La ciudad del Gran Rey y Viene la noche. Pero además de su solvencia novelística este autor ha destacado por sus excelentes relatos. La marca de Creta publicado en 2008 mereció el prestigioso Premio Setenil. Un galardón que se suma a otros obtenidos a lo largo de su trayectoria como el Ateneo de Sevilla, el Premio Arte Joven de la Comunidad de Madrid o el Premio de la Crítica de Castilla y León. Su currículo, como vemos, es formidable; sus páginas, estupendas también. Hemos podido comprobarlo tras la lectura de su nueva colección de cuentos Pampanitos verdes, un trabajo editado por Ediciones del Viento del que lo único que no nos convence es el título.

Este libro contiene una decena de relatos, algunos publicados en revistas o en publicaciones colectivas. Pero a pesar de haber sido creados en circunstancias distintas, se percibe cierta unidad tanto en los temas explorados como en el tono o el sentimiento que los recorren. Entre esos puntos en común, destaca la juventud de unos personajes en época de cambios y descubrimientos. Sin alejarse de la cotidianidad y sin sucumbir a ninguna afectación en el estilo, Esquivias brinda  unos cuentos que logran hacer contacto con la emoción de los lectores. En sus historias rezuman la alegría innegociable de la juventud y la perplejidad ante las revelaciones del mundo adulto, el vitalismo y la bondad. Son relatos tiernos y melancólicos, pero no hacen concesiones: hay también pasajes duros, decadentes y rugosos. Con humor y naturalidad, coloca a sus personajes, a menudo perdederos o perdidos, en situaciones donde algunas realidades ocultas asomarán de forma luminosa. “El estudiante de Salamanca”, “Viene Gordon”, “El dolor” o “El hijo de la modista” dibujan perfectamente ese tránsito hacia la revelación. El viaje de los lectores será, en cambio, a la inversa: de las revelaciones a las que todos acabamos asistiendo con los años regresaremos a la alegría y al quebranto, a toda aquella intensidad, de nuestras adolescencias. ¿Milagro? No, literatura.

Txani Rodríguez