El tocho. Las lúcidas y tristes memorias de Stefan Zweig

LIBRO El mundo de ayerSi busco una fórmula práctica para definir la época de antes de la Primera Guerra Mundial, la época en que crecí y me crié, confío en haber encontrado la más concisa al decir que fue la edad de oro de la seguridad. Todo en nuestra monarquía austriaca casi milenaria parecía asentarse sobre el fundamento de la duración, y el propio Estado parecía la garantía suprema de esa estabilidad…

Así comienza El mundo de ayer de Stefan Zweig. Este escritor austríaco, poseedor del don de la amenidad y autor de una vasta obra novelística y biográfica, consiguió la más admirable de sus creaciones con estas Memorias de un europeo, como subtitula el libro que hoy comentamos: El mundo de ayer, todo un clásico de la literatura autobiográfica, publicado de forma póstuma en 1942.

Zweig, hijo de un acaudalado industrial textil de origen judío, recuerda la Viena de su adolescencia en la última década del siglo XIX, la devoción por la cultura, en especial por la música y el teatro, característica de una ciudad en cuyos cafés, los verdaderos centros de enseñanza de los jóvenes inquietos, se podían consultar los principales diarios y revistas artísticas y científicas de toda Europa. Mientras Freud creaba el psicoanálisis o el poeta Von Hoffmansthal asombraba con su precocidad, por las calles de esa misma Viena finisecular desfilaban miles de prostitutas, y los/las jóvenes vivían su sexualidad oprimidos por una moral hipócrita. Surgían, además, los primeros precedentes del nacionalismo pangermanista, con la fundación del agresivo Partido Nacional-Alemán, o se iniciaba el movimiento sionista con Theodor Herlz, redactor del periódico que publicó el primer artículo de Zweig.

Éste recuerda con nostalgia la libertad de movimientos que se disfrutaba en la época previa a la contienda. Zweig pudo viajar por las principales ciudades europeas y los Estados Unidos sin necesidad de ningún documento de identidad o pasaporte. Fue la Primera Guerra Mundial, con sus grandes movimientos de refugiados y minorías nacionales desplazadas, la que impulsó a los estados a crear estos sistemas de control. Zweig, por cierto, nunca compartió la locura bélica que se apoderó de casi toda Europa, y su pacifismo, expresado públicamente y en sus escritos, le obligó a exiliarse a Zurich. Tras la Gran Guerra la inflación se disparó hasta límites nunca imaginados.

Ante esta situación extrema, al comprobar que el dinero no tenía ningún valor estable, recuerda el autor cómo los jóvenes optaron por volver a los valores eternos: la amistad, el amor, el arte, todo lo que hace la vida más intensa y hermosa. Sin embargo, ya a inicios de los 20, cuando Zweig residía en Salzburgo, un vecino no demasiado lejano, un tal Adolf Hitler, protagonizaba incidentes violentos en la cercana ciudad de Munich. Tras esto, el ascenso del nazismo y la anexión de Austria supusieron la condición de apátrida para Zweig y la prohibición de sus libros, lo que le llevó de nuevo al exilio, esta vez en Brasil. Y poco después, aunque esto, lógicamente, ya no aparece en sus memorias, al suicidio.

Este es el apretado resumen de un libro inolvidable, una lección de historia y humanismo expresada con hondura y sencillez ejemplares. Encontrarán El mundo de ayer de Stefan Zweig en la editorial Acantilado.

Javier Aspiazu

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