Las moscas y la gente, un libro con premio de Jon Obeso

¿Recuerdan ustedes las Geórgicas de Virgilio? ¿Recuerdan aquella loa a la vida en el campo? Bien. Pues olviden ahora ese célebre poema porque el libro del que vamos a hablarles Alimento para  moscas se sitúa en las antípodas se esas amables y hermosas evocaciones. Esta novela, escrita por el donostiarra Jon Obeso y merecedora del Premio Lengua de Trapo, está ambientada en el mundo rural, en Navarra, pero su mirada no es absoluto complaciente ni lírica. El protagonista de esta historia es un entomólogo que lleva doce años entregado al estudio de los nematóceros, el mosquito más común. “El alimento de las hembras —dice— lo constituyo yo mismo; en un estado de absoluta inmovilidad, constato su predilección por los afluentes de mayor grosor, las venas más ramificadas, la manera minuciosa con la que succionan el agua de nuestras articulaciones”. LIBRO.Alimento para moscasSe pasa las horas en una especie de cuadra cercana a la hípica de un pequeño pueblo y, aunque no se relaciona demasiado con sus vecinos, los observa con atención y disecciona sus acciones. El Guardia, el Enterrador, el Veterinario son algunos de los personajes que se sitúan en el punto de mira del entomólogo. Pero puede decirse que habla de las gentes de ese entorno en general: de sus modos de relacionarse, del sexo que practican, ajeno al amor, animal, de la forma en la que hablan, de sus enfrentamientos con pueblos vecinos, del trato que dispensan a los animales, de sus rutinas. La mayoría trabaja en la cantera del pueblo, y apenas salen de la localidad. “Hay en todos ellos algo repetido, familiar, una constante que sin duda haría las delicias de Gregor Mendel. Aquí todo el mundo es sobrino, primo o hermano, sin apenas saberlo. Llevan así, pareciéndose unos a otros, apareándose, cientos de años”, escribe el autor.

El lector descubrirá enseguida que, a ojos del narrador, es escasa la distancia que media entre el estudio de los insectos y el de las personas. El entomólogo establece pautas de comportamiento en ambos casos provocando una sensación de extrañamiento. El mundo gira, no obstante en la novela. Una misteriosa epidemia diezma los animales del valle, una misteriosa muerte acontecida años atrás ronda al Enterrador, pero todo parece algo distorsionado, raro, quizá porque ese sea el efecto que provoca mirar, de pronto, desde muy cerca lo que acostumbramos a mirar de lejos. A pesar de la atmósfera que tan bien recrea Jon Obeso, hay lugar para imágenes hermosas aunque extrañas también: “Nadie sabe cuándo aparecieron los cangrejos, quién los trajo y saló las pozas. Los niños los persiguen, los cogen por puñados y los descartan lanzándolos al aire. Buscan en el dibujo de sus caparazones el retrato de sus propios rostros. Solo uno sabe quién eres”.

Alimento para moscas, a través de un uso preciso y poderoso del castellano, logra que recordemos lo que esencialmente somos, aunque luego algunos prefiramos volver a olvidarlo.

Txani Rodríguez

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