Los raros. Moravagine, de Blaise Cendrars

LIBRO MoravagineEn 1900 terminé medicina. Me fui de París en el mes de agosto para dirigirme al sanatorio de Waldensee, cerca de Berna, en Suiza. Mi maestro y amigo, el célebre sifilógrafo Entraigues, me había recomendado calurosamente al doctor Stein, director, con quien debía trabajar como primer asistente. Stein y su casa eran entonces famosos.

Habiendo salido recientemente de la facultad y gozando de una cierta notoriedad de buena ley que mi tesis sobre el quimismo de las enfermedades del subconsciente me había dado entre los especialistas, estaba impaciente por sacudirme el yugo de la Escuela y asestar un golpe sonado a la enseñanza oficial. Todos los médicos jóvenes han sentido esto.

Así comienza Moravagine, de Blaise Cendrars, seudónimo del escritor francés de origen suizo Frederic Sausser, hombre de múltiples oficios, protagonista de las vanguardias literarias parisinas y de las contradicciones de su época (algo que le valió, por ejemplo, perder un brazo combatiendo en la I Guerra Mundial). Viajero incansable y escritor compulsivo, de toda su producción se recuerda una novela corta justamente célebre: El oro, su único gran éxito, y la trilogía autobiográfica que escribiera en su madurez. Es autor también de varias rarezas, entre ellas esta novela que hoy comentamos, Moravagine, publicada en 1926, y reeditada en castellano por Alfaguara en 2004.

Moravagine tiene el acento airado y provocativo de su autor, cuyo seudónimo, “Cendrars”, es la contracción de dos palabras francesas que significan “cenizas del arte”. Este parece ser el objetivo último de Cendrars: acabar con los fundamentos de la sociedad y del arte en una novela que destila caos y violencia, muy representativa del sentir de los desengañados artistas de la época de entreguerras. El psiquiatra que narra en primera persona su vida, cae fascinado ante el caso extremo que es Moravagine, último descendiente del rey de Hungría, y psicópata incurable recluido a perpetuidad en el citado sanatorio de Waldensee por asesinar a su prometida.

El psiquiatra decide dejarle escapar, para poder estudiarlo en libertad, y viajando juntos emprenden una ajetreada vida de conspiradores internacionales que les lleva a la Rusia de 1905, donde atizan la revuelta contra los zares cometiendo múltiples atentados. Huyen a Londres escapando de la represión, y a partir de ahí la novela se convierte en un canto a la acción en sí misma, como único sentido de la vida. Lo que les aboca, después de dar la vuelta al mundo, a participar en la I Guerra Mundial.

En la obra hay elogios a la técnica y a las máquinas que recuerdan los textos futuristas, y una visión nihilista del mundo que justifica el hecho de que Moravagine deje siempre un reguero de víctimas tras de sí. El autor alterna el tono de informe científico, como en la jerga médica que emplea a veces el narrador, o en su descripción de la naturaleza, con una agilidad extrema en el relato, entreverado con reflexiones de una provocadora radicalidad. Características que la convierten, a pesar de sus ideas, muy discutibles, en una novela insólita, de lectura absorbente, que suscitó, entre otros, la admiración de Henry Miller. Les recuerdo título y autor: Moravagine, de Blaise Cendrars.

Javier Aspiazu

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