La infancia veraniega de José Carlos Llop

Hace mucho que no hablábamos por aquí de José Carlos Llop (Palma de Mallorca, 1956), quizás demasiado tiempo. Entonamos el mea culpa. Porque es imperdonable que cada libro que publique este autor no sea recibido con trompetas y fanfarria. Porque Llop nunca defrauda, siempre ofrece más de lo que sus libros parecen prometer. Pocos escritores españoles actuales manejan la lengua castellana con la precisión, la riqueza y la elegancia de este autor que nos ha ofrecido de todo, desde novelas, cinco, a libros de relatos, tres, pasando por una intensa obra poética. Incluso ha publicado cuatro colecciones de ensayos literarios y cinco volúmenes de sus extraordinarios diarios.LIBRO.Solsticio

Solsticio es un libro en el que Llop rememora los veranos que él y su familia pasaron durante siete años, desde que el niño José Carlos tenía cinco años hasta que cumplió los 12, en una casa para oficiales del ejército, un pabellón, en la bahía de Alcudia. El padre de Llop era militar de carrera y todos los veranos la familia dejaba Palma para instalarse en esa casa que daba a una pequeña cala y que se encontraba dentro de un destacamento militar diminuto que cuidaba de una pequeña batería de cañones. En un entorno con alambre de espino, arena fina, altos acantilados, un bosque de coníferas, un mulo loco, unos soldados ausentes y siestas interminables.

En ese entorno, el escritor niño va descubriendo poco a poco la vida. A su padre, un teniente coronel, estricto y religioso, que adoraba a sus hijos, y que recibía cartas desde Argentina de familiares que tal vez perdieron la guerra. A su madre, una mujer aparentemente sumisa que escondía una poderosa vida interior de gran lectora y gran contadora de historias, cual moderna Sherezade. A los amigos de sus padres, unos millonarios de gran cultura y vida diletante que parecían no casar con la clase dominante que había ganado la guerra incivil.

Todos los días se repiten, todos los días son el mismo día, todos los días son verano. El tiempo para el paseo, el juego, el baño, las charlas, las conversaciones, las risas, las confidencias, las lecturas… Y si termina, no importa, porque como dice el autor “cuando el paraíso desaparece, aparece la literatura”, para recordarnos que hubo un tiempo en el que fuimos felices, un tiempo de infancia y de verano, cuando hasta los adultos eran seres amistosos e indulgentes que nos sorprendían con una sonrisa.

Un libro íntimo y universal que vuelve a recordarnos que la maestría de José Carlos Llop está ahí, siempre, y que no deberíamos tardar tanto tiempo en cantarla a los cuatro vientos.

Enrique Martín

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