El Tocho. La Guerra y la Paz de Tolstoi

La Biblia nos enseña que la ausencia de trabajo, la ociosidad, era la condición de beatitud del primer hombre antes de su caída. El amor a la ociosidad sigue siendo el mismo en el hombre caído, pero la maldición pesa sobre él, no sólo porque debemos ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, sino porque, por nuestras propiedades morales, no podemos ser felices permaneciendo ociosos. Si el hombre pudiese encontrar un estado en el que, permaneciendo ocioso, se sintiera útil y cumplidor de su deber, hallaría una parte de su dicha primitiva. Una clase entera, la clase militar, goza de ese estado de ociosidad obligatoria e irresponsable…

LIBRO.Guerra y pazEste es un párrafo de Guerra y Paz, la novela más extensa que escribiera el conde León Tolstoi y la primera de sus grandes creaciones. Fue apareciendo por entregas en el diario El Mensajero, de Moscú, donde acabó de publicarse en 1869, tras casi seis años de intenso trabajo por parte de Tolstoi que se convirtió en el escritor más célebre de su país.

Guerra y Paz describe un abanico de acontecimientos que se suceden a lo largo de unos quince años: entre 1805, momento en que acaece la batalla de Austerlitz, y 1820. Los momentos culminantes de la obra coinciden con la batalla de Borodinó en 1812, la inmediata toma de Moscú por el ejército napoleónico y su posterior huida desastrosa. Fue una época convulsa de la historia europea en la que el ejército ruso hizo la guerra en tres ocasiones a los franceses.

Son docenas los personajes que pululan por Guerra y Paz pero, en esencia, la narración gira en torno a las relaciones que se establecen entre tres núcleos de personajes principales: la familia de los príncipes Bolkonski (a la que pertenece Andrei, el héroe fatalista), la de los condes Rostov (siendo Nikolai el ejemplo de militar cumplidor de su deber y su hermana Natasha el ideal femenino) y la del conde Pierre Bejuzov. Este último encarna el arquetipo ruso, de aristócrata culto y consciente de sus deberes morales, que intenta actuar para cambiar la realidad, pero que reincide una y otra vez en la abulia y los placeres fáciles. Serán sus terribles experiencias en la batalla de Borodino y la ocupación de Moscú, las que operen la catarsis, el cambio definitivo en su personalidad, y aporten la gran lección moral de la novela.

Por lo que respecta al estilo, Tolstoi es sobrio y económico. No es de extrañar que Hemingway acostumbrara a relajarse de sus cacerías africanas leyendo Guerra y Paz. Ambos escritores comparten ese gusto por la concisión y la inmediatez. En Guerra y Paz las cosas suceden con gran naturalidad, a un ritmo muy cercano al del lector, pero los acontecimientos más dramáticos, ya sean duelos, partidas de caza o incursiones guerrilleras, adquieren de repente un ritmo acelerado, narrados con una agilidad fenomenal. Sin embargo, Tolstoi puede también ralentizarse en disquisiciones históricas describiendo con excesivo pormenor los errores posicionales del ejército ruso o insistiendo una y otra vez en que el resultado de las batallas es impredecible, por la multitud de azares que intervienen en ellas.

En los últimos capítulos, el ambicioso autor aporta incluso su propia teoría de la historia, en la que no son los héroes individuales (los Césares o Napoleones de turno) quienes la impulsan, sino los grandes movimientos de pueblos emprendidos por razones nunca del todo esclarecidas.

Guerra y Paz, con su abundancia de reflexiones filosóficas y religiosas, muestra ya en germen el ideario del gran pacifista y reformador social en que se convertiría Tolstoi un par de décadas después. Emprender la lectura de esta soberbia novela es asistir a un formidable intento de interpretación crítica de la totalidad de una época. Una experiencia, se lo aseguro, sumamente enriquecedora.

Javier Aspiazu

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