Hay tres grandes focos culturales en Extremo Oriente: China, Japón y Corea. Desde hace unos años nos llegan con asiduidad creciente los productos de los dos primeros países (sobre todo cine, literatura y cómic), pero de Corea, sobre todo de Corea del Sur, no recibimos casi nada, a excepción de algunas películas de acción y de terror. Por eso la publicación de Por favor cuida a mamá es un gran acontecimiento.

Esta novela, publicada originalmente en el año 2008, ha sido uno de los grandes sucesos de la literatura surcoreana y uno de los libros más traducidos. Recibió los premios literarios más importantes del país y vendió la friolera de millón y medio de ejemplares. Su autora, Kyung-Sook Shin, además es una de las de mayor prestigio. Y la verdad es que, una vez leído el libro, entendemos su éxito merecido.

La novela se centra en la figura de Park So-nyo, una vieja campesina del interior coreano, que desaparece en la populosa Seúl cuando junto a su marido viaja para hacer una visita a sus hijos. Éstos, abrumados por la pérdida y por un sentimiento creciente de culpa, inician una búsqueda desesperada. Durante la misma saldrá a relucir la luminosa figura escondida de esa madre abnegada que se desvelaba por su marido, sus hijos y todas las personas que se cruzaban en su camino. Los hijos descubrirán una madre que desconocían, que sacrificó su existencia para que ellos pudieran alcanzar el éxito personal y profesional, y que nunca dudó en ayudar a desconocidos e incluso a animales abandonados.

El libro está narrado a través de las visiones que varios personajes tienen de la desaparecida: la hija escritora, el hijo mayor responsable de una inmobiliaria, el marido escapista que siempre volvía, la hermana menor abrumada por sus tres hijos… y finalmente la propia anciana que recorre el pasado como si fuera un fantasma.

Una novela magnífica, entrañable, sensible, dulce y dura, donde se reflexiona sobre los peculiares lazos del amor familiar. Después de leer este libro nadie volverá a mirar a su madre de la misma manera. Un descubrimiento luminoso.

Enrique Martín