Los raros. Manganelli, el genio de los cuentos breves

Un señor ávido de sueños soñaba tanto, que, en la casa  donde vivía, ninguna otra persona conseguía soñar, salvo durante las vacaciones, cuando el soñador se iba al mar o a la montaña. Era una situación irritante e imposible, y los habitantes de la casa, todos ellos gente de buena extracción, profesores, duques, palaciegos, y un asesino a sueldo internacional, formularon, educadamente sus protestas; el señor no respondió tan educadamente y la cuestión comenzó a exasperarse. Ya nadie soñaba nada en aquella casa, y hasta en las casas próximas se soñaba poco y mal y sólo en blanco y negro; porque aquel señor soñaba siempre en color, y hacía experimentos en tres dimensiones…

LIBRO.CenturiaAsí comienza uno de los inolvidables relatos de Centuria, de Giorgio Manganelli. El subtítulo, “cien breves novelas-río”, nos pone ya sobre la pista del carácter profundamente irónico de este libro de relatos, tan  intensos y quintaesenciados que parecen novelas destiladas. En realidad, son cien miniaturas de tan solo dos páginas cada una: historias fulgurantes, que apenas sobrepasan la extensión del microrelato, pero que dejan un gran poso por la extremada precisión con que están escritas y la multitud de ideas que suscitan.

A menudo tocan los temas más profundos: las relaciones humanas, la ilusión del amor, la religión, la infinitud del universo o la posteridad, entre otros muchos, pero siempre desde una perspectiva tan original como cáustica.

Casi treinta relatos empiezan, como el que hemos citado al inicio, con “señores” anónimos dispuestos a renovar su rutina cotidiana, que acaba siendo trastocada por la irrupción de lo insólito o lo fantástico, dando lugar a situaciones resueltas con un ingenio deslumbrante y una mordacidad juguetona que nunca deja de sorprender. Pero no son solo circunspectos burgueses los hilos conductores de los relatos de Manganelli. Otros se adentran desde el inicio en el terreno de lo fantástico, introduciendo seres legendarios en contextos inusitados: fantasmas aburridos, unicornios en la parada del bus, hadas que viajan en tren, dragones incomprendidos o locuaces capitanes de buques fantasma.

Siguiendo la estela de los grandes cuentistas italianos del siglo XX (la de  Dino Buzatti o la de Italo Calvino, quien fuera su mentor), Manganelli consigue con Centuria un libro de relatos casi perfecto. Y no digo perfecto a secas, porque ya se sabe que la perfección puede ser muy aburrida, y lo que sobra en Centuria es humor, agudeza y una imaginación apoteósica; en definitiva, sobradas oportunidades para el disfrute y la diversión inteligente.

Giorgio Manganelli nació en Milán en 1922 pero residió en Roma la mayor parte de su vida donde ejerció como profesor y periodista. Centuria apareció en 1979 y fue su cuarta obra de ficción en una trayectoria literaria que había iniciado ya maduro, pasados los cuarenta años, y que se distinguió siempre por el rigor y la riqueza de su prosa.

Centuria ganó el premio Viareggio y marcó un hito en la carrera de Manganelli, que no llegó a igualar en todo el resto de su vida, a pesar de que escribió otros cinco libros de ficción, en los que su talento se dispersó con argumentos mucho más rebuscados y artificiosos.

El pasado año, cuando estaban a punto de cumplirse los treinta de su primera edición en castellano, la editorial Anagrama reeditó este libro singular. Todavía podrán encontrarlo en su catálogo. Si lo consiguen léanlo despacio, paladeen cada historia. Comprobarán que Centuria cunde tanto como cien novelas.

Javier Aspiazu

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