Bea Salaberri y la vida en Baiona

En Baionak ez daki, la colección de relatos firmada por Bea Salaberri, no hay grandes conflictos, ni situaciones límite, ni historias trepidantes. La ópera prima de esta escritora de Iparralde se nutre de la cotidianidad, de instantes del día a día. Baionak ez daki lleva al terreno literario acciones tan comunes como tomar café, pasear, comer un trozo de queso. Algunos de relatos como Autobusa, en la que habla de los viajes de estudio, o Bixkotxaren teoría, que evidencia cómo con pequeños detalles se pueden desdibujar algunos enfados, podrían ser incluso columnas o artículos de prensa.

Salaberri no se despega en ningún momento de las pequeñas cosas y cuando habla de temas más relevantes se reconduce a una especie de minimalismo retórico. El cuentoTxipiroiak Donostian, por ejemplo, transcurre el día en el que ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada, y cuenta la narradora que ella de, esa jornaLIBRO Baionak ez dakida histórica, lo que más recuerda es que comió unos chipirones a la plancha riquísimos. Se trata de una reflexión que me ha traído a la memoria la célebre anotación de Kafka en su diario: “Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde me he ido a nadar”. Y es que el grueso de nuestras existencias está hecho de instantes nada grandilocuentes como el que se describe en Mandarinak, un relato -que recuerda al célebre pasaje de la magdalena de Proust– donde la protagonista rememora su infancia al percibir el aroma y el frescor de esa fruta. He citado, por aquello de los vasos comunicantes, a Kafka, a Proust y aún quiero nombrar a Chéjov, que en su cuaderno de notas apuntó el comienzo de una historia que nunca desarrollaría pero que a mí me fascinó: “Él no había sido feliz más que una sola vez en su vida: bajo un paraguas”. Una frase que resonaba cuando he leído el cuento Euritakoa, uno de los que más me ha gustado de este Baionak ez daki, y que me ha recordado a esa felicidad fugaz para la que tan pocas veces nos damos permiso.

La mayoría de estos textos están escritos en primera persona, algo que, desde mi punto de vista, tiene sentido ya que el tono del libro es confidencial; tanto es así que incluso parece a veces que la narradora pensara en voz alta o conjugara los momentos por escrito.

En la contraportada de Baionak ez daki se indica de forma adecuada que estamos ante un libro de relatos; sin embargo, al cerrarlo también podemos tener la sensación de haber leído una novela fragmentaria. Esto es así porque el punto de vista de la narradora es siempre el mismo. Diría que estamos ante una sola voz, ante un solo personaje, una mujer de la que sabemos que tiene pareja, dos hijos pequeños, que trabaja como profesora, y que a veces se cruza por las calles con un amor que no pudo ser. Hay además elementos –un tatuaje, algún nombre propio- que saltan de un relato a otro. Ese punto de vista tan subrayado se construye además desde una innegable y por momentos reivindicativa perspectiva de género.

Baionak ez daki es, en definitiva, un trabajo nada estridente, en el que el lector acompaña a una mujer por las pequeñas decepciones, frustraciones, por las pequeñas recompensas y alegrías de su vida cotidiana. Cuando he cerrado el libro he pensado que me gustaría saber el nombre de la narradora de todos estos relatos para decirle que me he fijado en ella mientras paseaba. Cosas de la literatura, no sé.

Txani Rodríguez

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