Sergio Álvarez, escritor colombiano de 35 quilates

Podríamos empezar hablando de la larga tradición literaria colombiana y los muchos nombres famosos que la acompañan, los muchos estilos, tonos que han nacido a la sombra de los acontecimientos de los últimos años en un país en el que los autores no tienen que fantasear porque la vida cotidiana da mucho asunto que tratar, pero no lo vamos a hacer porque ustedes ya conocen a estos creadores y las historias que cuentan. A ellos viene a sumarse Sergio Álvarez que se ha propuesto recrear treinta y cinco años de la historia de su país, desde los años sesenta al dos mil.

Podríamos decir que no nos sorprenden las cosas que cuenta Sergio, porque ya nos las han contado otros, pero este es un autor que ha sabido encontrar una voz personal y contar lo mismo de diferente manera desde esa impactante primera frase y el episodio que da pie al nacimiento del narrador. Ahí tenemos a nuestro personaje viviendo sus primeros años entre las calles y en las casas de diferentes personas que le cuidan, hasta llegar a una comuna, pasar por diferentes episodios que le llevarán al ejercito, al tráfico de drogas, al teLIBRO.35 muertosatro itinerante, a la delincuencia menor, a ascender en la pirámide social, a los amores desgarrados, a los tiroteos inevitables, a las angustias de la supervivencia, a todas esas cosas que están ustedes esperando en las páginas de la novela de un autor colombiano.

Bien, digámoslo ya, lo bueno de Sergio Álvarez está en la escritura y en la estructura de su novela. Para empezar los capítulos no existen, son solo fragmentos de texto separados por estrofas de canciones y los puntos que cierran cada parte son los únicos puntos y aparte de toda la novela. Y ahí se van mezclando los diálogos, la narración, las voces, los tiempos y lo que salga. Esa parece ser una opción negativa desde el punto de vista de la venta porque hay quien dice que al lector le gusta  más el dialogo que la narración, pero podemos asegurarles que nada de esto es preocupante en esta novela, que las conversaciones se imbrican naturalmente en el relato de los hechos y que todo parece lo adecuado en cada momento.

Tras las primeras páginas en las que se cuenta la infancia del narrador, la novela mezcla la escritura del protagonista con otras voces que, en ocasiones, no tienen ninguna relación con él, pero en otros momentos enriquecen el gran cuadro que se nos va mostrando, siempre en primera persona. No se preocupen no suele crear problemas más allá de una cierta indefinición al comienzo de cada fase. Seguramente la gran baza de esta novela es el humor que aparece constantemente incluso en las situaciones más difíciles. Si se sorprenden riéndose mientras al protagonista le ocurren cosas verdaderamente terribles no se preocupen, es que el autor sabe hacer las cosas bien.

Hay en esta escritura una mirada tierna a los personajes, incluso a los peores, a aquellos que reúnen todos los tópicos negativos de los colombianos, a los malos de manual que cualquier buen melodrama, y 35 muertos lo es en última instancia, debe aportar. Y no se preocupen por el lenguaje, inmediatamente descubrirán lo que quieren decir esos términos que, al principio se nos resisten porque Álvarez se empeña en que los aprendamos. Y queda, claro, el encanto de tratar de descubrir cuantas de las canciones mencionadas en el texto conocemos, aunque haya algún pequeño error: la canción de Leo Dan que aquí se da por titulada La conocí un domingo en realidad se titula Celia. Pelillos a la mar motivados por la costumbre de no dar un diez rotundo a una novela, pero la verdad es que esta se nos ha quedado en un nueve y medio.

Félix Linares

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